La historia del proceso de profesionalización docente, ha sufrido cambios diversos a lo largo de una historia llena de fracturas, luchas incesantes entre dos proyectos: aquel que definía que los maestros deberían de estar involucrados al lado de las causas del pueblo, en sus luchas y siendo sensibles a formar parte de éstas y otro proyecto que dice que los docentes son profesionistas que se van burocratizando y que cada vez deberán acercarse a ser tratados por igual al resto de los profesionistas liberales en el país. De cada una de estas visiones han surgido modelos pedagógicos y de formación los cuales se han desarrollo en los centros exclusivos de formación docente en nuestro país: las escuelas Normales públicas.
Las escuelas Normales de nuestro país no sólo han sido espacios que legitimaban la capacidad de enseñar a las nuevas generaciones, sobre todo en educación básica, son también espacios democráticos abiertos a personas pobres, hijos de campesinos y de obreros, cuya única vía de ascenso social se definía a partir de ingresar a una escuela Normal y obtener una plaza de manera automática para incorporase a la docencia. Las escuelas Normales también han sido espacios de discusión, de debate, de incubadora de guerrilleros, como el caso de los hermanos Gámiz García en Chihuahua o de Genaro Vázquez o Lucio Cabañas en Guerrero. Puede pensarse que la tarea de enseñar no implica llegar a los excesos de radicalización a los que llegaron muchos, que incluso dieron su vida por esos ideales.
Hoy el propósito que se fragua para transformar a las escuelas Normales es acabar con este vaso comunicante entre la educación y las causas populares, y la legitimidad de la que gozaron miles de educadores en este país. La reforma a las Normales pretende burocratizar la labor de enseñanza, a partir de restringir aun más el acceso, de colocar al país dentro de las estándares mundiales bajo una lógica neoliberal, de competir de manera igual con los desiguales.
Las escuelas Normales fueron el pretexto para muchos jóvenes que apenas terminaban la adolescencia, de formarse como ciudadanos, como educadores y como líderes sociales, al lado de una patria abstracta y nebulosa de niños pobres, que llegaban con pocos útiles escolares y con el estómago vacío. Educar en un México de pobres hoy la reforma nos invita a escenarios inéditos.
Paradójicamente la reforma que se propone a las escuelas Normales, es que éstas renuncien a lo más valioso que han logrado a través de los años, entre otras cosas la mística, la vocación y la entrega social por la educación, para incluirse en la perspectiva de ser idóneos, de obtener el perfil, el estándar y cumplir con el desempeño, desde una lógica perversa a partir de generar cambios radicales hacia la derecha y de ignorar la historia y darle la espalda a las comunidades más pobres de este país.
No es ninguna casualidad que el discurso pedagógico del titular de la SEP sea como el de un policía o un capataz, que amenaza, que intimida, que reta. Da la sensación que a eso se aspira, a vivir vigilados constantemente y que después de la reforma ya no podamos dormir tranquilos.
Profesor-investigador de la Universidad Pedagógica Nacional, Unidad Guadalajara
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