Crece el rumor -y con él, la preocupación- de que la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT), en su versión 2018, será “rasurada”, se realizará sin representatividad estatal o peor aún, gravísimo, que se suspenderá.
La ENSANUT es la encuesta poblacional más importante sobre el ejercicio real de dichos derechos, salud y nutrición, consagrados en la Constitución. Le corresponde al Instituto Nacional de Salud Pública diseñarla y conducirla, siempre con la Secretaría de Salud federal como responsable final. A partir de ella se guía la política pública nacional en las estrategias de vacunación y activación física, las prácticas de alimentación, la cobertura y uso efectivos de los servicios -incluyendo los que se abordan desde Prospera y el Seguro Popular; el impulso a la lactancia materna, las tareas para prevenir y reducir la obesidad y la diabetes. En suma, un mapeo estrictamente necesario para honrar el mandato que la sociedad deposita en los gobiernos sobre la vida física de cada familia del país.
Si queremos que la política de salud pública no sea fruto de la ocurrencia sino de la evidencia, la información que brinda la versión completa se hace más que nunca oportuna, imprescindible; es, por decirlo así, nuestro “control médico” de país. Para superar la mera agregación -con frecuencia, contradictoria- de los reportes de los funcionarios de cada agencia y de cada entidad, la ENSANUT da el conjunto sintético de nuestro “diagnóstico clínico” como pueblo, la base misma del tratamiento y seguimiento de nuestra gente, y por ello no admite improvisación o negligencia. Parte del problema de que no nos alcance a veces para las vacunas es que se malgasta en programas desenfocados, y que no se conocen los datos rigurosos y consolidados de la vacunación efectiva.
Además, la edición 2018 incorpora un módulo que aborda los asuntos clave del Desarrollo Integral de la Primera Infancia. Es un trabajo de muchos especialistas, tanto del sector salud oficial como de organizaciones de sociedad civil, universidades y organismos internacionales. Este plus de diseño es un gran paso adelante: con un enfoque de derechos, por primera vez podemos tener elementos para monitorear la situación de niños y niñas de 0 a 5 años en un marco global, para precisar la medición de sus hitos de desarrollo, con información confiable para ajustar la política de nutrición, ordenar los servicios que identifican condiciones de discapacidad o barreras al aprendizaje futuro.
Los que trabajamos en educación sabemos que actuar en primero de primaria puede ser ya muy tarde, y que los esfuerzos de la reforma educativa penden y dependen de que la etapa preescolar, y aún más la inicial, se asuman como responsabilidad de sociedad y gobierno. Nada de ello se hace con promedios genéricos que enmascaran los extremos, o con información que no sea representativa de edades y etapas, o con globales nacionales que no apunten a la situación contextualizada a cada una de las 32 entidades de la República.
Urge que el Secretario de Salud se pronuncie claramente sobre la ejecución plena de la ENSANUT 2018, para dejar atrás los rumores de su cancelación, y que se precise de qué partida presupuestal se está contemplando financiar su realización. Nuestra atención como sociedad debe redoblarse, especialmente en un contexto en el que el malgasto y la desviación de recursos en los proyectos oficiales han lastimado tanto la confianza hacia los gobernantes.
Es el dinero mejor empleado: ¿quién podría tener cara para decirle a las familias de México que no se puede planear adecuadamente la atención a sus bebés porque los recortes no lo permiten? No puede sacrificarse, en el furor electoral, la responsabilidad con los más pequeños. No puede haber un socavón en la salud pública y en las tareas del desarrollo infantil temprano. Si no te gusta cómo te ves en la foto, entonces péinate, pero no rompas la cámara. Seguro que el Gobierno de la República puede entenderlo.