En su edición bisiesta, Reforma publicó un anuncio de fuentes oficiales de la SEP: “El esfuerzo de los maestros se verá reflejado en sus ingresos. Más de 10 mil profesores que obtuvieron resultados destacados o de excelencia en la Evaluación de Desempeño Docente recibirán un incremento de 35 por ciento a su sueldo base. Además, tendrán un acceso preferencial a créditos de vivienda y personal del ISSSTE”.
Es problema anunciado conceder estos beneficios con base en un instrumento de incierta confiabilidad y validez. Una vez concedidos, pueden convertirse en derechos adquiridos no retirables para unos cuantos y desánimo para muchos.
Eduardo Backhoff, consejero de la Junta de Gobierno del INEE, en un texto publicado en El Universal, a finales de 2015, escribió: “está por verse en qué medida la información empírica proporcionada por los docentes sustenta la validez técnica y pertinencia educativa de los instrumentos utilizados”…el análisis de la calidad de los instrumentos, de su administración y de las condiciones sociales en que se llevó a cabo, que debe realizar el INEE pronto… se podrán identificar errores y poderlos subsanar a fin de mejorar el proceso de evaluación docente”. Admite que si fuera necesario, “habrá que hacer un alto en el camino … (para) asegurar que los resultados de la evaluación del desempeño sean válidos y pertinentes, antes de tomar decisiones con base en ellos”.
Desafortunadamente, decisiones ya se tomaron, y a menudo lo que se sabe que no debe hacerse es exactamente lo que corriendo se va a hacer. De un momento a otro el examen de evaluación de desempeño, de ser un instrumento en vías de perfeccionamiento sin terribles consecuencias (supuestamente nadie que se presenta a la evaluación será cesado) se convierte en una prueba que permitió al 8% de los maestros mexicanos lograr beneficios tangibles y un estatus elevado en el cuerpo docente. Y esto alcanzaron sin siquiera ser observados en el salón de clases. La incierta validez de la Evaluación de Desempeño Docente se ubica precisamente en que nadie ha podido afirmar contundentemente que ser diestro en contestar preguntas de opción múltiple efectivamente identifica a un maestro capaz de encender la chispa de aprendizaje en alumnos diversos.
Si se pretende retribuir a los maestros destacados, por lo menos habría de triangular los resultados de varios instrumentos de evaluación para identificarlos. Usar, como no, la Evaluación de Desempeño Docente, junto con observaciones en el aula por expertos pedagogos y los resultados de encuestas de padres de familia y estudiantes, por ejemplo.
Darles a los profesores destacados un 35% más en salario y acceso a líneas de crédito, como no, pero a cambio de trabajos adicionales que tienden a elevar el nivel de aprendizaje del plantel: ser mentores para maestros novatos, o coordinadores de su Consejo Técnico Escolar. No hacer pagos extras a perpetuidad por salir bien en un examen determinado. En vez de premiar ejercicios individuales que sirven para revelarse entre la soledad de una multitud de examinados, usar los pagos adicionales como palanca para potenciar los actos y las actitudes que fomenten el liderazgo y el trabajo colaborativo a favor de la calidad educativa.
La Ley de Campbell afirma, “cuanto más utilizado sea un determinado indicador social cuantitativo para la toma de decisiones, mayor será la presión a la que estará sujeto y más probable será que corrompa y distorsione los procesos sociales que, se supone, debería monitorear” (Wikipedia). Ya vimos la corrupción de un instrumento para medir el desempeño académico de los estudiantes cuando ligaron buenos resultados en el ENLACE con bonos económicos para los profesores. Aprendamos de los errores y no repitamos la misma historia con la Evaluación de Desempeño Docente. Bajémosle el nivel de presiones sobre el indicador para evitar mayor corrupción del proceso.
Doctor en Liderazgo Educativo por la Universidad de Alabama. Profesor y Director de distintos colegios en América Latina.
Twitter: @ejspin