Circula en Internet una carta dirigida a la OCDE y firmada por alrededor de 100 académicos algunos de ellos con mucho prestigio internacional que critica duramente a la prueba PISA. En resumen la carta dice:
- Los resultados de la prueba PISA influyen, profunda pero equivocadamente, en las prácticas educativas de muchos países. Tal es el caso de la importancia del status y prestigio de la profesión docente que varía entre las culturas y que no se mejora con políticas de corto plazo. Los cambios en práctica educativa requieren décadas para fructificar.
- El ranking de PISA tiene consecuencias negativas pues, a pesar de que las pruebas estandarizadas han sido criticadas por muchas décadas, PISA ha incentivado la utilización de más pruebas y dramáticamente aumentado la dependencia en medidas cuantitativas imperfectas de medición.
- Al enfocarse en algunos aspectos medibles de la educación PISA distrae la atención sobre la medición de otros aspectos como educación física, moral, civismo y desarrollo artístico, desvirtuando el verdadero objetivo de la educación.
- Preparar a jóvenes para un empleo remunerable, como uno esperaría en la mira de la OCDE, no es el único ni principal objetivo de la educación pública que también debe preparar a los jóvenes para la democracia, autogobierno, acción moral, y una vida de desarrollo personal, crecimiento y bienestar.
- A diferencia de la UNESCO y UNICEF la OCDE no tiene el mandato de mejorar la educación y la vida de los niños del mundo. Por tanto, para un mandato diferente, más económico que educativo, la OCDE en el tema PISA, ha entrado en alianzas con empresas multinacionales de lucro, que pueden beneficiarse de los déficits desenterrados por PISA.
- PISA ha aumentado aún más el nivel de estrés de las escuelas lo que pone en peligro el bienestar de estudiantes y maestros.
- Estos acontecimientos entran en conflicto abierto con principios ampliamente aceptados de buenas prácticas educativas y democráticas.
- Ninguna reforma debiera basarse en una medición estrecha de calidad ni ignorar la importancia de factores no educativos, dentro de los cuales destaca la desigualdad socioeconómica.
La misiva hace las siguientes recomendaciones:
- Desarrollar informes alternativos a listas de ranking menos sujetos a interpretaciones sensacionalistas. Comparar los resultados de países en desarrollo con países desarrollados con diferentes fines educacionales, no hace sentido, además de que exhibe a la OCDE con reproches de colonialismo educativo.
- Abrir la participación de más grupos en la elaboración de las pruebas y la definición de cómo evaluar a los niños y jóvenes de 15 años de edad. Hasta ahora los involucrados provienen de psicometría, estadística y economía. Ellos y muchos otros, como padres de familia, educadores, administradores, líderes comunitarios, estudiantes, y expertos de áreas como antropología, sociología, historia, filosofía, lingüística, artes y humanidades merecen un asiento en la mesa. Se deben incluir, también, a personas y organizaciones cuyas misiones sean la salud, desarrollo humano, bienestar y felicidad de estudiantes y maestros.
- Admitir la supervisión de grupos internacionales independientes para sopesar cargos de sesgos y comparaciones injustas.
- Eliminar la siguiente ronda de aplicación de PISA [2015] con el objeto de debatir los puntos anteriores.
La carta termina con lo siguiente: asumimos las sinceras intenciones de los expertos de PISA. Sin embargo, el foco reduccionista de la OCDE sobre pruebas estandarizadas arriesga a la educación a un tráfago que aniquile el gozo del aprendizaje. La OCDE ha asumido el poder de moldear la política educativa del mundo sin debate acerca de la necesidad o limitaciones de los objetivos de la OCDE. Estamos profundamente preocupados de que la medición de una gran diversidad de tradiciones educacionales y culturas usando medidas individuales, reduccionistas y con métricas sesgadas, pudiera, al final del día, ocasionar un daño irreparable a nuestras escuelas y estudiantes.
La carta y reacciones a la misma han circulado en las redes y en los medios como el famoso rotativo The Guardian.
En mi opinión, no se trata de decir no a PISA o a todas o cualquier medición estandarizada, pero sí de destacar, denunciar o resaltar el mal, equivocado o injusto uso de sus resultados, ya sea por debilidades estadísticas, pedagógicas o de política pública.
México participa en PISA, sigue religiosamente las recomendaciones de la OCDE y ha atado su reforma educativa a un ranking. El debate educativo mundial de qué hacer y cómo medir la educación y el aprendizaje, a partir de los nuevos escenarios científicos del siglo XXI, apenas empieza.
Los dimes y diretes de lo bueno y lo malo de las reformas educativas de moda deben llegar a México para matizar el frenesí por mediciones estandarizadas y orientar la discusión a temas profundos de la educación y el aprendizaje; y a temas que sin tocar lo educativo (desarrollo, equidad, buen gobierno y transparencia) impactan el resultado educativo con más poder que la debilitada política educativa.
Por atender temas sensacionalistas, (ranking, buenos o malos maestros, premios y castigos, regalos de artilugios a destajo, escuelas de tiempo completo, medición sin límites) no mejoramos la educación desde la raíz y una vez más corremos el peligro de ver pasar el tren de las verdaderas y auténticas reformas, frente a nosotros.
¡El tren nunca sale a tiempo excepto cuando uno llega tarde!