La Wikipedia sustituyó a la Enciclopedia Británica y a las de otras latitudes como fuente de información confiable. No que ofrezca un conocimiento profundo y completo, pero puede guiar la comprensión de un asunto. Según esta fuente, un talismán es un objeto que tiene poderes mágicos que le asigna su creador.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos y el Ministerio de Educación, Cultura, Deportes, Ciencia y Tecnología (MEXT) de Japón, fueron los anfitriones de la presentación del Estudio Internacional sobre la Enseñanza y el Aprendizaje (TALIS, es el acrónimo en inglés). El secretario del Departamento de Educación de Filipinas, Armin Luistro, entre ceremonioso y divertido, hizo votos porque el TALIS se transforme en el talismán que brinde buena fortuna a los sistemas de educación que muestran fatiga. De él tomo prestado la idea de concebir a este instrumento con ciertos poderes mágicos que sus inventores desearían que tuviera.
TALIS no es un instrumento de evaluación más, de esos que les encantan a los tecnócratas y que promueven la OCDE y el Banco Mundial. Es una encuesta que se realizó a 100 mil maestros y directores de escuelas de educación secundaria en 30 países y la provincia de Alberta, Canadá, Flandes, en Bélgica y el emirato de Abu Dhabi. La información de Estados Unidos se excluyó de las comparaciones porque las autoridades de ese país no cumplieron con los requisitos de participación; los datos de EUA se ofrecen como apéndices en los cuadros.
El instrumento conjuga cómo los docentes se ven a sí mismos y cómo entienden sus condiciones de trabajo con el ambiente de aprendizaje en las escuelas. Son sus percepciones subjetivas, aunque se apoyan en su experiencia laboral. Esa es su parte valiosa.
Los docentes expresan cómo conciben su entorno y preparación para el trabajo docente; dicen que les gustaría participar en el desarrollo de su profesión; indican cómo distribuyen su tiempo (para enseñar, planear y en tareas burocráticas); señalan el provecho de la evaluación para su práctica docente; manifiestan cuál es la capacidad de los directores para planear las actividades escolares e influir en las decisiones del grupo de maestros de las escuelas; enuncian qué tan satisfechos (o insatisfechos) están con su labor, y recalcan cómo ellos piensan que los concibe la sociedad, si se les aprecia o no.
En suma, los maestros y sus directores ofrecen un panorama de sus realidades y ambiciones, de sus ideales y de los obstáculos que encuentran para su desarrollo profesional y el aprendizaje de sus alumnos. En conjunto, aunque con diferencias de grado importantes, la mayoría de los docentes de esas regiones ofrece visiones optimistas sobre cómo les gustaría ser y progresar.
La parte mágica que la OCDE le quiere asignar al TALIS se expresa con claridad. Apunta que los gobiernos deben reclutar, retener y ofrecer oportunidades de desarrollo a los docentes, porque eso es vital para asegurar resultados de alta calidad y el aprendizaje de los alumnos. Casi todos los documentos de política educativa de la OCDE (y también de la UNESCO y el Banco Mundial) apuntan a ese mismo propósito. Lo dicen desde una especie de Olimpo burocrático internacional; casi les dictan a los gobiernos lo que debenhacer.
Este informe es valioso por las opiniones de los docentes, no porque lo haya hecho la OCDE. Los gobiernos no son autómatas, sus dirigentes tienen intereses concretos, enfrentan problemas reales de magnitudes impresionantes: presiones de grupos y sindicatos, así como insuficiencia de recursos. Por ello, es casi seguro que la información que proporciona este talis-mán no tenga mayores efectos, al menos en México y en países con problemas similares. ¡Lástima!
Retazos
La primera vez que observé a Andreas Schleicher, el director de PISA y otros instrumentos de la OCDE, fue en un encuentro en el Colegio de México con investigadores de la educación, en 2007. Aquella vez se mostró con cierta humildad; hablaba de que la información podría servir a los gobiernos y a la sociedad, que a la OCDE no les correspondía actuar en la política. La semana pasada en Tokio parecía un súper ministro de Educación, dirigiéndose a sus pares con algo de arrogancia, aunque con diplomacia. Él sabe que información es poder.
*Académico de la Universidad Autónoma Metropolitana
Publicado en Excelsior