A los hijos de padres jornaleros migrantes, les es común encontrarse con criminales que les roban el derecho a la vida y la esperanza de crecimiento, pero no sólo son los criminales quienes hacen esto, también las políticas públicas que han olvidado poner a la infancia en el centro del Sistema Educativo Nacional (SEN), así lo expresó Francisco Moreno Barrera, ex coordinador del Programa de Educación Básica para Niños y Niñas de Familias Jornaleras Agrícolas Migrantes (PRONIM).
El trabajo infantil, en especial el que afecta a la niñez migrante, es una historia de crueldad; los avatares por los que pasan los niños que de manera forzada salen de su lugar de origen para avanzar en un camino de abuso y explotación, es una clara derrota de la humanidad, señalaron especialistas en el tema, en un foro convocado por el Instituto de Investigaciones para el Desarrollo de la Educación (INIDE), de la Universidad Iberoamericana (UIA).
Trabajo infantil, derrota de la humanidad
En el evento, el presbítero Pedro Pantoja Arreola, subrayó que “es una maldición la vida de estos niños”, por ello, la infancia inmigrante representa “una crisis humanitaria, fracaso de la humanidad”. Las experiencias de los migrantes derivan también, no en pocos casos: en esclavitud sexual. Es la historia de México y Latinoamérica, por ello, es necesario construir nuevos territorios de esperanza, donde haya cabida para una juventud y una infancia en plenitud, aseguró Pantoja Arreola.
El trabajo infantil es una contradicción en un país como México ya que se cuenta con legislaciones de avanzada, las cuales, en teoría garantizan un piso mínimo para tener una vida digna, no obstante, en el país trabajan 3 millones de niñas y niños, principalmente originarios de los pueblos indígenas o zonas rurales.
Los niños trabajadores están ausentes en las políticas públicas, no se visualizan ni sus problemas ni sus problemáticas. En el binomio educación básica y trabajo infantil; siempre cabe la pregunta de cómo solucionar este problema que es multidimensional, explicó Moreno Barrera.
Hasta hora se calcula que son más de 700 mil niños los que trabajan como jornaleros, de ellos, 400 mil lo hacen de forma remunerada y el resto lo hace sin recibir pago alguno. Los niños migrantes jornaleros, están dedicados, principalmente a la pizca y cosecha de distintos productos del campo, señaló la investigadora de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN), Teresa Rojas Rangel.
En su oportunidad, Elvia Taracena Ruiz, académica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), aseguró que “la prohibición del trabajo infantil no resuelve el problema… y puede más bien orillar a esta población a la mendicidad”.
Taracena Ruiz, agregó que los niveles de escolarización están determinados por el contexto económico y social; y en la dinámica económica, “la gente más pobre es la que está sosteniendo a las grandes empresas… los bajos costos de los productos del campo obedecen a la contratación de indígenas, toda vez que es el sector poblacional, al cual se le paga menos por su trabajo… en concreto, debemos tener claro que la riqueza, en México, está sostenida por la pobreza”, manifestó.
El problema no está en la falta de presupuesto o programas de estudio, el problema es el bajo nivel de conciencia de quienes están involucrados en la función educativa y ocupan cargos públicos, reconoció Moreno Barrera.
Los panelistas coincidieron en que no es a través de las políticas asistencialistas como se puede solventar este problema, más bien se requiere el tejido de cambios estructurales para que las familias migrantes puedan mejorar su calidad y condiciones de vida; el reto es hacer que los niños que se ven afectados por el trabajo infantil, pasen “de víctimas a nuevos sujetos históricos”, expusieron los especialistas.