“Los maestros necesitan apoyo y recursos, no castigos y desconfianza, para ser efectivos en sus roles”. Linda Darling-Hammond
En México, la carrera del personal magisterial ha sido un tema de constante controversia y evolución, especialmente en las últimas décadas. Los sistemas diseñados para la promoción, ascenso y reconocimiento de los docentes han buscado, en teoría, profesionalizar y mejorar la calidad educativa. Sin embargo, estos intentos han generado, en muchos casos, más incertidumbre que certezas, provocando un ambiente de estrés y desconfianza. A lo largo de los años, sobre todo en el sexenio anterior, estas políticas han sido percibidas más como mecanismos punitivos que como herramientas de apoyo y mejora, lo que ha llevado a una resistencia y rechazo dentro de las comunidades escolares.
La creación de organismos como la Unidad del Sistema para la Carrera de las Maestras y los Maestros (USICAMM) fue concebida con la intención de establecer procesos más transparentes y justos. No obstante, en la práctica, estos procesos han sido criticados por su complejidad y por no tomar en cuenta las realidades y necesidades específicas de los docentes. Las evaluaciones, que deberían servir para mejorar las prácticas pedagógicas, han sido vistas como amenazas a la estabilidad laboral, generando un clima de tensión y desconfianza entre los maestros.
Con el reciente anuncio de la presidenta Claudia Sheinbaum sobre la desaparición de la USICAMM, se presenta una oportunidad para replantear la forma en que se gestionan los procesos de promoción y reconocimiento magisterial. Esta decisión invita a reflexionar sobre los elementos que deberían considerarse para construir un sistema más justo, inclusivo y efectivo para los docentes en México. Es crucial que se diseñen evaluaciones formativas enfocadas en el desarrollo profesional continuo. Estas evaluaciones deben estar acompañadas de procesos de tutoría y mentoría, donde el objetivo sea la mejora de las prácticas educativas.
Además, la construcción de cualquier nuevo sistema debe incluir la voz y experiencia de los docentes, creando foros de discusión y consulta donde puedan expresar sus preocupaciones y sugerencias. Es fundamental que los procesos de promoción y reconocimiento consideren los contextos en los que trabajan los docentes, incluyendo las condiciones socioeconómicas, geográficas y culturales de cada región. La flexibilidad del sistema es igualmente importante, permitiendo adaptaciones según las particularidades de cada escuela y comunidad, asegurando así que el sistema evolucione y se perfeccione con el tiempo.
También es necesario simplificar los trámites administrativos para reducir la carga que estos representan para los docentes, permitiéndoles dedicar más tiempo a su verdadera labor: la enseñanza. La transparencia en los procesos de asignación de plazas, ascensos y reconocimientos es vital para restaurar la confianza en el sistema, garantizando que los criterios sean claros, justos y aplicados de manera equitativa, con mecanismos de rendición de cuentas que permitan a los docentes conocer y cuestionar las decisiones tomadas. Así, la desaparición de la USICAMM debe ser vista no como un punto final, ni como un regreso a esquemas y vicios del pasado, sino como una oportunidad para repensar el camino hacia un sistema educativo que realmente valore y apoye a sus docentes. Porque la educación, es el camino…
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