La evaluación es el motor del aprendizaje,
ya que de ella depende tanto qué y cómo se enseña,
cómo el qué y el cómo se aprende.
Neus Sanmartí, 2007
Por. Reynaldo Rivas Vargas.
La trascendencia y la importancia que tiene en los afanes docentes por evaluar, es un tema que en la jerga de los profesores es una contumacia que deja o no, ver lo que se hace en el aula de clase. Recordé aquella frase para fraseando a Monereo, dime como enseñas y te diré como evalúas, Slogan que pone el dedo en la llaga porque en sus contestaciones están dos ejes que vertebran una gran parte de lo que es el sistema educativo, la evaluación y la enseñanza. La intencionalidad que se mueve es pronunciarme para hacer ver a los profesores que, en la evaluación, deviene una oportunidad para tomar decisiones, o de cambiar el paradigma de conceptualizarla y definirla en su cotidianeidad de forma diferente. Que la resonancia que se deriva, es que les ayude a articularse como un aparato reflexivo, un andamiaje para tomar mejores decisiones, que se concreten en pensar ¿cómo aprenden sus alumnos? ¿cómo evaluar de manera pertinente ante las contingencias que hoy se tienen? Pero también de explicar ¿por qué no hay un acompañamiento pertinente que ayude al docente a disipar sus dudas en materia de evaluación?
Los afanes se vuelcan a mostrar a través de un símil que permita interpretar en la actualidad lo que se vive en la escuela mexicana, en los hogares que conforman la matricula de estudiantes de educación básica, en los avatares de los profesores para encontrar un eco que les ayude a dar respuesta sobre ¿qué y cómo evaluar? evoco ante estos derroteros lo que en las últimas semanas sucede, para encontrar respuestas primero traigo a colación la circular: DGDC/DGAIR/001/2020, como una posibilidad de interpretar ¿qué hacer? un segundo momento deviene como algo metafórico que casi como a bote pronto iluminó mis pensamientos como una forma de satirizar lo que hoy sucede en materia de evaluación, lo irónico lo establezco al recordar aquella serie televisiva de la década de los setentas y ochentas en México, de aquel personaje mítico con su traje rojo, su corazón grande de color amarillo, y su chipote chillón como le hacia mentar. Aquella expresión que clamaban quienes tenían una penuria y que en su desesperación la evocaban con un aire de esperanza, de un anhelo, un tal vez, de angustia por encontrar quién pudiera ayudarles ante la circunstancia que los agobiaba. Oh y ahora ¿quién podrá defendernos?
Ese dicho tan famoso en la televisión mexicana de aquella época por aquel interlocutor, cuya manifestación casi de manera fantasmagórica aparecía de la nada al terminar el último vocablo, diciendo su palabra heroica “YO el…” inmediatamente se le acercaban aquellos cuya angustia los había llevado a pronunciar esa máxima casi mágica, para expresarle ¡que bueno que viniste! Relatándole ante su presencia la penumbra que los había hecho clamar a él, buscando que con su intervención los ayudara a salir de esa contingencia en la que estaban inmersos.
Te podrías preguntar del porque hago alusión de esta anécdota ¿qué tiene que ver con la evaluación? Te contestaré muy brevemente, quizá nada, o simplemente y llanamente la traigo a memoria por lo que hoy se vive en la educación, y más en lo que a evaluación se refiere, así con esa expresión de: y ahora ¿cómo evaluamos? Es un encadenamiento que se ventila en las conversaciones con los docentes de educación básica y no se si en general en toda la Educación en México. La reflexión busca provocar algunos atisbos ante este desencanto que hoy se vive en materia de evaluación en la agenda de los profesores.
Prolongando con estas deliberaciones he venido proponiendo en otros espacios un pasaje donde argumento sobre la evaluación, me he decantado argumentarlo sobre aquella trágica o hermosa aventura del cuento de la Cenicienta o en inglés Cinderela, cuya vida trágica y desventurada le lleva aun final hermoso, sin embargo, el afán de sus hermanas y su madrastra por no permitir que aquel apuesto príncipe la encontrara, le lleva a una desventura que pasa por una serie de encuentros y desencuentros, por encontrar el amor, o alguien que la saque de esa depresión en la que vive, o quizá de alguno que le de un sentido a su existencia, en fin, es un cuento hermoso, que al recordarlo me afanó nuevamente para leerlo, como si fuera la primera vez. ¿Así se encontrarán los docentes ante la evaluación?
Hacer un trazo o un vector como se dice en la física que nos ayude a ir comprendiendo la trascendencia que un tema que hoy está en el ajetreo de los docentes, como un contenido efervescente y que causa admiración, pero sobre todo, un recelo angustiante por las demandas que se están avecinando en los mentores ante un argumento que se pronuncia en decantar en un alzamiento que abone darle un sentido a lo que se va generando como consecuencia de aprende en casa II. Son las causas por las que evoco estos símiles como la cenicienta y aquel personaje mítico de traje rojo y su chipote chillón, para ir precisando el camino que defino con este tema sobre la evaluación en estos tiempos de pandemia.
Bajo esta cautela y trayendo los hilos que hablé en el inicio, de aquel personaje mitológico que acometía las televisiones de muchos hogares con esa frase de y ahora ¿quién podrá ayudarme? Esta pendiente comienza a deshilvanar un recorrido que denota ante los profesores de educación básica, un estado de malestar, de angustia, incertidumbre por encontrar respuestas que paliativamente den una consecuente ¿saber qué hacer?
El imaginario no es sencillo, pero hay un pronunciamiento importante que la misma historia de cenicienta, nos permite buscar abonos para desembocar en un miramiento de no ver tan trágico y accidentado el inicio del ciclo escolar que se esta ensanchando. Y siguiendo en ese análogo con la intersección de ese cuento, señalo que a pesar de los afanes de las hermanastras y de la madrasta por no permitir que cenicienta fuera encontrada por aquel guapo príncipe, que vendría a salvarla de su indigente vida. Se abre un sinnúmero de interrogantes que agrietan la sospecha que la evaluación en educación, es un concepto en el que el afán que se vislumbra en la docencia es mantenerlo escondido, de no dejarlo que salga a luz, porque al emerger cumple un objetivo inminente, devela el ¿cómo se está ensenando? Y ¿qué se esta evaluando? Y quizá lo mejor sería, mantener oculto el cómo se evalúa.
En los diálogos que entablo con los docentes, algunos hablan de su imprecisión, otros, de las malas interpretaciones que se hacen por ejemplo a la circular: DGDC/DGAIR/001/2020. Y otros pareciera que saben ¿qué hacer? Suscitándose un sinnúmero de posicionamientos que se discurren en una pseudo interpretación, dejando ala disquisición de quien lo pone en la ejecución ante el grueso del magisterio que, con una mirada de duda, de miedo incluso porque no se clarifica no quisiera pensar de indiferencia, por parte por ejemplo del director escolar, el supervisor de la zona, la forma en que ha de operarse el documento, emanado por las diferentes instancias que así lo avalan. Dejándose en muchas ocasiones a la deriva y a la interpretación de quien lo aplica, ejecutándose como una posible conclusión ¡como dios le da a entender! Como a veces se dice en la jerga diaria.
Para ir ejemplificando y argumentando lo que se va subrayando: el 6 de noviembre del 2020 se emite el acuerdo al cual he ido mencionando, para que se atienda bajo su tesitura ¿cómo evaluar? propone en su contenido que “se difunda a todos los servidores públicos involucrados en los procesos de control escolar en las entidades federativas con el propósito de asegurar el máximo beneficio educativo de las niñas, niños y adolescentes” lo que habría que puntualizar es cómo se da esa reinterpretación ante las angustias o eventualidades que viven los profesores al poner en operación este mandato, que por supuesto su instrucción es un compromiso para rendir cuentas, que emergen de las estrategias que los docentes desarrollan como maniobra para hacer cumplir, primeramente ese beneficio del que habla el documento para los estudiantes, segundo en cumplir curricularmente lo que plantean los planes y programas de estudio, pero sobre todo, todo el andamiaje que se ha montado para el desarrollo del aprendizaje de los alumnos a través de lo que el docente ha construido, para que se puedan rendir o dar un avance o valoración, incluso una evaluación que esté planteada en lograr lo fundamental, el mejoramiento de los aprendizajes de sus alumnos.
La idea no es culpar a nadie en lo que vamos pronunciando, carecería de sentido hacerlo en esa tesitura, la intencionalidad, el interés genuino, es levantar la voz, para profundizar en dónde esta el sesgo en su re interpretación para que haya una evaluación que cumpla con una especificación importante, pensar en los estudiantes y las formas en que han venido aprendiendo como secuela por el paradigma de aprende en casa II, donde la cuantificación este fortalecido, por ser un interprete fiel de la realidad que se vive en esta etapa de COVID 19. Y que, además, en esta urdimbre que se va presentando en la cotidianeidad y con la emergencia de evaluar, se abone con un sentido mas pertinente a lo que señala el escrito pronunciado el 6 de noviembre de 2020.
Respaldar por medio de esta envergadura, el por qué de ese grito de desesperación al incurrir a esa expresión de ¡Oh! y ahora ¿cómo evaluamos? Por parte de los profesores. Es pertinente subrayar que algunos de los manifiestos que se desprenden con este vocablo, se esconden muchas cosas, la incertidumbre es agobiante para encontrar formas auténticas de evaluar, que correspondan a lo que viven los estudiantes, con sus limitantes y sus resultados. El segmento que enmarca la tesis se direcciona como ese eje que ayude a comprender el por qué hacemos el paralelo con la cenicienta, no es solo a capricho, si no la razón, se encausa a exponer, que es posible que haya en las aulas de clase obscuridad, y es muy factible que ante lo que se vive haya mucha mas opacidad a la hora de evaluar.
La reflexión que hago pone atención en ella (evaluación) y se discurre como un escaparate para explicar que a pesar de que hay una formación pedagógica en los docentes, se ve en las expresiones, sus gestos e incluso en su emoción, la urgencia por advertir a la sociedad ¿qué evaluar? ¿cómo evaluar? sí utilizar una herramienta o que instrumento les permitirán obtener el mejor resultado, y que su decisión capture la situación real de todos sus estudiantes. Por eso Cinderela apoya a comprender que evaluar no es algo prohibido que se deba esconder, pero, que cuando se requiere se da o no la información correcta, se esconde o se muestra. Es importante o trascendente clarificar ante estos retos ¿cuál es el rumbo pertinente que se sigue para evaluar fielmente?
Algunos aspectos a considerar para continuar con la fundamentación de lo que voy desarrollando, el documento que he venido manifestando en la página 4 especifica las orientaciones pedagógicas que proponen para una valoración que esté centrada en el alumno. Una de las aclaraciones que pondero y leo tras líneas, es que hace énfasis y que subraya de manera puntual, que tomando como base lo sucedido en este tiempo, se recomienda valorar los esfuerzos de los alumnos y las alumnas, de las familias, además de incentivarles, para potencializar sus aprendizajes.
Para ir afinando mas lo que evidenció, estos acuerdos están subrayados en seis puntos que coadyuvan a una evaluación formativa.
Mencionaremos de los seis lo siguiente
- “Dar prioridad a la evaluación formativa
- Indagar sobre diversas fuentes para obtener información sobre el aprendizaje y emplear estrategias complementarias.
- Valorar los avances a partir de los puntos de partida de cada estudiante.
- Considerar las condiciones especificas en las que se desenvuelve cada educando en el periodo de contingencia sanitaria.
- Asignar calificaciones donde el maestro o maestra cuente con información suficiente.
- Ser utilizada para mejorar el aprendizaje.”
Seria muy iluso decir que bajo lo que he presentado se tenga menos opacidad en la implementación de una correcta evaluación, de que los alumnos sean evaluados justamente, sin embargo, pone entre dicho lo que sucede en la realidad, intuyo que no hay un conocimiento serio, pertinente enfocado a formas y procedimientos de ¿cómo evaluar? No existe un acompañamiento prudente de quien apoya a los docentes sobre qué hacer ante esta emergencia, es cierto que ellos son los responsables de su catedra, de los avances de los logros de aprendizaje de todos sus educandos, pero en ese grito de y ahora ¿cómo evaluamos? Se decanta por una fragilidad de quien dice ¿qué hacer? pero no explica ¿el cómo? o al menos ese es el grito de auxilio que emanan los docentes ante este derrotero que se avecina, en las futuras evaluaciones.