Sergio Martínez Dunstan
Apegarse a la ley, nomás no se les da a quienes dirigen, hoy por hoy, los destinos del SNTE. El respeto al marco jurídico es su práctica discursiva aunque en honor a la verdad, el Estado de Derecho les incomoda. He referido en otras publicaciones, la violación al derecho de los trabajadores de la educación a votar y ser votados en el Reglamento para la Elección de Directivas Seccionales. Advertida por la propia autoridad laboral. Ahora referiré una ilegalidad mas que se suma a la anterior.
El estatuto que regula el funcionamiento del sindicato señala que su soberanía reside en sus integrantes y que se ejerce a través de sus órganos de gobierno entre los cuales pudiéramos destacar el Secretariado Nacional y la Presidencia del SNTE. Ésta última, acéfala y en vías de extinción. Los dos primeros se han dejado de realizar desde hace tiempo. Uno de ellos, dada su importancia, está por arriba del Consejo Nacional y por debajo del Congreso Nacional y fue creado desde 1992.
El Congreso Nacional de Educación es un medio de acción sindical en materia educativa que debería resolver asuntos de estrategia para mejorar la administración, la organización, el currículum, el financiamiento y la pedagogía del sistema educativo. Al menos así se refiere en el Título IV, Capítulo III del mencionado Estatuto. Asimismo, se concibe como un foro abierto a la reflexión, al diálogo, la experiencia y la convivencia cuyo compromiso consiste en elaborar propuestas que mejoren la educación. Se tiene previsto desarrollarlo a través de cuatro etapas (Comunidad-Delegación, Municipio, Sección-Estado y País). A partir de la segunda, los delegados efectivos serían seleccionados de entre los miembros del sindicato. La convocatoria habría que emitirla la Presidencia del SNTE y/o por el Secretario General del Comité Ejecutivo Nacional quien se constituiría a su vez como el órgano de gobierno que acreditara a los delegados, conferencistas magistrales, asistentes e invitados.
El más reciente se realizó hace casi una década. El 3 de mayo del 2011 se corrió la invitación al 5º Congreso Nacional de Educación. Fue publicada con el propósito de promover la participación social para construir la agenda educativa que genere la transformación del sistema educativo a fin de responder a las expectativas del México del siglo XXI. Educar es el camino, se decía, a manera de lema. En 30 años, se han organizado 5 congresos. En la última década, ninguno. Es incomprensible por su jerarquía dentro de la estructura sindical y la relevancia que se le ha otorgado. Se perdió la oportunidad de acometer la discusión sobre temas de gran importancia nacional. Por ejemplo, las reformas educativas del 2013 y del 2019 y los planes y programas de estudio derivados de ellas. Así como también lo relacionado con los efectos de la pandemia en el ámbito educativo. Sirvan de ejemplos para ilustrar la idea.
A la luz de tal revelación, la imagen que han querido vender ante sus agremiados y la opinión pública, los líderes sindicales, está en duda. Como también lo está el conocimiento sobre su materia de trabajo. Han quedado a deber en el papel autoimpuesto de divulgadores de la ciencia pedagogica y de la cultura educativa. Dejaron de ser propuesta y se convirtieron en simples comparsas. Así se han evidenciado en las Asambleas de análisis del plan y programas de estudio 2022. Aparecen en escena sin apenas hablar. Haciendo caravana con sombrero ajeno. Apropiándose de las ideas que algunos maestros han aportado en lo individual. Lo que ha dejado entrever, en contraparte, que los verdaderos maestros comprometidos con la profesión docente han sido relegados de las decisiones fundamentales. No se les ha tomado en cuenta.
Con ello, no estoy dando por sentado la legitimidad del sindicato o de los líderes sindicales para hablar sobre estos menesteres. Habría que ganarse a pulso la autoridad con discusiones serias, sin sesgo alguno de ninguna índole. Con un verdadero interés por la educación y la profesión docente. Y no por la conveniencia en tiempos políticos o por el lucro electoral para beneficio de cierta camarilla sindical encumbrada en los Comités Ejecutivos delegacionales, seccionales y nacional. Dejar de lado el uso del cargo y del encargo para beneficio personal. El abuso de la noble profesión de enseñar y la utilización de los maestros. Porque los dirigentes sindicales demuestran, con sus actitudes y acciones, que sólo quieren apantallar con eso de que les interesa la educación cuando es lo que menos les importa. De continuar así, resultaría mejor eliminar del estatuto, el Congreso Nacional de Educación (y de pasadita lo que está obsoleto). Ni los propios dirigentes velan por sus documentos fundacionales. ¿Qué más podría esperar el magisterio de ellos? Convertir la violación permanente a las leyes en parte de la normalidad cotidiana de quienes están obligados a respetar y hacerlas respetar. Otra mancha al SNTE. ¡Pues qué manchados!
Carpe diem quam minimun credula postero
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