Juan E. Pardinas / IMCO
Hay 14 millones de mexicanos con cuentas activas en el sistema de retiro llamado Afores. Si tú eres un trabajador asalariado de la economía formal, ahí tienes un ahorro acumulado para los años de jubilación. También hay 150 mil trabajadores de Pemex en activo y 70 mil retirados con el sistema de “me pensiono yo, pero pagas tú”. Las millones de cuentas de Afore han generado un ahorro equivalente al 12% del PIB. Los empleados de Pemex no han ahorrado nada para su retiro porque ni la ley, ni su contrato colectivo se los exigen. Ese derecho a la pensión, sin obligación de contribuir a su financiamiento, ha generado una deuda de 10% del PIB, si se suma a los trabajadores de CFE. Los asalariados de la economía formal aportamos a la base del ahorro nacional. A la inversa, los empleados del sector energético hacen más profundo el endeudamiento público.
¿Quién debe pagar por esta deuda adicional? ¡Nosotros, los dueños de Pemex y CFE! A lo largo del tiempo, todos los contribuyentes y ciudadanos mexicanos tendremos que apoquinar cerca de 14 mil pesos por cabeza para cubrir este pasivo. No tenemos que juntar el dinero para mañana, pero es un saldo que se habrá de cubrir a lo largo del tiempo. Sucesivos gobiernos y legislaturas han sido mucho más proactivos en defender los privilegios de los trabajadores petroleros que los derechos de los contribuyentes. Los intereses creados, como el gremio petrolero, están muy bien representados en el Congreso. ¿Tienes acaso un senador como Carlos Romero Deschamps o un diputado como Ricardo Aldana que cuide de tus impuestos con tanta vehemencia y dedicación?
Los infantes que asisten a las 20 mil escuelas públicas sin baño que hay en el país, también hacen un sacrificio para poder cubrir las pensiones de Pemex y CFE. Los jóvenes que no encuentran espacio en prepas y universidades ven que el presupuesto no alcanza para darles una oportunidad de estudiar. El pasivo de las pensiones energéticas equivale a 48 años de presupuesto de la UNAM. Con ese dinero podríamos duplicar la capacidad de la universidad pública más grande de México por medio siglo. Sin embargo, esos recursos tendrán que ser usados para sanear las obligaciones contractuales de nuestro gigante petrolero.
Con o sin reforma energética, este monumental compromiso de pago se tenía que saldar para darle viabilidad a Pemex. La empresa nacional de petróleo estaba a punto de convertirse en un gigantesco fondo de pensiones con experiencia en explotación y perforación de pozos. La Secretaría de Hacienda sostiene que la decisión de reformar o no el régimen pensionario es solo de la empresa y de los trabajadores. Tú, lector, pagas de tu bolsillo este régimen de privilegios, pero no tienes a nadie que abogue por impulsar un cambio urgente en el modelo griego de pensiones que asfixia a Pemex.
Aquí, el orden de los factores sí afecta el producto. Si los ciudadanos tuviéramos algún peso en las decisiones de la vida pública, primero, ocurría la reforma al sistema de pensiones y, luego, se ofrecería el rescate financiero. Cuando Lázaro Cárdenas nacionalizó el petróleo, la expectativa de vida de los mexicanos rondaba los 40 años, hoy es de 75 primaveras. Jubilarse a los 55 años con 100% del salario, sin haber aportado un solo peso durante su vida laboral, es un derecho adquirido por los trabajadores pero también un privilegio otorgado por el sistema político. Este esquema convierte al Estado mexicano en un régimen de tratos preferenciales. El mayor privilegio de los líderes petroleros no es su generoso sistema de pensiones sino la impune capacidad de vivir y operar muy por encima de la ley. Esto lo sabe muy bien Carlos Romero Deschamps, pero lo sabe mejor Elba Esther Gordillo.
Publicado en Reforma