Los conflictos en la educación pública de Oaxaca se acercan a un callejón sin salida. A primera vista, parecería que el gobernador Gabino Cué decidió jugársela con la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación y desafiar al gobierno de Peña Nieto y su proyecto de Reforma Educativa. Cierto, el gobernador heredó de gobiernos priistas el enredo producido por la militancia de la CNTE; mas el asunto se agravó porque él es un actor político débil, carente de apoyo partidista.
Hechos. Excélsior publicó el 9 de agosto que la CNTE aprobó un proyecto de ley estatal —que en lo fundamental independiza a Oaxaca del contexto nacional, desconoce al INEE y contradice a la Ley General del Servicio Profesional Docente— y que será el gobernador quien lo proponga ante el congreso local, tal vez esta semana.
Me pregunto qué impulsa al gobernador Cué a retar al Presidente, sabiendo que un acto de esa naturaleza le puede costar el puesto y acarrear otras consecuencias a Oaxaca. Expongo tres conjeturas.
Primera. El gobernador Cué es un convencido de que los planteamientos de los líderes de la CNTE son correctos, que desean fortalecer la educación de los oaxaqueños, que la mayoría de sus demandas son justas y que él decidió acompañarlos en su lucha. Por ello colaboró en los foros que ellos organizaron y, en el proyecto de ley estatal, eleva a la Sección 22 a rango de autoridad educativa.
Segunda. El gobernador está de rodillas ante la CNTE. El poder de la organización es tal, que puede vetar las acciones del gobierno y su capacidad de movilización y presión obligan a Gabino Cué a someterse a sus dictados. Las concesiones que les ha hecho y las que se proponen en el proyecto de ley son producto de esa presión y de su aislamiento político.
Tercera. El gobernador Cué es un político astuto que trata de librarse de batallas que sabe pérdidas y le remite el conflicto al gobierno central. No importa si se aprueba la ley estatal, el Presidente interpondrá otra controversia constitucional, Cué ganará tiempo para escaparse del apremio de la CNTE y, a partir del 1 de enero de 2015, dejar la responsabilidad a la Secretaría de Educación Pública.
Por más que el gobernador insista en su discurso que desea conciliar con la CNTE y que confía en sus dirigentes, la primera hipótesis no me convence. La suposición de confianza mutua es inviable, dada la historia de los líderes de la Sección 22 de no respetar acuerdos.
La segunda conjetura me parecía la más razonable hasta hace unas semanas; el gobernador no puede con la presión y cede a la CNTE lo que le pide, a pesar de que sabe que son demandas ilegítimas. Justifica su hacer con un discurso evasivo, aseguró que la ley estatal se armonizaría con los estatutos generales, como lo ordena la nueva legislación, pero luego se acomodó a las exigencias de la Coordinadora.
La tercera presunción comienza a convencerme. Veo al gobernador como un político astuto, hasta audaz. Trata de equilibrar su precaria condición política echando la responsabilidad al gobierno federal. Él sabe, como lo comenta en su columna de El Financiero, del 31 de julio, Raymundo Riva Palacio, que el secretario de Educación Pública, Emilio Chuayffet, y el subsecretario de Gobernación, Luis Miranda, tienen visiones en conflicto. El primero no quiere hacer concesiones a la CNTE y el segundo quiere apagar fuegos con prebendas. Excélsior publicó el 7 de agosto que el subsecretario confirmó que serán contratados los egresados de las 11 escuelas normales del estado que no presentaron el examen del INEE.
Si nadie para al subsecretario Miranda, el gobernador Cué saldrá librado, pero el destino de las reformas en educación penderá de un hilo. Si la Secretaría de Gobernación sigue haciendo concesiones a la CNTE, marcará el fracaso de la primera reforma estructural de Peña Nieto. Hasta parecería que el subsecretario boicotea los esfuerzos del Presidente.
Riva Palacio glosó que Miranda es compadre de Peña Nieto. Aquí se pudiera aplicar el dicho: “¡No me defiendas compadre!”, a menos que el subsecretario sólo ejecute órdenes de más arriba. Pero me niego a creer que Peña Nieto se dé de balazos en el zapato; quizá sea un descontrol. En cualquier caso, en este pleito de callejón la CNTE gana, Cué respira tranquilo, el Estado pierde y Oaxaca sigue en el sótano.
*Académico de la Universidad Autónoma Metropolitana
Publicado en Excelsior