“La técnica al servicio de la patria” ha sido el lema del Instituto Politécnico Nacional. Su fundación no puede sino asociarse al proceso de industrialización del México postrevolucionario que requirió de técnicos y profesionales capaces de sostener y ampliar la planta productiva del país. Su importancia fue tal que prácticamente 1 de cada 5 egresados en México durante 1970 fueron del “Poli”. El orgullo politécnico tenía asidero: no había rincón del país que no encontrara a alguno de los suyos involucrado en procesos industriales. También fueron egresados politécnicos quienes forjaron institutos tecnológicos en los estados. El IPN ha sido bastión de un sector que la iniciativa privada nunca llenó y nunca llenará.
Los intentos por cambiar el reglamento interno del IPN así como de algunos planes de estudio han encontrado una natural resistencia ante procesos carentes de diálogo y rendición de cuentas por parte de las autoridades, aderezados por una torpeza política asombrosa. La movilización de estudiantes y docentes habla mucho de un hartazgo ante imposiciones y simulaciones. No obstante, el conflicto actual en el Politécnico ofrece a su comunidad la oportunidad de definir qué institución desea ser y, con ello, definir el papel de la educación pública en el campo de las ingenierías y de los profesionales técnicos.
Los datos
El Politécnico se encuentra ante una realidad que dista de ser nueva en el país: hacen falta ingenieros y profesionales técnicos. En una investigación en proceso coordinada por Blanca Heredia (del que formo parte con la colaboración de Viviana Aragón y Cesángari López) se encontró que en 1950 había 17 mil 793 mil puestos de trabajo para ingenieros (y puestos profesionales técnicos asociados) y sólo 256 titulados de ingenierías en ese año. Para 2010, hubieron 2 millones 87 mil puestos y ese año se titularon 950 mil ingenieros y profesionales técnicos asociados. Notablemente además, de acuerdo con cifras oficiales, sólo 51.4 por ciento de quienes estudiaron ingenierías declararon realizar actividades laborales relacionadas con lo que estudiaron (2013).
La educación privada no es la respuesta. Si bien por ley las universidades privadas no pueden tener utilidades y deben reinvertir sus remanentes, lo cierto es que parten del supuesto de que son eficientes al maximizar la relación costo-beneficio. Así, de acuerdo a la investigación señalada, se ha encontrado que el aumento en la matrícula de las escuelas privadas no se ha dado en ingenierías ni ciencias (carreras que requieren fuertes inversiones en laboratorios y equipamiento elevando el costo por alumno), sino en humanidades, leyes y carreras administrativas. En todo caso, las ingenierías que las universidades privadas ofrecen son, principalmente, relacionadas con las tecnologías de la información.
Históricamente la excepción han sido el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey y la Universidad Iberoamericana; sin embargo, sus egresados (junto con los de las demás escuelas privadas) no alcanzan a cubrir el número de puestos nuevos que se han generado en ingenierías y profesionales técnicos asociados. De hecho, entre 2000 y 2010 se crearon un millón 489 mil puestos nuevos en ingenierías y profesionales técnicos asociados y en total egresaron 934 mil jóvenes en esas carreras acumulados en todo el periodo: 212 mil de escuelas privadas y los 722 mil restantes de escuelas públicas. Así, 555 mil puestos se cubrieron con técnicos de educación media y con profesionistas de carreras diferentes a las ingenierías y profesionales técnicos asociados.
De esta forma, el Instituto Politécnico Nacional definitivamente está llamado a formar más ingenieros. Pero también el Poli está llamado a crear opciones para jóvenes que difícilmente podrían concluir una carrera completa, pero que se beneficiarían enormemente de contar con conocimientos y habilidades adicionales a los que la secundaria o el bachillerato pueden ofrecerles. No debe ser un juego de suma cero.
La necesidad de contar con técnicos profesionales e ingenieros fue importante en los años 50 (lejos, muy lejos del neoliberalismo) y es importante ahora. Lo es porque las ingenierías se enfocan a algo muy simple y al mismo tiempo vital: resolver los problemas de la vida cotidiana. Desde cómo hacer que la comida no se eche a perder, hasta cómo hacer eficiente y sustentable la movilidad de una ciudad, pasando por la creación de alternativas para contar con energías renovables, hasta innovar técnicas para que pequeños productores hagan rendir mejor sus cosechas. Quien crea que las ingenierías sólo son para el servicio de las grandes trasnacionales, tiene una mirada completamente nublada. Fue cierto entonces, lo es ahora: la técnica puede estar al servicio de la patria.
¿Qué propuestas tiene la comunidad politécnica ante estos retos? Ojalá el conflicto actual sea una oportunidad para hacerse preguntas relevantes y actuar en consecuencia.
* Los datos ofrecidos en esta columna fueron presentados en el Symposium Mexico’s Education System in the 21st Century organizado por el Programa Interdisciplinario sobre Política y Prácticas Educativas del CIDE, el Center for Mexican Studies y el Teachers College de la Universidad de Columbia en la ciudad de Nueva York. Las presentaciones y videos pueden consultarse aquí.
* Nota: si bien el número de puestos de trabajo relacionadas con ingenierías y profesionales técnicos asociados históricamente han superado a los egresados en esas carreras desde los 50, la crisis de los 80 y 90 provocó que fuera el único periodo en que el número de egresados superara al de la creación de puestos de trabajo en tales áreas.
Publicado en Animal político