Con el propósito de conocer el Modelo Educativo propuesto por la Secretaría de Educación Pública (SEP), discutir abiertamente su contenido, identificar aciertos y errores y sobre todo, con el ánimo de hacer una propuesta que mejore la iniciativa curricular de la SEP, las universidades Marista de Querétaro (UMQ), la Autónoma de ese estado (UAQ) y la de Guanajuato (UG), organizaron el pasado 14 del presente un foro para revisar, bajo una mirada crítica y plural, la propuesta gubernamental.
Este foro, a diferencia de los que organiza la propia SEP, convocó abiertamente a todo aquel que quisiera discutir la iniciativa oficial, es decir, ningún grupo, gremio o actor social estuvo mayoritariamente representando. Por eso fue plural. Para darle el carácter de crítico, se introdujo una mecánica de trabajo en donde cada participante pudiera expresarse libremente en mesas de trabajo y después en una sesión plenaria.
El resultado fue positivo. Se registraron más de 100 participantes, los cuales no solo provinieron de Querétaro, sino también de los estados de Hidalgo y lógicamente, de Guanajuato. Hubo estudiantes y maestros de algunas escuelas normales, profesores universitarios en servicio y jubilados, así como investigadores educativos.
La mezcla entre docentes experimentados y las nuevas generaciones resaltó interesantes diferencias pero también importantes coincidencias. Entre estas últimas, mencionaría la profunda desconfianza que sienten los mentores sobre los resultados de los foros y el actuar de las autoridades federales —en este caso la SEP. Temen no ser escuchados al expresar sus críticas al Modelo Educativo y razonablemente, se cuestionan, “¿por qué en la elaboración de la ley sobre el servicio profesional docente no nos tomaron en cuenta y ahora sí?”
La suspicacia y desconfianza dibujan la “otra cara” de los foros de consulta sobre el Modelo Educativo y no es claro si esos gestos de recelo desaparecerán con la respuesta que dé al final la SEP o sólo profundizarán las arrugas del viejo régimen. Ante ello, pienso que la autoridad federal ya no sólo tiene un desafío pedagógico o curricular enfrente, sino también uno de legitimidad. ¿Podrá la SEP reconstruir su capacidad para conducir los cambios que son necesarios en el Sistema Educativo Nacional?
Más allá del contenido de los documentos oficiales sobre el Modelo, los asistentes a los foros como el de Querétaro tiene mucho más que decir y lo expresan abiertamente. Por ejemplo, una profesora nos cuestionó a los organizadores sobre el hecho de utilizar en las mesas de trabajo el formato que gentilmente envió la SEP —y que será la base para el procesamiento de información a cargo del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). Dijo que ese formato restringe los distintos puntos de vista y los encasilla en tres grandes categorías: (1) elementos “positivos”, (2) aspectos a “incorporar o fortalecer” y (3) factores “críticos” para el logro de los distintos temas (fines de la educación, Escuela al Centro, planteamiento curricular en los distintos niveles, formación docente, inclusión y equidad, gobernanza, condiciones para gestionar el currículum, y contenidos).
Incluso, en consonancia con otras voces públicas, cuestionaron la decisión gubernamental de haber seleccionado sólo al CIDE para ordenar la información de la consulta cuando, según dijeron otros colegas, la educación no es campo de su competencia. Verdad o no, esta inquietud está presente en los foros.
Para tratar de ir más allá del esquema de fortalezas y debilidades, los participantes del encuentro en Querétaro resaltaron la necesidad de saber si la SEP cuenta con evidencia sobre el funcionamiento de iniciativas pasadas como para ahora proponer un cambio curricular distinto. Específicamente, preguntaron si el Acuerdo 592, que trataba de articular los distintos tramos de la educación básica (preescolar, primaria y secundaria) en uno solo, ha dado o no los resultados esperados desde 2011. Para los revisores del Modelo, falta sustentar mucho mejor por qué se planea un cambio curricular como el que propone ahora la secretaría. Este punto refuerza lo dicho aquí hace mes y medio: “el diagnóstico que se presenta en los documentos oficiales levanta la pregunta, ¿cómo o por qué llegamos hasta aquí? En esto, la SEP se quedó corta” (Campus 667, 04/08/16).
Pero disipar la amplia desconfianza social y la suspicacia es un reto mucho mayor que enmendar la propuesta original del Modelo Educativo. Para ello, la SEP tendrá que idear una estrategia distinta y mostrar que los foros de consulta sirven para algo más que cumplir con un requisito formal. Al reconocer la “otra cara” de la consulta, los hacedores de política —y sus respectivos asesores— tendrían que explicar, con base en evidencia empírica y lógica, la necesidad de desarrollar una nueva propuesta curricular. Además, sería plausible que reconocieran los errores cometidos como el plagio contenido en los documentos oficiales y supieran ser humildes para dejarse asesorar por filósofos de la educación y especialistas en diseño curricular y así poder establecer la coherencia entre los fines de la educación, la terminología utilizada en el Modelo y los contenidos curriculares.
Así como el secretario Nuño ha mostrado una genuina determinación por aplicar la Ley, quisiéramos verlo con el mismo aplomo explicando, de manera pública, qué elementos, después de los foros de consulta, se van a incorporar a la propuesta final del Modelo, cuáles no y por qué. Bajo los mismos reflectores que lo cubrían en sus giras por las escuelas, el titular de la SEP podría responder a las agrias críticas al Modelo, rebatiendo argumentos y sabiendo reconocer que puede haber profundas contradicciones entre el cambio educativo propuesto y los actuales esquemas de evaluación.
Ante la “otra cara” de los foros de consulta, la SEP puede mostrar que ya entendió la complejidad por la que atraviesa el cambio educativo y que es sensible a ello. Hacernos sentir a todos partícipes del cambio curricular es una de las últimas cartas que le quedan a este gobierno para tratar de frenar su desprestigio.