Osiris Robledo
Comenzaré esta redacción realizándote la invitación de traer a tu mente lo que conozcas sobre pensamiento de diseño y educación: ¿se interconectan estas prácticas?, ¿cómo podemos mirar la educación bajo el lente de la metodología del pensamiento de diseño?, ¿y cómo esto se traduce en un aprendizaje profundo?
La esencia del pensamiento de diseño es resolver alguna problemática a través de un proceso que, de manera generalizada, comienza por hacernos conscientes de nuestro propio punto de vista y prepararnos para iniciar un ciclo de práctica-aprendizaje.
En este ciclo, habilidades como el entendimiento, la ideación y el prototipado se vuelven claves para encontrar y construir respuestas, al tiempo que la iteración no solo es permitida, sino necesaria para la mejora de los procesos y resultados, finalizando con el escalamiento de esos resultados para ponerlos al servicio de la sociedad. De este proceso rescato tres habilidades, las cuales considero lo hacen auténtico y disfrutable: la empatía en el proceso de entendimiento, la creatividad en la ideación y la iteración en el proceso de prototipado.
La naturaleza fluctuante de la vida, aunado al actual contexto que presenta retos tan enormes como una deshumanización en exceso, órdenes políticos, económicos y sociales desmoronándose, acentúan la necesidad de desarrollar estas habilidades que, en efecto, nos permiten afrontar los cambios que se nos presentan con mayor resiliencia y adaptabilidad.
Para continuar con el propósito de esta breve redacción, me gustaría que hiciéramos una pausa y reflexionemos sobre, ¿cuánto pesará el cúmulo de experiencias educativas que tenemos y en las que se han hecho presentes la empatía, creatividad e iteración?, o en su defecto, ¿cuántas veces tuvimos que hacerlas a un lado para simplemente seguir órdenes como parte de un proceso de aprendizaje?
Es una realidad que, después de tantos años de existencia, el sistema escolarizado sigue siendo una estructura que deteriora y obstaculiza el criterio propio. En él, hemos aprendido a que nos enseñen, hemos aprendido a obedecer, características ciertamente lejanas a lo que supone el pensamiento de diseño.
¿Qué pasa cuando habilidades como la empatía, creatividad e iteración se hacen presentes en las formas de experimentar la educación?, estamos gestando un espacio en el que las condiciones favorecen la generación de un aprendizaje profundo.
El aprendizaje profundo, en palabras del Dr. Santiago Rincón-Gallardo, “es fundamentalmente el proceso y el resultado de dar sentido a cuestiones que nos importan. Aprender a aprender. Supone asumir la responsabilidad de decidir por ti mismo en función de tus valores, conocimientos, contexto, cultura, intuición; qué es bueno y qué no, qué es bello y qué no” definiéndolo también como una práctica de libertad, que nos permite superar obstáculos como el miedo a equivocarnos, hacer preguntas y mostrarnos vulnerables; por lo que no solo es un proceso cognitivo, sino emocional.
Y en estas características podemos identificar la interconexión entre el pensamiento de diseño y el aprendizaje profundo, pues ambas se desarrollan basadas en el propio interés e involucramiento activo, parten de un entendimiento de la realidad para explorar posibilidades, y las dudas y errores se entienden como parte imprescindible del proceso.
Como agentes de cambio educativo, sabemos que es importante mantenernos en un camino continuo de aprendizaje, por ende hacemos presente nuestro rol de aprendices al cuestionarnos: ¿cuál es el propósito del aprendizaje?, ¿de la educación? y, ¿qué rol nos corresponde tomar para reconstruir nuestra sociedad, con miras a su mejora?
Lo cierto es que podemos empujar nuestros propios límites para reivindicarnos en nuestro rol como aprendices, capaces de aceptar y superar nuestros errores, de poner en práctica nuestro pensamiento creativo; alejándonos de la dependencia, sumisión o privación de la libertad.
Debemos permitirnos reconocernos en constante transformación. El mundo no es estático, tampoco las ideas y acciones lo son. Esto lo sabemos y experimentamos a diario, sin embargo, por alguna extraña razón continuamos realizando planes lineales, viviendo en rutinas que se van convirtiendo en estructuras rígidas y pesadas que nos hacen perder perspectiva de la realidad social y de nuestras posibilidades de transformación personal y colectiva.
Para concluir esta breve redacción, me gustaría recuperar las siguientes palabras de Albert Einstein: “El mundo que hemos creado es un proceso de nuestro pensamiento. No se puede cambiar sin cambiar nuestra forma de pensar”, a manera de recordatorio para no olvidar poner en práctica características tan humanas como la empatía, creatividad e iteración, no solo en nuestras experiencias educativas, sino en nuestra cotidianidad, a modo de dar relevancia y resignificado a nuestra propia experiencia de vida y aprendizaje.
Acerca de la/el autor
Osiris Robledo es actualmente Directora de Diseño y Comunicación en Radix Education, desde donde despliega una visión integral del diseño y la firme convicción de aplicarlo como herramienta para co-crear e implementar soluciones de impacto social.
Cursó la licenciatura de Diseño Industrial en la Universidad Autónoma Metropolitana y la Maestría en Liderazgo y Educación en Enseña por México, en donde desarrolló proyectos de mejora educativa explorando las posibilidades pedagógicas del diseño en la primera infancia, transformando espacios educativos en ambientes de aprendizaje para incentivar la libertad de exploración y el pensamiento creativo.