En días pasados, con enorme beneplácito recibimos quienes tenemos o tuvimos la oportunidad de laborar en alguna de las más de 200 escuelas normales públicas del país, la noticia de que estudiantes normalistas viajarían a diversos países de América Latina pero también, de Europa, caso concreto, Francia. Esto, derivado de las gestiones y/o acuerdos que la Secretaría de Educación Pública (SEP) a través de la Dirección General de Educación Superior para Profesionales de la Educación (DGESPE), logró establecer con las autoridades educativas de esos países.
Al respecto, no tengo mucho que decir, más que mi reconocimiento por esta iniciativa y por el apoyo que las autoridades de la DGESPE y el que en algunas entidades federativas han brindado para que los estudiantes de estas escuelas, salgan a enriquecer sus conocimientos, intercambiando experiencias que reditúen en mejores y mayores aprendizajes para beneficio de su carrera profesional pero, también, de los niños y adolescentes que más adelante atenderán en alguna de las aulas que integran el Sistema Educativo Mexicano (SEM).
Si bien es cierto que parte de las obligaciones de las autoridades federales y locales de la SEP, es la de gestionar este tipo de acuerdos, también es cierto, y debo reconocerlo, que sin su debido seguimiento no se hubiera logrado tal propósito; de ahí que tenga que aplaudir, el trabajo que ha realizado la Subsecretaría de Educación Superior, con el Dr. Salvador Jara, y lo que el Dr. Mario Chávez, al frente de la DGESPE, ha capitalizado. Estoy seguro que a estos países, se dirigen jóvenes entusiastas que pondrán en alto el nombre de nuestro México querido.
Ahora bien, y si usted me lo permite, quisiera hablar un poco del otro lado de la moneda. Ciertamente el logro que he mencionado merece ocupar las primeras líneas y los encabezados de los periódicos u otros medios de comunicación; sin embargo, considero que sigue habiendo varias asignaturas pendientes que deben ser atendidas con el mismo ahínco con el que se difundió esta formidable noticia. Y es que mire usted, el normalismo mexicano, después de su impresionante auge que tuvo después de la creación de la SEP por Vasconcelos, al momento en que cierro estas líneas, sigue y tal parece, seguirá en el olvido.
No, no crea que pretendo desestimar y contradecir el argumento que he planteado al inicio de estas ideas. Y mucho menos, aminorar el logro de los estudiantes de las escuelas normales que en próximos saldrán a esos países. De ninguna manera. Por el contrario, y espero que así se entienda, reconocer ambas caras de la moneda es, desde mi perspectiva, un ejercicio que debemos realizar cotidianamente para valorar los logros y fortalecer aquellos aspectos que deben ser fortalecidos. Autocrítica le llaman, sobre todo, con argumentos.
Mencionaba que este Subsistema ha quedado en el olvido, porque de no ser por los hechos ocurridos en Ayotzinapa – con la desaparición de los 43 normalistas – y por los resultados que ha arrojado la evaluación para el ingreso al servicio profesional docente o la evaluación del desempeño a cientos de profesores, muy pocos, pero muy pocos, conocían o conocíamos sobre el normalismo mexicano.
Si no me equivoco, el momento educativo – más no el político – por el que está atravesando la educación en nuestro país, requiere de una profunda transformación del Subsistema de educación normal. Una transformación pero en serio.
Está más que visto, que la formación de los millones de niños y jóvenes requiere de maestros y maestras mejor preparados, y es en las escuelas normales, donde puede lograrse esos objetivos. ¿Por qué no hacer una profunda y sustancial revisión de sus reglamentos y estructuras organizacionales que las rigen?, ¿por qué no pensar y repensar, además de revisar, el plan de estudios que ofrecen las licenciaturas en educación preescolar, primaria, secundaria, educación física, especial y demás, para que haya una adecuada vinculación con la educación básica?, ¿por qué no involucrar al personal directivo, docente y no docente en la reorganización de estas escuelas? Si la intención, como lo mencionaron las autoridades en el evento en el que se presentaron a los jóvenes normalistas que saldrían a otros países, es contar con mejores estudiantes y maestros, ¿por qué no entrarle al toro por los cuernos?
Ciertamente el clima político limita esta parte de transformación a la que me refiero, pero, ¿no es este el propósito que persigue el nuevo modelo educativo?
En días pasados, tuve la oportunidad de conocer lo que se trabajó en los foros regionales sobre la presentación del Modelo Educativo 2016, específicamente, en el rubro de la educación superior en México. Como era de esperarse, se plantea la posibilidad de encontrar un punto de coincidencia entre la formación universitaria-tecnológica y las escuelas normales, para darle sentido a lo que dicho modelo contempla, a fin de que con esta acción, se fortalezca el ingreso al servicio profesional docente. Menuda y compleja situación es ésta. Tareas a los asistentes les fueron encomendadas pero, desde mi punto de vista, no le auguro buenos resultados, sobre todo, porque son ámbitos diferentes o muy diferentes para el desarrollo humano.
Muchos hemos hablado sobre ello. Las escuelas normales son, por excelencia, formadoras de maestros. Las universidades, importantísimas para el desarrollo y crecimiento humano. ¿Pueden corresponderse? Indudablemente pero, a fuerza de ser sincero, en este sexenio o lo que resta de éste, no podrá lograrse, aunque como sabemos y conocemos, es muy probable que éste sea impuesto.
Ojalá no sea así, y que cual sueño guajiro, de esos que alimentan el alma, se fortalezca el Subsistema normalista en México. Las escuelas normales rurales lo requieren, las urbanas también. Dejemos pues, de pensar y desear y pasemos a los hechos, como el atinado viaje que varios de estos alumnos realizarán a otros países.
Por cierto, con mucha seguridad se estará preguntando, y qué pasó con el tema de los maestros que se incluye en el título de estas ideas. La propuesta que le tengo no es nada descabellada: ¿por qué no pensar en una movilidad docente a nivel nacional? Es decir, que algunos maestros de las escuelas normales realicen estadías en otras con el mismo propósito que persigue la movilidad estudiantil. ¿No cree que se fortalecerán sus conocimientos a través del intercambio de experiencias? Si tanto nos preocupa la formación de estudiantes, ¿por qué no buscar un mecanismo de movilidad asegurando las formas de contratación y promoción de los profesores?
Finalmente, y no por ello menos importante, deseo extenderle una merecida felicitación a la alumna de la Escuela Normal Preescolar “Profra. Francisca Madera Martínez”, Jessica Ingrid Roldán Ramírez, quien en próximos días viajará a Francia. Desde este espacio, le deseo todo el éxito posible en esta oportunidad. Tlaxcala manda una digna representante la Facultad de Montpellier.
Enhorabuena.