Dra. Delma Cecilia Martínez Muñoz
CENTRO INTERNACIONAL DE PENSAMIENTO CRÍTICO EDUARDO DEL RÍO “RIUS”
CINPECER CLACSO
El miedo, el sometimiento, el fanatismo, históricamente han sido poderosos dispositivos de control. Es por ello que la absurda propuesta denominada Pin Parental que poco a poco se plantea en los diversos congresos estatales mexicanos, representa una puerta al oscurantismo.
Bajo el discurso de que los hijos e hijas son “propiedad” de sus progenitores, se ventilan todo tipo de incoherencias y opiniones cargadas de odio para posicionar el Veto parental entre las familias mexicanas. La propuesta anticonstitucional de que padres y madres de familia puedan vetar contenidos educativos de clases, actividades, talleres, etc. o elegir la no asistencia de sus hijas e hijos, cuando éstos no coincidan con sus “convicciones éticas, morales o religiosas”, hecha por tierra todas las luchas y conquistas históricas en materia de Derechos Humanos y Educación Laica.
Esta propuesta importada del partido de ultra derecha Vox de España, fue tomada por algunos estados mexicanos desde las bancadas conservadoras y han venido haciendo iniciativas para modificar las Leyes Estatales de Educación, violentando con ello la Constitución mexicana y sus principios fundamentales.
Es obvio que hay una agenda de los grupos conservadores, con un despliegue organizativo que no descansa, que se alinea, que cuenta los mismos discursos y además tiene el apoyo empresarial y religioso, pretendiendo así posicionarse para mantener esta asimetría en el mundo.
El veto parental además está resultando un dispositivo de confrontación muy importante en este momento político en México, de cara a las elecciones en algunos Estados, sumando a ello el abierto frente de ciertos grupos contra el actual proyecto del Gobierno Federal.
Poco tiempo tardará en que esta iniciativa escale a toda Latinoamérica y haga rupturas donde pueda hacerlas, los supuestos “derechos de los padres a elegir la educación” serán el pretexto. Este Pin (veto) es un Botín político, es un instrumento para alcanzar la privatización educativa y además perpetuar su poder ideológico. El veto parental es realmente un PIN ELECTORAL que atraerá votos del conservadurismo para ganar cargos políticos.
Las principales banderas utilizadas para ganar adeptos a favor del Veto Parental son temas que consideran “inmorales” como la educación sexual y reproductiva, la diversidad sexual y la perspectiva de género, pero además dentro de aquel famoso marco de “convenciones éticas, morales o religiosas” de una familia, caben muchísimas ideas como: antivacunas, terraplanistas, creacionistas, homobóficos, xenofóbicos, aporofóbicos… y todo lo que se les ocurra pues las posibilidades de veto son tan infinitas como número de familias se atienden en los espacios escolares.
Uno de los principales componentes que venden como aporte científico en sus discursos y “materiales educativos” es la perspectiva de hombre y mujer, que hace referencia al binarismo macho-hembra, desde un punto de vista muy básico y primario, universalizante, estático, que niega incluso una propia realidad biológica como las personas intersexuales.
Existe una clara confrontación a la perspectiva de género, la cual se han empeñado en denominar “ideología de género”, acusándola de adoctrinar a las niñas y niños en antivalores, promoviendo supuestamente la homosexualidad, el aborto, la promiscuidad, las relacione sexuales sin amor, las familias diversas. Todo aquello que hoy llamamos DERECHOS.
Negar el rigor científico de la teoría de género y de la perspectiva de género, es una muestra más de sus falsos criterios basados en opiniones simplistas y sentido común. Cuando niegan la perspectiva de género, niegan por supuesto el sistema capitalista patriarcal que otorga privilegios y/u opresión por cuestión de sexo o identidad sexual, negando que la forma en que se vive la corporalidad de la mujer, del hombre, de las identidades sexuales son distintas. Se invisibilizan los roles y estereotipos otorgados por la construcción histórica de un prototipo aristotélico de hombre: joven, blanco, amo, heterosexual, que anula todo lo que no cabe en esa definición.
Bajo el lema de “A mis hijos los educo yo”, habita un submundo de impunidad, discriminación, violencia estructural y barbarie, pero habita también una visión hegemónica que pretende hacernos creer que todas las familias viven en la opulencia, la armonía, el amor, etc. Sin embargo hay otro lado de la moneda, el de esos hijos e hijas que habitan en el horror de las estadísticas.
Según la Declaración de Phumzile Mlambo-Ngcuka, Directora Ejecutiva de ONU Mujeres del 6 de abril del 2020, ya antes de que existiera el COVID-19, la violencia doméstica era una de las violaciones de los derechos humanos más flagrantes. En los últimos 12 meses, 243 millones de mujeres y niñas (de edades entre 15 y 49 años) de todo el mundo habían sufrido violencia sexual o física por parte de un compañero sentimental, recrudeciéndose la situación con el avance de la pandemia.
De acuerdo con las cifras de enero a mayo del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) en México, durante el confinamiento se registró un incremento del 6% en víctimas de feminicidio y homicidio doloso.
Según Fuentes de la Secretaría de Protección y Seguridad Ciudadana en México, la violencia de género en todas sus modalidades aumentó en delitos de 147 a 295, en marzo de 2020, respecto al mismo mes de 2019, así como un incremento del 60.7% de las llamadas de emergencia relacionadas con incidentes de violencia contra la mujer respecto al año anterior.
Podríamos seguir enumerando cifras, pero considero que hasta aquí ya podemos sepultar en el absurdo la frase “A mis hijos los educo yo”.
La niñez y las juventudes necesitan una educación basada en Derechos Humanos, con perspectiva de género, que les provea del conocimiento necesario para la detección de las violencias que viven y puedan así prevenirlas y sancionarlas. Pero sobre todo que les brinde la posibilidad de construir un mundo diferente a este mundo que les estamos dejando, llego de desigualdad y miseria.
Como maestra, en estos 21 años de ejercer la militancia pedagógica feminista, he detectado múltiples casos de violencia, abuso sexual, omisión de cuidados, redes de pedofilia, pornografía infantil, intentos de suicidio, depresiones por discriminación familiar respecto a su orientación sexual. Es innegable que el veto parental abre la puerta a la impunidad, pues la mayoría de esos casos se detectaron después de una clase abordada desde los derechos humanos y con perspectiva de género feminista.
Además de la violación de los derechos de la niñez y de la juventud, el veto tiene múltiples implicaciones pedagógicas, dentro y fuera de las aulas, para las y los maestros añade complicaciones laborales. Imaginen la excesiva carga administrativa, las múltiples planeaciones, las diversas evaluaciones, el estrés en las aulas, la desprofesionalización, el deterioro de los ambientes de aprendizaje, los guetos ideológicos, la escuela como la agente de socialización habrá muerto.
Es innegable que se moverían dramáticamente las dinámicas de clase, quizá muchos colectivos escolares optarían por ya no abordar temas de Derechos Humanos, Educación Sexual, Diversidad sexual, etc. para no generar situaciones problemáticas, dejando así en la total indefensión a las y los estudiantes, que muchas veces tienen a la escuela como su único refugio.
Maestras y maestros, seríamos focalizados, perseguidos, señalados por dar temas “que no atienden las convicciones éticas, morales y religiosas”. Generando con ello una nueva cacería de brujas, ahora en las escuelas y en pleno siglo XXI.
Pero más allá de todo, por encima de todo, está el interés superior de la niñez y la juventud. No permitamos que avance esta idea que devuelve la humanidad a su época más oscura.
#NOALPINPARENTAL