(Carta en respuesta a escrito de Manuel Gil Antón)
Tenemos que decirlo rápido y sin ambages: Educación Futura no sería lo que es sin el entusiasmo y talento compartidos por Manuel Gil desde que comenzamos a imaginarnos el proyecto hace ya más de diez años.
Entonces éramos un pequeño grupo de periodistas, académicos e investigadores preocupados por el futuro de la educación en México (y en el mundo) y la forma en cómo el país habría de insertarse en la senda de la educación de calidad para todas y todos. Eran momentos difíciles donde el gobierno emanado del PAN mantenía incumplida su promesa de acabar con el estado de cosas que se derivaba del férreo control sindical y su dirigencia clientelar, sumisa ante el poder público en turno y acusada de múltiples actos de corrupción.
El retorno del PRI al poder, en 2012, supuso así que las cosas seguirían igual a como ese partido las dejo en el año 2000, cuando por primera vez en 70 años perdió la presidencia de la República.
Ni panistas ni priístas pudieron acabar con las viejas estructuras de chantaje sindical (tanto de tirios como de troyanos) ni menos aún elaborar un correcto diagnóstico del desastre educativo y sus vías de solución. Enrique Peña Nieto arrancó una fallida reforma educativa, centrada en la evaluación del servicio profesional docente y el fortalecimiento de la capacidad de gestión de las escuelas.
La llegada de Morena al poder albergó en muchos la esperanza de que, finalmente, los principios rectores de la izquierda en materia educativa, a favor de una educación gratuita, libre y con contenido social, se vieran colmados, pero muy pronto chocaron con la pared gracias al empeño de operadores sobre ideologizados y más bien mediocres, que no han podido construir una alternativa eficaz y de largo aliento que rescate la educación de la difícil situación en la que se encuentra.
Mientras tanto, miles de maestros y maestras; de niños y niñas, y de jóvenes en todo el país siguen esperando pacientemente que el trabajo de los primeros sea cabalmente reconocido y justamente remunerado, y, los segundos, que los contenidos educativos -los formales y los derivados del advenimiento de las nuevas tecnologías y la urgente necesidad del aprendizaje del idioma inglés-, sean para ellos una verdadera palanca de desarrollo individual y colectivo, con el que legítimamente aspiren a un futuro pleno y de bienestar.
En todo este andar, tuvimos siempre el apoyo y la generosidad de Manuel Gil, quien, como director académico de Educación Futura, no dudó ni un momento en aportar sus conocimientos para hacer la justa crítica del estado actual de cosas, con el pleno convencimiento (el suyo propio) de que la educación debe estar en el centro de los cambios que el país debe afrontar, con el acompañamiento, siempre, de profesores y profesoras comprometidas con el desarrollo y crecimiento de las niñas, niños y jóvenes de todo el país.
Ahora Manuel, nuestro Gran Caimán, anuncia que ha cumplido su ciclo en Educación Futura y que es hora de atender otros menesteres. Lo hace, desde luego, en plenitud y con la seguridad, compartida por nosotros, del deber cumplido. De nuestra parte, para Manuel, la mejor palabra que ha podido inventar el español: Gracias.
La obra de Manuel Gil, y el lúcido pensamiento que engloba, es un río caudaloso y potente cuyo torrente reverbera en todo el país. Educación Futura seguirá abrevando de él.
Rubén Álvarez y Erick Juárez