Carlos Ornelas
Márgara, para sus cercanos. Quiero quedarme con la imagen de una mujer recia, franca y siempre con una sonrisa. Rememoro sus apretones de mano al saludar y los abrazos que le sacudían a uno el cuerpo. Su forma pausada de hablar, como para dar tiempo a que sus palabras tradujeran su pensamiento sin ambigüedades. Su expresión oral y su lenguaje escrito presumían de claridad.
Margarita Zorrilla Fierro, mi amiga y colega de la investigación educativa, concluyó su ciclo en esta vida el jueves 21 de enero. Su esposo, Bonifacio Barba y sus hijos, Ignacio, José Pablo y Bernardo cerca de ella. Cumplió su labor en esta vida con dignidad y alegría. Deja bellos recuerdos.
Nos conocimos a comienzos de noviembre del ya lejano 1979 en un encuentro de investigación educativa en la Universidad Autónoma de Aguascalientes; ella y Bonifacio formaban parte del comité organizador. Eran una joven pareja de educadores, casi recién egresados de la licenciatura, pero ya con un compromiso macizo por la educación.
De allí al final de la década de los 1980 nuestros encuentros y conversaciones fueron esporádicos, en las primeras reuniones preparatorias de lo que hoy es el Consejo Mexicano de Investigación Educativa o en mis visitas a Aguascalientes cuando Bonifacio y yo trabajamos juntos en un proyecto.
Márgara mostró sus dotes de liderazgo y sensibilidad política desde joven, sin abandonar su franqueza ni dejar de hablara claro. En la profesión eso no es un arte, así nos llevamos. Mas ella lo manifestó en los puestos de alta responsabilidad que tuvo, tanto en Aguascalientes, en el gobierno de Otto Granados Roldán, como después en el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, donde fue directora general, antes de que el INEE disfrutara de autonomía constitucional; después formó parte de su primera Junta de Gobierno.
Fue una estudiosa incansable. Una vez enrolada en la investigación educativa y la labor docente, se adentró en los estudios formales, maestrías, especialidades, diplomados y, ya en su madurez, el doctorado en un programa conjunto de la Universidad Complutense de Madrid y la Universidad Anáhuac en Diagnóstico, medida y evaluación de la intervención educativa. Proyecto enlazado a sus intereses intelectuales y profesionales.
Dejó huella como funcionaria y más aún con su labor intelectual. Produjo piezas de valía sobre evaluación y calidad en la educación, política educativa (analista de la descentralización) y educación para la paz. Su agudeza en los juicios y la administración de datos para sustentarlos fue un atributo de su escritura.
Impartió docencia en primaria, secundaria y bachillerato en Monterrey, pero su fuerte la educación superior y su ánimo para formar investigadores. Inició a innumerables jóvenes, más a mujeres que a varones, en la investigación educativa mediante su labor docente en la UAA y fue mentora de muchos otros profesionales que se le acercaron durante su desempeño como funcionaria.
Siempre tenía tiempo para ellos, para darles consejos y guiarlos con “cariño casi maternal”, me dijo una de mis estudiantes. Dada la comunión de intereses en temas de investigación, le pedí que apoyara a Carolina Crowley y que formara parte de su comité de tesis doctoral. Fue mucho más, la guio por vericuetos, le brindó información y le aconsejó cómo abordar ciertos temas escabrosos.
La recordaré como una amiga entrañable y cariñosa. Espero que Bonifacio, su compañero de vida, y su descendencia superen pronto el duelo. Les mando un abrazo solidario.
Márgara, te vamos a extrañar.