Corría el año 2010 y las redes sociales y otros medios de comunicación locales, nacionales e internacionales, difundieron ampliamente un video donde se observaba a varios niños en un salón de clases acostados en el piso, mientras una docente de preescolar les pedía que colocaran su carita en el suelo al tiempo que les preguntaba si querían cantar una canción; como es natural, la respuesta de los niños no se hizo esperar: “si las gotas de lluvia fueran de chocolate me gustaría estar ahí, abriendo la boca para saborear…”. Tal relato no tendría nada de extraño o extraordinario porque, como se sabe, el juego y los cantos suele emplearse con propósitos distintos en la educación preescolar, pero, entonces, ¿por qué se difundió ampliamente? Porque esta escena ocurrió en medio de una impresionante balacera en la ciudad de Monterrey, Nuevo León.
En días recientes, como si nada hubiera cambiado en nuestro país, las mismas redes sociales y otros medios de comunicación locales, nacionales e internacionales, difundieron el video donde se observaba a una profesora de educación primaria cantar con sus alumnos “Mi bello ángel” del grupo musical Los primos de Durango. Actividad que, posiblemente, no tendría nada de raro porque con distintos propósitos, cantar en las aulas y escuelas, es una actividad que puede realizarse sin ningún problema; entonces, ¿por qué se hizo viral este video? Porque tal escena ocurrió en medio de un enfrentamiento con armas de fuego, entre personas armadas y policías de Tijuana, Baja California.
Así de importante y trascendental es la labor de las maestras y maestros en los planteles escolares; una profesión que, por donde quiera que se mire es, o debiera ser de las más relevantes, no solo en nuestro país sino en el mundo entero. Pienso que su quehacer va más allá de las aulas, porque impacta en la vida de los seres humanos a los que en su momento se tiene la maravillosa oportunidad de formar. Desafortunadamente, en México, tal figura ha vivido momentos complicados que la han llevado a ser una de las que se valora poco, consecuencia de, por ejemplo, la emisión de un documental que denostó la labor del profesorado mexicano, me refiero a De Panzazo. O bien, de la implementación de absurdas leyes o normativas que, bajo la “promesa” de mejorar el Sistema Educativo Nacional, clasificaron a los docentes como “buenos” y “malos” solo por responder un examen cuando, en realidad, en el magisterio no hay docentes de primera o de segunda, solo hay maestras y maestros, nada más. ¿Alguien recuerda aquel discurso en el que se afirmó que cualquiera podía ser maestro? En fin.
Hoy por hoy, ese profesorado mexicano (re)vive momentos que, se supondría ya estaban superados, pues la promesa de una revalorización docente generó una esperanza en las mentes y corazones de estos profesionales de la educación; sin embargo, la realidad ha venido demostrando lo contrario, porque ni han sido revalorizados ni se les ha dado el apoyo que se merecen.
Ello explica por qué, en días recientes, ese sector educativo volvió a salir a las calles a manifestarse en distintas ciudades de la República Mexicana; exigían un salario justo y digno porque, como se sabe, hace unas semanas se dio a conocer el incremento salarial y lo que el actual gobierno denominó “Medida de bienestar”; una acción que se implementó derivado de la decisión que tomó el mandatario nacional al indicar que toda maestra, maestro o trabajador de la educación, no ganaría menos 16 mil pesos. Decisión que, como es lógico, benefició al Personal de Apoyo y Asistencia a la Educación (PAAE) y no a todo el magisterio, porque el salario de los primeros, derivado de su relación contractual con la Secretaría de Educación Pública (SEP), le obliga a obtener un recurso menor a esos 16 mil que, por ejemplo, algunos docentes obtienen por la prestación de sus servicios profesionales.
Como ya lo había escrito en mi anterior entrega publicada en este mismo espacio, pienso que el presidente de la República tuvo la intención de beneficiar a los que menos ganan porque, como se recordará, una de sus políticas ha sido la de darles más a los que menos tienen; una visión que puede ser favorable, en la medida en que se compense la desigualdad que ello podría generar porque, como es natural, en la búsqueda de la igualdad la desigualdad se hace presente inmediatamente; y bueno, esta decisión y la inexplicable razón por las que las entidades de nuestro país consideraron los conceptos para que, con base en ello, se calculara el salario de las maestras y maestros, generó un descontento importante. Obviamente que, si las autoridades tomaron como referencia, y para su propio beneficio, ciertos conceptos para calcular si tal docente llegaría o no a los 16 mil pesos para que le fuera aplicada esa Medida del bienestar, la cosa se complicó mucho más.
Las marchas o manifestaciones de las que fuimos testigos la semana pasada son una evidencia contundente de ello. Es obvio, alguien podría pensar que el reclamo pasa directamente por el recurso económico, lo cual podría ser cierto porque, quién en su sano juicio no quisiera obtener un mayor recurso económico por la prestación de sus servicios; sin embargo, pienso que éste es uno de los tantos temas que se podrían enlistar como parte de la profesión porque, como he dicho, ni se ha revalorizado al magisterio, ni se le ha dado al profesorado mexicano las condiciones necesarias para que ejerza su labor en cada escuela y en cada salón como tendría de ejercerla.
Derivado de estas manifestaciones, varios funcionarios de gobierno a nivel nacional, o en los propios estados, no contuvieron su molestia y la expresaron; sin embargo, yo les preguntaría en razón de qué obtienen el salario que perciben mensualmente. Vaya, no he visto que algún Secretario o Secretaria de Educación, principalmente de las entidades de la República Mexicana, que haya emanado de las filas del magisterio, renunciar a su sueldo de Secretarios para quedarse solo con el de maestro o maestra. O también, no he conocido a un Gobernador o Gobernadora que haya dado ese salto del magisterio para ser mandatario estatal, renunciar a su sueldo para mantener el de la docencia. No, no he visto a ningún Secretario o Gobernador sortear las balas dentro un salón de clases; ellos tienen guardaespaldas, los docentes: libros.
Entonces, si el salario que se percibe como trabajador o funcionario público se asigna tomando como base la responsabilidad adquirida, ¿por qué la maestra o maestro no habría de exigir un sueldo que corresponda con la labor que realiza a diario en condiciones, muchas veces, paupérrimas?
Qué bueno que varios docentes se hayan organizado sin una representación sindical porque, está visto, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, ni vela por derechos ni lucha por ellos. Qué bueno que se haya dado un movimiento en todo el país para demandar lo que por propio derecho corresponde. Qué bueno que los manifestantes hayan celebrado el aumento que recibió el PAAE. Sí, qué bueno… pero, como diría Manuel Gil hace algunos años, cuando la mal llamada reforma educativa denostaba al profesorado: evaluación sí, pero no así.
Yo diría: salario justo y digno sí, pero no así.