Pese a que en sus constantes discursos y entrevistas a los medios de comunicación, Aurelio Nuño – aún Secretario de Educación en nuestro país –, ha declarado que las escuelas de los diferentes niveles que integran el Sistema Educativo Mexicano (SEM), se encuentran en condiciones para que los alumnos y profesores regresen a sus clases después de los estragos que dejaron los pasados sismos, del 7 y 19 de septiembre en varias entidades del país. Los hechos, las evidencias, vaya, las cosas en este sentido, no son como este funcionario las pinta; y es que son varias las quejas de maestros, padres de familia e, incluso, de los propios estudiantes, que a diario observamos en diversos espacios – redes sociales por ejemplo – o bien, de las que cotidianamente somos testigos dado nuestro diario andar por esas instituciones educativas.
Y, para acabarla de amolar en medio de todo este embrollo, en la reciente comparecencia de Nuño en ambas Cámaras, la de Senadores y Diputados, el Secretario en comento, justificó la renta de un inmueble cuyo valor asciende a los más de 30 millones de pesos (mensuales) dadas las afectaciones que a decir de él, y no con base en un dictamen – o al menos yo no lo conozco y dudo que muchos lo conozcamos –, sufrieron varios edificios en los que algunos funcionarios de la SEP despachaban hasta antes de los movimientos telúricos.
No sé qué piense usted al respecto pero, desde mi perspectiva, ésta es una muestra más de la forma a través de la cual, la desigualdad en materia educativa se hace evidente. Y es que mire usted, no acaba de comprenderse el por qué las cientos de escuelas que se vieron afectadas por los sismos, no tengan la posibilidad de rentar un inmueble para que los alumnos puedan contar con las condiciones necesarias e indispensables para que reciban clases pero eso sí, para que ciertos funcionarios despachen cómodamente en una oficina, se hace prioritario el que se tenga que alquilar un edificio por más de 30 millones de pesos. Haga usted sus cuentas, no sólo por lo que la renta del inmueble pueda representar, sino por el traslado que implica cambiar de un lugar a otro “las oficinas” gubernamentales. ¿Qué pasa en Morelos, Oaxaca, Puebla, Estado de México y en la propia Ciudad de México, por ejemplo?, ¿por qué las reacciones violentas de los padres de familia ante las inoperantes acciones que han tomado las autoridades federales y locales en esta materia?, ¿por qué se sigue manejando un doble discurso que en nada ayuda a solucionar el conflicto?
Las respuestas a tal interrogante parecen ser sencillas de responder, y así es. La simulación y el maquillaje, así, por encimita, es lo que ha caracterizado a este gobierno y a la gestión del Secretario de Educación en turno. Hechos para sustentar mis dichos son muchos; en este y otros espacios he dado cuenta de ello. Vamos, para nadie es desconocida, la cantidad impresionante de dinero que Nuño ha gastado con la idea de posicionar su imagen ante el electorado mexicano, así como también, para hacer creer a la ciudadanía que la educación va mejorando en un país donde las desigualdades sociales y, como en este caso, las educativas, es más que evidente.
¿Por qué ya no se ha hablado desde la SEP de la evaluación para el ingreso al servicio o de la del desempeño docente, cuyo carácter punitivo ha quedado una y otra vez demostrado cuando en las entidades se siguen cometiendo una serie de arbitrariedades que difieren de lo que la norma establece? Claro, esto ya no les conviene, porque el 2018 se aproxima y, en próximos días, conoceremos quién será el candidato que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) impulsará para la silla grande, y Aurelio Nuño, sigue levantando la mano.
Dese cuenta, hasta el momento en que cierro estas líneas, desde la parte oficial, se está preparando toda una estrategia para que en los próximos meses, se hable hasta el hartazgo de los grandes logros de este gobierno. Esto, con la idea de mantener el partido político que gobierna, en el gobierno. ¿Y la educación? Sigue en medio de esa incertidumbre que implica el desconocimiento sobre la aplicación de un modelo educativo. ¿Y sus actores? En medio de una encrucijada, o coyuntura, si usted quiere llamarle de esa manera, por esa el desasosiego que produce la incertidumbre que refiero.
Tengo claro que, independientemente de las coyunturas – naturales en ambientes tan cambiantes como el nuestro –, los maestros, esos maestros y maestras que a diario acuden a sus centros escolares, seguirán trabajando de sol a sol, con la idea de generar esos conocimientos en sus estudiantes que les permitan desarrollarse en su contexto. No obstante, es menester propiciar o hacer conciencia sobre estos hechos que, lamentablemente, no han sido atendidos como debiera.
No se puede hablar de una mejora sustantiva en nuestra educación, sin tener todos los elementos a la mano. Sí, ya sé, tal vez algunos piensen o consideren que mi postura se ubica en esa post verdad por lo que a diario observo, y no en datos duros que me permitan hacer un análisis objetivo de los hechos pero, ¿no es la misma observación un requerimiento indispensable que nos lleva al registro y explicación de aquello que observamos?
El diario andar, que implica la constante interacción con docentes de los diferentes niveles educativos; sus palabras, sus desasosiegos, sus conocimientos, sus experiencias, me brindan esa posibilidad de afirmar, que esa realidad, la que Nuño y compañía ven desde sus escritorios, difiere de lo que en las aulas se vive a diario.
Se habla de logros en materia de inclusión educativa pero no hay capacitación para los profesores de las escuelas primarias, por ejemplo. Se habla de la implementación del programa de inglés, pero no se habla de los “falsos procesos” de contratación que se están dando en varias entidades del país. Se habla de que más del 90 por ciento de las escuelas ya se encuentran laborando después de los sismos, pero no se habla de las condiciones en las que los niños y profesores se encuentran trabajando. Se habla de una transformación de las escuelas normales, pero no se habla de la inexplicable reducción a la matrícula de las mismas. Se habla de las grandes bondades del sexenio, pero no se habla del gran desastre educativo que viene.
En fin, de todo eso se habla, pero no se habla de lo que realmente sucede en México.