«El futuro de la humanidad está en manos de aquellos que pueden dar a las generaciones venideras razones para vivir y esperanzas.»
Teilhard de Chardin
Soy de esa generación de docentes que, siendo aún jóvenes y llenos de sueños, ingresamos a la escuela normal con la ilusión de hacer la diferencia. Con una mochila cargada de esperanzas y una vocación que, en aquel entonces, parecía demasiado grande para nuestros años, iniciamos este viaje. A lo largo de tres décadas, fuimos moldeados y enriquecidos por maestras y maestros cuyo legado fue trascendental y cuya luz nos guió en cada paso que dimos.
Ya fuera frente a un grupo de estudiantes, dirigiendo una escuela, participando en mesas técnicas o integrando la estructura educativa más amplia, pusimos nuestro empeño, dedicación y pasión en cada actividad. Nuestro objetivo siempre fue claro: contribuir y dar continuidad al proyecto educativo legado por grandes figuras de la historia educativa. Hoy, con el corazón lleno de gratitud, podemos afirmar que, pese a las adversidades y desafíos, dejamos lo mejor de nosotros. Los resultados y el impacto en generaciones de estudiantes son testimonio de ello.
Algunos compañeros y compañeras, por circunstancias diversas, no pudieron completar este viaje con nosotros. Aunque el tiempo y la distancia nos separen, les recordamos con cariño y gratitud, honrando su memoria y su contribución al mundo educativo.
La ansiada jubilación ha llegado, pero ello no significa que nuestra labor haya concluido. Nuestro impulso sigue vivo: algunos cuidando a sus nietos, otros explorando la creatividad a través de las manualidades, participando en deportes, reuniéndose en desayunos con viejos amigos, persiguiendo un sueño emprendedor, estudiando nuevas disciplinas, liderando proyectos, o simplemente haciendo aquello que nos llena de alegría. Aunque nuestros roles hayan cambiado, seguimos dejando huella, contribuyendo activamente a la sociedad y manteniendo vivos los lazos con aquellos que compartieron el camino con nosotros.
Con humildad y satisfacción, hoy nos dirigimos a la sociedad para declarar con profunda certeza: «Misión cumplida». Nuestras generaciones docentes, con sus altos y bajos, con sus victorias y desafíos, ha dejado una huella indeleble en la educación. Y aunque nuestros días en el aula hayan terminado, el legado de nuestro compromiso y pasión perdurará en las generaciones futuras.