La desigualdad de la que somos testigos es excesiva, intolerable e insostenible, lo que nos obliga a discutirla desde un posicionamiento no sólo económico sino ético y de justicia social, y nos conduce a preguntarnos cuánta desigualdad es o no aceptable, señaló Angélica Buendía, presidenta del Consejo Mexicano de Investigación Educativa.
En el marco del XV Congreso Nacional de Investigación Educativa, Buendía afirmó que en México hay 53 millones de personas viviendo la pobreza y 10 millones en extrema pobreza; las disparidades sociales y económicas son aún más contrastantes.
“Mientras que el Producto Interno Bruto per cápita crece a menos del 1% anual, la fortuna de los 16 mexicanos más ricos se multiplica por 5. La desigualdad y la pobreza se reflejan en la educación, la salud, la vivienda digna, la seguridad social, la alimentación, el grado de cohesión social y otros servicios públicos. Esta realidad cala profundamente en algunas entidades federativas del país como Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Veracruz y Puebla”, sentenció.
Durante su discurso, afirmó que este Congreso es necesario para analizar y debatir nuestra función como educadores e investigadores pero, principalmente, como ciudadanos.
Una reflexión que permanece es el significado que otorgamos a la educación. En mi andar como docente e investigadora, asumo a la educación como un proceso de transformación que responde a un contexto histórico-social y político, que libera, propicia la reflexión, desarrolla posturas críticas y sistemáticas, despierta la curiosidad, impulsa la creatividad, mejora las capacidades intelectuales y sociales, y propicia la comprensión de un mundo cada vez más complejo y diverso.
Recordó que la última reforma educativa aprobada el 15 de mayo, fecha emblemática para las y los educadores, elevó a rango constitucional la obligatoriedad y gratuidad de la educación mexicana que imparte el Estado, incluida la de nivel superior.
Ello significa, agregó, que corresponde al Estado, desde sus distintos órdenes de gobierno, garantizarla.
“¿Quién podría oponerse a tan noble propósito? El asunto pendiente es construir caminos y rutas que verdaderamente promuevan la equidad educativa en su más amplia acepción. Ni la meritocracia absoluta, ni la ampliación de espacios sólo como una respuesta inmediata discursivamente aceptable, ante la baja cobertura en la educación superior; suponen respuestas únicas. Las propuestas deben ser responsables y fundadas en el conocimiento del sistema y en el reconocimiento de la diversidad de los contextos y de nuestros estudiantes, en la posibilidad de abonar a la realización de sus sueños y a una vida digna y, al mismo tiempo, al desarrollo del país”, expuso.
Finalmente, afirmó que es necesario que el país, por la vía de un compromiso económico contundente y creciente, apueste por el desarrollo de la educación, la ciencia, la cultura, las humanidades, la tecnología y la innovación como una estrategia necesaria para resarcir la desigualdad social y económica que persiste desde hace varias décadas y, en consecuencia, contribuya a mejorar las condiciones de vida y el bienestar de las y los mexicanos.
“Si aspiramos a la concreción de una sociedad más justa y equitativa es indispensable el desarrollo y la consolidación de un proyecto de país y educativo que reconozca plenamente la diversidad en todos sus ámbitos, que se aparte de políticas gubernamentales, para transitar hacia la construcción de políticas públicas de Estado que se sustenten en el conocimiento, rompan con inercias y propicien una toma de decisiones informada que no responda a la improvisación y la ocurrencia”, concluyó.