Eugenia Roldán *
Lucía Parrodi fue una profesora que participó en la construcción del sistema educativo público y privado de la posrevolución. Lo hizo dentro de los espacios de posibilidad que le daban su condición de clase y su género, con sus valores sobre el estudio, la religión, y la familia, y desde una situación de relativa autonomía.
Nació en la Ciudad de México en 1892, en el barrio de Santa María la Ribera. Su padre fue Eugenio Antonio Parrodi Guerrier, de profesión contador, y su madre Marie Lucie Carré Boutot, una inmigrante francesa cuyo padre falleció en el trayecto del barco, cuando ambos viajaban hacia México. Sola, con 15 años de edad, se trasladó a la Ciudad de México donde consiguió trabajo en una tienda de ropa, sobre cuyo mostrador pernoctaba, hasta que conoció al que sería su marido y se casó.
El matrimonio Parrodi Carré era relativamente acomodado. Lucía tuvo cuatro hermanas y dos hermanos, dos de los cuales fallecieron de fiebre tifoidea en su juventud. En la familia se valoraba el estudio. En el contexto de las oportunidades que ofrecía la expansión de la escolarización y la progresiva feminización del magisterio, Lucía y su hermana Julia (tres años mayor que ella) estudiaron en la Escuela Normal para Profesoras. Ambas se graduaron en 1907, en la misma generación que Eulalia Guzmán, con quien Lucía conservó una amistad a lo largo de su vida. Bertha, una hermana menor, también estudiaría la Normal unos años después, para luego ingresar a la Congregación de San José de Lyon y dedicarse al magisterio en el Colegio Francés. Todos los hermanos fueron fervientes católicos y con inclinaciones científicas.
Probablemente Lucía se desempeñó como maestra de primaria tras graduarse de la Normal. Luego, entre 1912 y 1915 tomó el curso de botánica que impartía el profesor alemán Carlos Reiche en la Escuela Nacional de Altos Estudios, del cual fue alumna destacada. La Escuela había sido fundada en 1910 en el seno de la Universidad Nacional para la formación de los profesores de las escuelas secundarias y profesionales, brindando preparación tanto pedagógica como disciplinar, institución que a partir de 1934 sería la Normal Superior. Después de esa formación, o de manera simultánea, Lucía se desempeñaba como preparadora de maestras en la escuela primaria Anexa a la Escuela Normal de Profesoras, en las lecciones de zoología, biología y botánica, y como profesora de dicha Escuela Normal.
En 1924, Lucía Parrodi fue la única mujer llamada a participar en la comisión que diseñó los planes y programas de estudio comunes a todas las secundarias de la Secretaría de Educación Pública (SEP), en las materias de botánica, física y química. Los planes que contribuyó a diseñar tenían una fuerte carga experimental, con enseñanza complementada por laboratorios. Con esos planes se inauguraron en 1925 las dos primeras secundarias administradas por la SEP y se aplicaron también a las que esta Secretaría incorporó de la Escuela Nacional Preparatoria y de la Escuela Normal de Profesores. Lucía fue por unos años profesora de botánica y zoología en la secundaria número 4, inaugurada en 1927.
Los primeros veinte años de Lucía Parrodi en el magisterio coincidieron con un periodo de posicionamiento laboral del magisterio en general y de las maestras en particular, en lo tocante a la equidad con los varones. Maestros y maestras fueron adquiriendo derechos laborales y para 1933 las docentes ya tenían igualdad escalafonaria y salarial con los varones, además de derechos maternales reconocidos.
Pese a ello –o gracias a esto–, Lucía se casó relativamente “tarde”. Conoció al que sería su esposo, el ingeniero forestal Ángel Roldán Molina, en las clases de botánica de la Escuela de Altos Estudios, pero no entablaron una relación sino hasta 1926, y se casaron cuando ella tenía 34 años. Él era miembro activo de la Sociedad Forestal Mexicana, destinada a la preservación de los bosques (fundada en 1921 por Miguel Ángel de Quevedo y otros) y se desempeñaba en distintos cargos de la administración pública. El matrimonio Roldán-Parrodi se asentó en una casa al sur de la ciudad de México, en la colonia Florida, que entonces era una zona semirrural aledaña a la exhacienda de Guadalupe. Su casa estaba rodeada de milpas y un vivero propiedad del Ing. Roldán. Entre 1927 y 1936, Lucía dio a luz a una hija y tres hijos. Su vida previa como mujer autónoma, los largos viajes de su esposo y una posición económica que le permitía tener servidumbre, le posibilitaron continuar su vida profesional, con el apoyo de su cónyuge, aunque en un nuevo ámbito.
Durante la gestión radical de Narciso Bassols al frente de la SEP (1931-1934), que, entre otras cosas, reforzó la laicización de la enseñanza primaria y secundaria, extendió el control de la SEP sobre el número creciente de escuelas secundarias privadas y prohibió a ministros y miembros de órdenes religiosas impartir enseñanza en las escuelas, tuvo lugar la expropiación del edificio del Colegio Teresiano de Mixcoac para instalar ahí una secundaria pública, que sería la número 10. El Colegio, cuyo edificio había sido construido en 1902, tenía desde párvulos hasta enseñanza comercial, además de un internado que albergaba a más de 100 alumnas procedentes de todo el país. En 1935, tras un año de estar refugiadas en distintas viviendas, monjas e internas consiguieron una sede permanente en la colonia Florida, justo a la vuelta de la casa de Lucía Parrodi de Roldán, quien aparentemente participó en las gestiones para conseguir del dueño del terreno la cesión para el colegio.
Crédito: https://revistareplicante.com/el-tesoro-de-una-cientifica-rebelde/
Una vez establecido ahí, el re-bautizado Colegio La Florida (nombre que conserva hasta hoy pese a haberse mudado después a la colonia Nápoles), las religiosas confiaron a Lucía Parrodi, una seglar con credenciales oficiales, la dirección técnica de la escuela para poder obtener su incorporación a la SEP. Esto sucedía mientras su esposo era funcionario del gobierno cardenista, quien trabajaba en el Departamento Forestal y de Caza y Pesca y participaba en la creación de los institutos de investigación científica del flamante Instituto Politécnico Nacional. La vinculación de Lucía Parrodi con el colegio religioso no parece haber obedecido a motivos ideológicos, sino a la coyuntura de su vida de casada y la proximidad física entre la institución y su hogar.
Como directora técnica del Colegio La Florida, Lucía Parrodi gestionó las incorporaciones de la primaria, la secundaria y la carrera de contador privado, por lo que se le recuerda como una figura esencial en la consolidación de dicha institución. Además, fue profesora de francés y de asignaturas de ciencias naturales en el Colegio durante varios años en las décadas de 1940 y 1950.
Lucía Parrodi falleció en 1980. En su vida no parece haber habido grandes contradicciones entre su espíritu religioso y su formación científica, entre sus vínculos con los sistemas público y privado de educación, o entre su matrimonio y su trabajo. Su peculiar trayectoria no fue de grandes quiebres ni de grandes luchas; su constante fue el compromiso con la docencia y la participación en la formación de instituciones al paso de lo que le fue tocando vivir. Maestras como ella dieron forma, en el quehacer cotidiano, al diverso panorama educativo que se forjó en el periodo posrevolucionario y que hemos heredado.
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Eugenia Roldán * Pluma invitada. Eugenia Roldán es licenciada en Historia por la UNAM. Cursó la maestría en la Universidad de Warwick y el doctorado en la Universidad de Cambridge, ambas instituciones del Reino Unido. Se especializó en historia del libro educativo en Hispanoamérica en el siglo XIX, así como en procesos de internacionalización del conocimiento. Con apoyo de una beca de repatriación de CONACYT, en marzo de 2009 se incorporó al DIE como investigadora en donde continua sus labores. Dirigió la Revista Mexicana de Historia de la Educación, (2016 a 2019).