La política práctica, el ejercicio del poder y la oposiciónde grupos subalternos no es lineal, es confusa, es un asuntode avance y retroceso, de negociación y logros incompletos.La Reforma Educativa del gobierno de Enrique Peña Nietoarroja enseñanzas relevantes.
Para unos, causó un daño terrible al magisterio, por eso hay que abolirla. Para otros, no pasó nada, fue pura propaganda sin consecuencias tangibles. No acabó con la herencia ni la venta de plazas, tampoco tocó la corrupción existente. Hoy voy a rebatir este último punto, dado que, si no causó efectos, entonces, ¿por qué hay fuerzas que quieren echarla para atrás? Para ello, un relato telegráfico de las pugnas de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación contra el gobierno de EPN y su reforma.
Ya he referido las negociaciones en la Secretaría de Gobernación que hoy el Poder Judicial arrojó al tonel de la ilegalidad. Lo que es poco conocido es otro tipo de negociaciones entre la CNTE —sus facciones, dicho con propiedad— con la SEP y cómo se redujo su acción política hasta 2018, cuando, al calor de la campaña presidencial, miró la posibilidad de retorno.
En el verano de 2015, el gobierno dio la vuelta de tuerca. En julio vino la “recuperación” del Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca, que incluyó cortar fondos a la disidencia y sacó a la Segob de las negociaciones. El gobierno trató y tuvo cierto éxito en romper el ciclo de movilización-negociación-movilización (MNM).
Con todo y conflictos, en noviembre de ese año se realizó la evaluación del desempeño docente, participó más del 90% de los maestros convocados. En los territorios de la CNTE el porcentaje fue menor, pero sí hubo maestros que intervinieron, aunque el gobierno los trasladó a otras partes. Cierto, la Policía Federal —nunca el Ejército— protegió las sedes de los exámenes de las embestidas de los grupos más radicales de la CNTE.
Tras los escarceos de 2015 se acabaron las negociaciones con el “pleno” de la CNTE. La SEP convocó y —aunque quizás a regañadientes— los grupos aceptaron arreglos discretos con el entonces secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, si bien seguían denostándolo en la plaza pública. El ajuste de rosca incluyó dar de baja a los maestros que no se evaluaron, a pesar de ser convocados. Ello endureció el mensaje de que la reforma iba en serio.
El evento trágico de Nochixtlán dio un respiro a la CNTE de mayo a agosto de 2016, cuando, de nuevo, hubo negociaciones en la Segob con el pleno de la CNTE. La SEP desconoció los acuerdos —lo que ratificó el Poder Judicial la semana pasada a insistencia de Mexicanos Primero— y volvió a fraccionar las negociaciones.
Consecuencias: en mayo de 2017 no hubo ni un día de paro. Entre abril y julio, normalistas de la comarca CNTE participaron en la evaluación para el ingreso a la carrera docente. En agosto, en Chiapas, Michoacán, Guerrero —incluso a egresados de Ayotzinapa— y Oaxaca se entregaron las plazas de ingreso en actos públicos, con incidentes leves. Pero la CNTE y los otros grupos del SNTE son tenaces, junto con burócratas (la mayoría colonizadores) inventaron trabas, impidieron que muchos maestros que obtuvieron su plaza pudieran acceder a ella o, ya dentro de las escuelas, los bloqueaban.
El efecto más notable: el ciclo escolar 2017-2018 inició sin paros ni incidentes. El primero desde 1993.
Irrefutable: el gobierno no logró desmantelar los controles corporativos de la CNTE ni de las otras facciones del SNTE, pero el progreso fue importante, a pesar del desgaste, las luchas interburocráticas (SEP-Segob) y las presiones externas.
En 2013, la CNTE, incluso con actos de violencia extrema, convocó a más de 60 mil maestros a “tomar” la Ciudad de México y mantuvo un plantón en el Zócalo por casi seis meses. En 2017 no se movilizó, fue el año de mayor avance de la reforma. Es más, en 2018, ya al calor de la campaña, la CNTE sólo pudo movilizar a unos cuantos cientos de maestros a la Ciudad de México y por menos de tres días. El gobierno logró romper su estrategia de MNM.
La política es de retruécanos. La CNTE quiere la eliminación absoluta de la reforma. La iniciativa del presidente López Obrador no le satisface —es neoliberal, dice— y ya puso en marcha su estrategia conocida. Otras facciones del SNTE se adhieren a la propuesta del Presidente, no para apoyarlo, pienso, sino para recuperar prebendas.
Conclusión: si no hubo avances, luego, ¿para qué extirparla? De que caló, caló.