Sin el ánimo de desestimar de buenas a primeras el Modelo Educativo que hace unos días el Secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, presentó “pomposamente” ante los medios de comunicación del país, me permitiré hacer una serie de reflexiones de éste puesto que como usted sabrá, el espacio y tiempo, no me alcanzarían para explicar cada uno de los rubros que lo componen; no obstante esta seria limitante, le comparto las ideas que me surgieron después de darle lectura a los documentos: Los fines de la educación en el siglo XXI, El modelo educativo 2016, y Propuesta curricular para la educación obligatoria 2016.
Como seguramente usted habrá escuchado y leído en estos días, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y un buen grupo de maestros en varios estados del país, han salido a las calles para manifestar su malestar por la implementación de una Reforma Educativa que el mismo Secretario, en su momento, reconoció como laboral-administrativa pero no educativa. Pues bien, tal fue el empuje del magisterio disidente y no disidente que el funcionario no tuvo otro remedio que recular varias de las propuestas que estaban establecidas en la Ley General del Servicio Profesional Docente, como el pago de Carrera Magisterial, por ejemplo, y llamar a una organización carente de legitimidad y liderazgo para sentarse a “negociar” algo que hasta esos días era prácticamente innegociable, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE).
Así las cosas y en medio de un país acalorado por el empuje de los profesores de la mayor parte de la República Mexicana, se presentó un Modelo Educativo que dejó de lado lo que hasta ese momento se conoció como el corazón de la reforma, la evaluación, y dio paso nada más y nada menos a la pedagogía, como el elemento “reformador” que vendría a apaciguar las cosas y mejorar el desarrollo de los mexicanos. Cosa más chusca fue ésta porque entre recule y recule, el Secretario cambió su discurso y ahora plantea la posibilidad de que dicho modelo se implemente hasta el ciclo escolar 2018-2019, proponiendo para ello, una serie de foros para que diversos actores educativos y no educativos participen en su revisión y fortalecimiento, incluyendo, lo que desde el principio muchos, pero muchos, exigimos: la presencia de los maestros.
Desde mi perspectiva, la presentación de este modelo educativo llegó en un mal momento. Razones para afirmar esto hay de sobra, sobre todo, porque en lugar de que éste se vea como una posibilidad para mejorar la educación y plantear un mejor escenario para los mexicanos, quedará como una iniciativa llena de “buenas intenciones” que el gobierno de Peña Nieto y la gestión de Nuño Mayer, dejaron para el pueblo de México. De alguna forma tenían que justificar su chamba, ¿no cree?
Ahora bien, por lo que respecta a los documentos como tal, me referiré en esta ocasión al que parece marcar precisamente la línea educativa del modelo y cuyo nombre, alude a ello: “El Modelo Educativo 2016”. Conformado por 5 rubros: la escuela al centro, planteamiento curricular, formación y desarrollo profesional docente, inclusión y equidad, gobernanza del Sistema Educativo; brinda las directrices a seguir para la implementación del denominado documento “Propuesta curricular para la educación obligatoria 2016”; hecho que parece harto pertinente pero, ¿qué hay de nuevo o en éste? Salvo algunos conceptos como el de “aprendizajes claves”, lo demás, es algo que se ha venido trabajado de unos años para acá en el nivel básico de enseñanza. ¿En dónde está lo innovador? Créame cuando le digo que no lo tiene. Entonces, ¿cuál ha sido el problema para que México ocupe uno de los nada gratos lugares en aprovechamiento escolar a diferencia de otros países? La respuesta, aunque parece obvia, para mí no lo es tanto: en la Secretaría de Educación Pública y en los gobiernos federales y estatales. Me explico.
En el documento Modelo Educativo 2016, página 51, sobre el planteamiento curricular, se lee: “…los maestros deben modelar las estrategias de aprendizaje, es decir, ejecutarlos identificando en voz alta los procedimientos, y propiciar la interrogación meta-cognitiva del alumno para que conozca y reflexione sobre las estrategias utilizadas a fin de mejorar su uso…”; idea por demás interesante y, con seguridad, el docente que lea esto podrá dudar o estar seguro en su implementación, solo que, a quienes tuvieron la oportunidad de redactar este planteamiento se les olvidó algo: México dentro de sí, tiene muchos México’s, las brechas de desigualdad social son cada vez más amplias y los niveles de pobreza y marginación han ido en aumento. ¿Cómo se espera que el maestro logre un proceso meta-cognitivo si el alumno que atiende no deja desayunado ni comido porque en su casa no tienen ni para un bolillo?, ¿cómo se espera que el docente logre que el alumno reflexione si sus condiciones contextuales no le permiten ni siquiera analizar a detalle cada aspecto de su vida y su contexto porque cada vez que observa que alguien que es crítico y reflexivo sufre una represión o es castigado?
Mucho ruido y pocas nueces o, lo que es lo mismo, muchos qué’s y pocos cómo’s se observan en un documento que fui construido con la mejor de las intenciones – quiero pensar que así fue – pero que, si las condiciones políticas, económicas, sociales y culturales en nuestro país no cambian, dudo mucho que logré el propósito para el que fue creado. Podemos tener el mejor documento en México, éste puede ser debidamente consensado con todos los actores pero, seguro estoy, que de nada serviría sin tener las condiciones a las que aludo para su implementación.
Por los maestros y maestras de México no quedará su aplicación. Lo afirmo y lo sostengo. De hecho, muchos están interesados en saber en qué consiste y cómo se podrá echar andar este modelo, previas las propuestas que pueden generar al interior de sus consejos técnicos. Al igual que un servidor, a muchos colegas nos buscarán o han buscado para que hablemos un poco sobre éste y otros temas que les son de utilidad en estos momentos. Créanme que les reconozco y aplaudo esa iniciativa y esas ansias por aprender. Los beneficiados en todo caso, serán esos cientos de niños que acuden a sus escuelas que, sin saber de política, de modelos educativos, ni de charrismos sindicales, asisten a recibir sus clases impartidas por sus maestros.