Desde que ingresé al magisterio, hace poco más de dos décadas, muchos temas me han preocupado y ocupado, pero uno en particular, me ha quitado más de una vez el sueño: mi desempeño.
Con seguridad, al igual que muchos de los maestros y maestras de nuestro país, la incertidumbre, en cierto momento, se ha a apoderado de mi mente: ¿estaré haciendo bien mi trabajo?, ¿mis estudiantes están aprendiendo conforme a las estrategias didácticas que diseño?, ¿de qué manera habrá influido mi ejercicio docente en la vida de cada uno de los pequeños?, ¿qué habrá sido de ellos? Sí, una y mil preguntas han llegado a estrellarse en mi cabeza cada vez que me pienso.
Generalmente, pasados estos instantes de autocrítica, reflexión y toma de decisiones, viene la calma. Una calma que, en algún momento se acompaña de ciertas circunstancias que me han llevado a confirmar que, probablemente, el trabajo que realizo en el aula está rindiendo los frutos esperados o, por el contrario, que mi quehacer no ha sido lo que esperaba.
¿Cuántos de nosotros, los que nos dedicamos a la docencia, no nos hemos encontrado a un ex alumno que ya es médico, ingeniero, abogado, arquitecto o maestro?, ¿cuántos de nosotros, que nos dedicamos a la docencia, no nos habremos enterado que cierto ex alumno dejó la escuela para incorporarse al mercado laboral porque sus circunstancias y las de sus familiares lo llevaron a ello?, ¿cuántos de nosotros, que nos dedicamos a la docencia, no hemos conversado, tal vez, con un desconocido que nos recuerda con afecto y cariño porque fuimos sus maestros?, ¿cuántos de nosotros, que nos dedicamos a la docencia, hemos recibido un reclamo por aquellos que en su momento estuvieron en nuestras manos puesto que no realizamos nuestro trabajo? ¿cuántos de nosotros, los que nos dedicamos a la docencia, no hemos sabido de algún ex alumno que ha culminado un posgrado o publicado algún artículo o un libro?, ¿cuántos de nosotros, que nos dedicamos a la docencia, no nos habremos enterado que cierto estudiante migró, se incorporó al narcotráfico o a la delincuencia organizada? En fin, esas interrogantes, como seguramente habrá más, repito, generalmente, vienen a calmar los momentos de desasosiego o, por el contrario, vienen a prender los focos rojos en la labor que realizamos en nuestras escuelas.
La docencia es compleja, no lo niego, pero vaya, eso lo sabía desde el principio, así que no me quejo. El gusto, amor y disfrute por mi profesión, es algo que no cambió ni cambiaría por nada.
Caray, si al ingresar a un grupo y, prácticamente de la nada, el mundo se desaparece y se construye otro en el que solo se existe y se comparte con nuestros alumnos; ha sido de las experiencias más enriquecedoras que he vivido y que, afortunadamente, sigo viviendo.
¿Qué importan las reformas educativas y los planes mal hechos por el gobierno si, lo que trasciende en el aula, va más allá de lo que me indica el cuadernillo?, ¿acaso convidar de mi torta a un niño que no dejó desayunado porque sus padres no tienen trabajo lo indica el currículo o el libro de texto? No, la docencia es más que una reforma educativa, un currículo, un plan de estudios o un libro de texto. Eso, quienes nos encontramos inmersos en esta profesión, lo sabemos.
Aún recuerdo cuando en la escuela construimos una línea de tiempo sobre las reformas educativas en México. Sin duda, abordamos algunas de ellas: la educación socialista de Lázaro Cárdenas, el Plan de Once Años con Adolfo López Mateos, o bien, la educación y apertura democrática de Luis Echeverría; de ellas, mucho aprendimos, puesto que con el profesor que tenía a cargo la materia, analizamos cada una de las acciones que de éstas se desprendieron. Sí, es un pedazo de la historia educativa de México, y fue muy bueno conocerlo. Jamás lo haría menos. No obstante, me pregunto: ¿qué concepción se tenía del maestro en esos momentos y qué es lo que habrá pasado para que dicha concepción haya cambiado?
Nadie puede negar la intromisión de organismos internacionales en la educación de diversos países, como el nuestro. Eso lo sabemos, pero ¿acaso es un simple empleo?, ¿a eso nos han reducido los gobiernos? Triste y lamentablemente, desde el plano laboral, la docencia es un empleo, bien o mal remunerado, pero ese es otro cuento. El meollo del asunto radica en la interacción diaria con seres humanos, individuos o personas que están a nuestro cargo, por un tiempo determinado, para que aprendan algo. ¡Qué enorme responsabilidad! Pero, aun así, para muchos es un empleo.
Sí, un empleo que depende directamente del estado; tal vez por ello, actualmente, se vivan infinidades de situaciones donde muchas escuelas sobreviven por obra del espíritu santo.
No, no se trata de victimizar a quienes nos dedicamos a esta noble profesión. Se trata de ubicarnos en una realidad que duele. Y duele, porque por más inhumanos que podamos ser, generamos algo que se conoce como empatía con otros tantos seres humanos que acuden a diario a nuestras escuelas para compartirnos sus vidas, sus experiencias, sus conocimientos.
Bien valdría la pena pasar del discurso a los hechos; eso lo han dicho precandidatos, candidatos y Presidentes de México y, ¿cómo estamos? Viviendo con la esperanza de que se cumpla el sueño. Un sueño que tiene que ver con mejores escuelas, con mejores maestros, con mejores planes y programas, con mejores materiales, con mejores capacitaciones, con mejores actualizaciones, con mejores profesionales de la educación. Sí, siempre en busca de una mejora. De hecho, en el artículo 3º de la Constitución Política Mexicana así se plasma y, ¿cómo estamos? Viviendo con la esperanza de un mundo nuevo. Y así se nos fue el tiempo. Un tiempo que en la escuela y en el aula no se detiene, por el contrario, exige que demos lo mejor de nosotros para entregar buenos resultados. Claro, esa es nuestra misión, esa es nuestra encomienda, y no la aborrecemos, la disfrutamos. Y la disfrutamos porque fue, es y ha sido, un privilegio ser maestro.
Caray, a buena parte de los Presidentes, legisladores, funcionarios y demás encargados de la política educativa mexicana, se les ha olvidado que más allá de las reformas está el maestro… Caray, buena parte de los Presidentes, legisladores y funcionarios, se fueron de boca y prometieron que ahora sí se brindarían mejores condiciones laborales y educativas para los maestros, ¿y cómo estamos? Viviendo el sueño de una cuarta transformación que está a punto de desvanecerse ante la incipiente reforma educativa que no atiende ni atenderá de fondo el verdadero problema educativo en México. ¿Y los maestros? Cumpliendo, como siempre lo han hecho.