Por Elaine Weiss y Thomas W. Payzant
Cada tres años, los políticos estadunidenses esperan ansiosamente el lanzamiento de los resultados del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos, conocido como PISA. Mientras cualquier otra prueba, sin importar qué tan estricta sea, puede explicar sólo de forma limitada nuestro sistema educativo, PISA ofrece perspectivas únicas, y prueba la habilidad de los estudiantes para aplicar los conocimientos, tanto dentro como fuera de la escuela. El examen es tomado únicamente por niños de 15 años de edad, por lo que se considera como una muestra decente para medir la “preparación para la universidad y de licenciaturas”, que se ha convertido en el centro de los debates actuales sobre la educación.
La noticia para el 2013 para los Estados Unidos es, básicamente, que el país cae justo en medio de la prueba, como lo ha hecho durante varias décadas. El Departamento de Educación de Estados Unidos y sus aliados utilizaron estos índices para argumentar que las escuelas de Estados Unidos están “estancadas” y que deben avanzar en las reformas específicas para arreglar el problema. Sin embargo, los resultados en promedio pueden oscurecer el panorama y causar confusión, más que informar. De hecho, los resultados de los estados individuales que tienen sus propios rankings de PISA, ofrecen una visión más clara y relevante para las políticas estatales, a diferencia de la clasificación general de Estados Unidos. Esto tiene sentido ya que la educación en EU se parece más a un mosaico diverso que a un sistema unificado. La inversión pública en las escuelas y en los estudiantes y sus familias, varían mucho por estados, al igual que otras políticas que pueden aumentar o reducir puntuaciones. Por suerte este año tres estados recibieron clasificaciones individuales PISA, como si fueran países independientes. Esto puede ayudarnos a conectar los puntos entre las disparidades y los resultados del examen.
Massachusetts es un buen ejemplo, pues si se considerara como un país, clasificaría en sexto lugar en el examen de lectura, entre los 65 países y economías incluidos, detrás de Singapur, Japón, Corea y las regiones chinas de Shanghái y Hong Kong. Sus estudiantes clasifican justo por encima de Finlandia y Canadá, que son considerados como algunos de los mejores lectores del mundo. A pesar de sus calificaciones de matemáticas que son ligeramente inferiores, Massachusetts se alinea con Bélgica y Alemania, y está por detrás de Finlandia y Canadá, ocupando el lugar 16 de los 65 países. En ciencia, Massachusetts ocupa el undécimo lugar, por delante de Canadá y Alemania. Connecticut, el segundo de los tres estados con sus propios índices, cae justo detrás de Massachusetts, ocupando el noveno lugar en lectura, el 18 en matemáticas y el lugar 17 en ciencias.
Por otro lado, los estudiantes en Florida se encuentran en el rango inferior a la media del país en las tres categorías. Ocupan el lugar 27 en lectura, por delante de Austria, pero detrás de la República Checa. En ciencia, Florida ocupa el lugar 38, por detrás de España, Portugal e Italia, y justo por delante de Eslovenia. Las calificaciones de matemáticas en ese estado son los más preocupantes. Si Florida fuera un país, sería clasifica número 41 de 65, por detrás de Croacia y diez puntos por debajo de Hungría.
¿Cómo podrían estos resultados más matizados convertirse en información válida para las políticas? El Departamento de Educación aboga por elevar los niveles académicos, utilizando los resultados de los exámenes para evaluar a los maestros, y para instrumentar políticas que intentan dar un giro al nivel educativo en las escuelas, que incluyen el despido de personal, el cierre de instalaciones, o la opción de convertirlas en escuelas chárter (escuelas públicas con mayor libertar que les permite ser innovadoras en la enseñanza). Recientemente, se ha priorizado aumentar la calidad de la educación temprana de la niñez. Si Massachusetts es un buen indicador de lo que funciona, los altos estándares ayudan. Sin embargo, los beneficios que dan los altos estándares, dependen mucho de la base integral del estudiante, familia y escuela, en las que se cimenten dichos estándares. Lo mismo aplica para dar un giro al nivel educativo en las escuelas, en donde han habido años de inversión para garantizar acceso a programas de calidad en maternal, servicios de salud física y mental, y donde se ha generado apoyo adicional para los maestros que trabajan en escuelas con dificultades financieras, parecen ser ingredientes clave para el éxito en dichos estados.
Florida se encuentra en un lío muy diferente. No sólo los maestros, sino escuelas enteras se evalúan mediante exámenes. De hecho, el Estado contrató a Tony Bennett para implementar su concepto -basado en Indiana- de dar calificaciones de A a F en las escuelas. Tiene el séptimo porcentaje más alto de estudiantes en escuelas chárter, casi seis por ciento, en comparación con un promedio nacional de 3,6 por ciento. Ha emprendido una vigorosa campaña para cerrar escuelas de bajo nivel -la mayoría al servicio de estudiantes de bajos ingresos y de minorías-. Su programa de maternal es de tan mala calidad que Steve Barnett, del Instituto Nacional para la Investigación de la Educación Temprana, duda que merece la etiqueta de pre-kindergarten.
Otro factor que distingue estos a estados, es el ingreso promedio de sus habitantes. En 2011, Connecticut se posicionó en el cuarto lugar de los 50 estados, con un ingreso anual familiar promedio de $65,753 ($850,000 MN). Massachusetts le siguió, con un ingreso promedio de $62.859 ($815,000 MN) anuales. Florida, en cambio, se ubicó en el puesto 37, con un ingreso de tan sólo $44.299 ($575,000 MN). Mientras los altos ingresos en sí no conducen los resultados de los exámenes, refleja la educación y empleo de los padres, entre una gama de variables que interactúan entre sí que influyen fuertemente en el logro educativo. Por otra parte, estas grandes disparidades de recursos se ven agravadas por las decisiones de los estados con respecto a la forma en que se utilizan. El financiamiento escolar equitativo que impulsa los resultados de la prueba PISA, también varía mucho entre los estados. El Centro de Derecho de Educación ubica a Connecticut y Massachusetts en un nivel ligeramente superior a la media a nivel nacional, mientras que Florida es uno de los únicos tres estados que recibe calificaciones bajas en los cuatro indicadores principales, por lo que es uno de los estados menos equitativos.
Estos hallazgos fungen como reflectores sobre las brechas de oportunidad para reducir la distancia en el rendimiento entre los estados (así como dentro de los mismos). Así, generan un caso concreto para darle un enfoque más audaz y más amplio a la educación en todos los niveles, fomentando la rigurosa instrucción que enriquece a todos los estudiantes, y genera un apoyo integral que ayuda a aliviar los impedimentos de aprendizaje relacionados con la pobreza. El financiamiento escolar equitativo puede promover que se cierren brechas de inequidad y las políticas educativas no deben girar en torno a aumentar los puntajes en PISA -o cualquier prueba.- Más bien se debería tomar prestada una página del libro de políticas educativas de Massachusetts -la más amplia y más audaz de cualquier estado- que ayudaría a mejorar la vida de los futuros estudiantes con posibles desventajas. Y si los puntajes de PISA suben también, ciertamente no sería un mal indicador.
Elaine Weiss es el coordinador nacional del Broader, Bolder Approach to Education (BBA). Es miembro del Centro de grupo de trabajo de Control de Enfermedades enfocado en el abuso infantil, y se ha desempeñado como asesor voluntario para los clientes de la Clínica Legal de Washington para las Personas sin Hogar.
Thomas W. Payzant es vicepresidente de BBA y el ex-superintendente de Escuelas Públicas de Boston, 1995-2006.
Traducción: Daniela Constantini. Educación Futura
Nota original en:
http://www.huffingtonpost.com/elaine-weiss/pisa-implications_b_4441077.html?utm_hp_ref=tw