Alfredo Arnaud Bobadilla*
A principios del siglo pasado (1921), le tocó al pensador y educador mexicano José Vasconcelos construir las bases de lo que sería una de las instituciones más importantes con las que cuenta este país hasta la fecha: la Secretaria de Educación Pública.
Después del cisma de la Revolución mexicana, la nación se encontraba en una situación de crisis humanitaria, económica y social, por decir lo menos, con un Estado empobrecido, una sociedad fragmentada y derruida, índices de analfabetismo del orden del ochenta por ciento, y un sinnúmero de familias que no contaban ya con la figura del Pater familia. Fue con esa composición política, social y económica que Vasconcelos diseñó y puso en marcha toda una estrategia nacional que implicaba aprovechar los activos con los que se contaba en el momento, para atender y resarcir los pasivos: sería un ejército de madres de familia apenas instruidas, pero que sabían leer y escribir, y que requerían de un trabajo para dar sustento a su familia, las encargadas de instruir (sobre todo, alfabetizar) a aquellos que no habían tenido oportunidad de asistir a la escuela. Fue ésta, probablemente, una de las jugadas más astutas y visionarias que nos dejó el Maestro de la juventud de América, como lo llamaban sus coetáneos.
Con el paso de los años, el país se levantó, creció y se convirtió en una de las economías más importantes del mundo. No obstante, es una economía cuya hermana, la sociedad, adolece en estos momentos de los elementos básicos y fundamentales: justicia, equidad, igualdad de oportunidades, mala distribución de la riqueza, altísimos índices de corrupción e inseguridad, entre otros. Si bien, en su momento, la creación de una institución como la SEP que sentara las bases para la homogeneización de un sistema educativo nacional fue la mejor apuesta para el desarrollo del país, hoy en día, a casi un siglo de la creación de la Secretaría de Educación Pública, es nuestro deber reflexionar sobre los derroteros que nuestras políticas educativas y nuestro sistema educativo en su conjunto deben tomar hacia el futuro.
El sistema educativo ha pasado por varias reformas, muchas de ellas de gran calado y oportunas para la modernización y la puesta al día de planes y programas de estudio, métodos y metodologías de enseñanza-aprendizaje, incorporación de las Tecnologías de la Información y la Comunicación, las llamadas TICs, y sin embargo, el sistema educativo tal y como está diseñado y opera el día de hoy tiene un gran problema: está sujeto a los cambios sexenales de gobierno y a las reformas que cada nueva administración quiere imprimir en materia educativa. Más que beneficios, esto ha producido ruptura, desasosiego entre los profesores, incertidumbre en todos los actores que intervenimos de una u otra forma en el fenómeno educativo y contamos con propuestas para el apoyo y fortalecimiento de la calidad educativa en todos sus aspectos.
El problema, es que cada seis años tenemos que reinventarnos, echar por la borda lo que hizo la administración anterior y comenzar de nuevo; una dinámica que parecería haber sido diseñada por Prometeo. Hace unos días en la radio, se escuchó una voz (cuyo nombre, desgraciadamente, no puedo recordar) que hacía una propuesta muy interesante y que vale la pena retomar: ¿Podrá pensarse en darle autonomía al sistema educativo nacional para que pueda reunir a los mejores expertos en la materia y diseñar así un verdadero proyecto a 30 o 40 años que no esté sujeto a los procesos electorales y a tener que reinventarse cada seis años, sin que ello signifique, desde luego, que deje de ser obligación del Estado ser el garante del financiamiento de la educación?
Siendo la educación uno de los sectores estratégicos para el desarrollo de nuestro país en los próximos años, nos hacemos al menos un par de preguntas al respecto: ¿Veremos alguna vez a la educación en manos de personas honorables, expertas, que han dedicado toda su vida a la investigación educativa, y ponerla a salvo de la improvisación y de la discontinuidad de un proyecto de largo aliento? ¿Podremos imaginar como sociedad contar alguna vez con un presupuesto blindado multianual, transexenal, gamificado, estratificado orientado realmente a fortalecer las escuelas y las comunidades de alta y muy alta marginación; a establecer un plan maestro de infraestructura y equipamiento; a buscar fortalecer la formación inicial y continua de los profesores; a atraer a los mejores profesionistas al ámbito magisterial; a revalorar la figura de los profesores en todos los niveles educativos, entre otros muchos aspectos necesarios y urgentes, más allá de propósitos electorales?
Sería una noticia espectacular para nuestro país, y probablemente un ejemplo para el mundo entero pensar en celebrar la mayoría de edad de la Secretaría de Educación Pública, a los 100 años de su creación, llevando a cabo una nueva cruzada vasconceliana, otorgándole una merecida autonomía al sistema educativo de nuestro país.
* Actualmente se desempeña en la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México como profesor, Coordinador del Centro de Enseñanza de las Ciencias, y como Secretario de Educación Abierta y Continua