Manuel Alejandro Ramírez Solorio *
La actual pandemia que aqueja a todos los países del globo ha provocado una afectación en grandes dimensiones en los sistemas educativos. Aproximadamente 1500 billones de estudiantes y 60 millones de docentes han visto modificado su quehacer de forma radical. El cierre de las escuelas y posteriormente la reapertura a través de metodologías distintas a la tradicional ha generado diversas problemáticas en el Proceso Enseñanza- Aprendizaje (PEA). Sumado a ello, el contexto socioeconómico ha tenido un papel trascendental, en América Latina el 45% de los hogares cuenta con acceso a internet, solamente el 42% de la población tiene conexión por medio de celulares y 37% tiene computadora.
En estas condiciones se han generado diversas problemáticas. El aprendizaje en casa ha afectado la salud, tanto mental como física, a causa de periodos de inactividad, mayor tiempo en las pantallas etc. Además de otros efectos que a largo plazo serán estudiados y se podrán ver sus implicaciones más a fondo.
Los PEA han sido impactados en gran medida por el impacto social de la crisis, el estado de temor constante a la enfermedad, cuadros de apatía, irritación y estrés.
Otros problemas aunados al Aprendizaje desde casa, por la premura de la propia situación han sido la falta de medidas poco claras en la operatividad de la utilización de las herramientas tecnológicas (videoconferencia, correo electrónico, redes sociales etc.) y la congruencia entre los planes y programas de estudios estructurados para un PEA de forma presencial.
En el contexto mexicano, la problemática educativa se agrava al sumarse el clima de violencia que prevalece causado por más de 30 años de políticas neoliberales, y radicalmente acentuado desde la implantación de la “Estrategia de Combate a las Drogas” en el Sexenio de Felipe Calderón.
Además, es injusto olvidar que durante los gobiernos neoliberales, la educación fue asaltada por los tecnócratas. Se anuló toda filosofía pedagógica adversa a sus intereses (siempre afines a las grandes corporaciones) y se metió en el baúl de los recuerdos la experiencia histórica de la Escuela Mexicana.
Infiltrada la academia por las políticas de los organismos internacionales, se instituyeron medidas que nada tenían que ver con el contexto nacional, se importaron modelos arcaicos, se dio un giro en el concepto de escuela, transformándola en una especie de centro de adiestramiento para beneficio del sector privado, se mermaron los derechos laborales de los profesores y trabajadores de la educación y se fomentó consciente o inconscientemente en los niños y jóvenes un desinterés por la escuela.
No hay que dejar a un lado que en esa “transformación educativa” participaron las cúpulas empresariales y no pocas veces los elementos más conservadores y reaccionarios de la sociedad mexicana.
Envalentonados por mantener el poder político, los gurús neoliberales y sus lacayos impusieron gran carga administrativa a los profesores y administrativos escolares, su limitado enfoque cuantitativo fue entronizado a grado de dogma o canon incuestionable. La escuela como centro social, de solidaridad y diálogo fue relegada, y se convirtió en un enorme departamento de recursos humanos, saturado de gráficas, programas y formatos sin ton ni son.
Los resultados de la tragedia neoliberal y de la escuela tecnocrática se pueden ver sin necesidad de un profundo estudio; desinterés total de la escuela por parte de los “estudiantes”, violencia en las comunidades, un magisterio cada vez más paupérrimo y una estructura burocrática en el sistema educativo nacional que se resiste a la transformación.
En el marco de la Cuarta Transformación y del próximo inicio a clases, es fundamental que el magisterio organizado, los padres de familia y los luchadores sociales busquen urgentemente una acercamiento con la Secretaría de Educación Pública, con los diputados progresistas y establezcan la necesidad de una transformación real en la concepción pedagógica en nuestro país.
Una educación alejada del neoliberalismo, una educación regeneradora, basada en el diálogo franco entre los actores sociales, con un enfoque crítico y social. Se implementen foros en todo el país, se visualicen las necesidades de cada contexto y se establezcan objetivos que puedan cumplirse. Se deje a un lado la simulación, se coloque una raya a grupúsculos reaccionarios ajenos y se de el gran paso a una escuela transformadora y dialógica.
La Cuarta Transformación tendrá que darse en la escuela, con una educación regeneradora, con la experiencia de la historia pedagógica mexicana y forzosamente en un gran esfuerzo colectivo.
*El autor es Licenciado en Docencia en lengua y literatura, Maestrante en pedagogía , Subdirector de EMS y periodista independiente.