Tamaulipas. Con capacidades intelectuales superiores a los chicos de su edad, a sus 15 años, José María Jiménez del Valle vive a más de 10 mil kilómetros de su familia, con el gran reto de conquistar sus sueños: ser ingeniero biomédico y el Premio Nobel.
“Quiero ser ingeniero biomédico para diseñar y crear prótesis robóticas y ayudar a mucha gente”, dice con seguridad, frente a su computadora desde su dormitorio, ubicado en Meissen, Alemania.
El jueves 23 de agosto de este año, sus padres, José María Jiménez Velázquez y Carmen Rocío Del Valle Sánchez, le dieron la bendición y lo despidieron en el aeropuerto cuando José María partió rumbo a Alemania. Por falta de recursos económicos, no pudieron acompañarlo.
Luego de tocar muchas puertas a nivel local, los papás y el joven tomaron la decisión de buscar en el extranjero, al encontrar una educación idónea a sus capacidades intelectuales que reflejan una inteligencia superior a la promedio.
Desde pequeño se dieron cuenta que era un niño diferente y lo apoyaron al máximo para que estudiara en colegios particulares de Ciudad Victoria. José María se ha enfrentado a un sistema que no está preparado para casos como el suyo.
En el año 2010, cuando José María estaba por cumplir los 12 años, conocieron a Rodolfo Echavarría Solís, profesor-investigador y catedrático de posgrado en ingeniería, quien lo invitó a recibir los cursos de la Incubadora de Genios en la Universidad Politécnica Victoria (UPV). Aprobó con excelencia los dos cuatrimestres del programa, y los problemas llegaron cuando fue invitado a ingresar como alumno.
José María cursaba el segundo de secundaria cuando presentó el examen del Ceneval para la carrera de Ingeniería Mecatrónica. No sólo aprobó: obtuvo el tercer puntaje más alto.
Inició una lucha por parte de los papás ante la Secretaría de Educación Pública con la intención de que recibiera una evaluación para que avanzara de secundaria a la universidad.
La señora muestra el resultado de la evaluación que le hizo en octubre de 2011 la Fundación Telegenio AC, en donde el diagnóstico indica: IQ 137, IRP 132 y CIT 134. No obstante, continuó la negativa oficial para ingresar a la universidad.
La búsqueda de la familia llevó a contactar el Colegio Alemán Alexander Von Humboldt, plantel Xochimilco, en la ciudad de México, porque ofrece atención especial para niños y jóvenes sobresalientes. Aprendió el idioma alemán al ciento por ciento y obtuvo una beca para estudiar preparatoria en Sajonia Santa Afra, en Meissen, Alemania.
Para los papás de José María las cosas han sido muy difíciles, porque la beca es parcial: la alimentación, ropa, lavado, calzado y todo lo demás corre por cuenta del matrimonio. “Nos toca pagar unos 2 mil 300 euros mensuales (aproximadamente 39 mil pesos)”, dice la mamá.
“Necesitamos apoyo económico, un patrocinio o una beca. Incluso una instancia sería un crédito educativo, pero por la edad de mi hijo tampoco se puede”, respondió Del Valle.
Hay ocasiones en que han sentido la impotencia de no poder ayudarlo, como la semana pasada cuando se presentó exitosamente tocando el violín, pero tuvo que hacerlo con un pantalón y saco de oferta, una camisa regalada y tenis, porque no tuvieron para zapatos.
Vía internet, José María charla sobre sus metas, las que tiene bien definidas: desea ser ingeniero biomédico y especializarse en el área de prótesis robóticas.
—¿Y a largo plazo?
—Quiero lograr convertirme en el cuarto Premio Nobel mexicano.
—¿Es posible?
—Yo sí lo veo posible. Para eso me voy a preparar —responde.
En la actualidad habla español, inglés y alemán; también estudia francés y latín. Entre sus pasatiempos toca la flauta transversa, violín y algo de piano.
Al preguntarle si admira a alguien, suelta su respuesta sin titubear:
—Admiro profundamente a mis padres. Siempre me sorprende la forma sobrehumana como logran las cosas.
Publicado en El Universal