La llegada a la presidencia de Estados Unidos de Donald Trump, representa un riesgo histórico de ascenso de un nuevo fascismo: predomina un liderazgo mesiánico, autoritario y antidemocrático; basado en el racismo, la discriminación y la misoginia; que sostiene un pensamiento anticientífico, enemigo de la educación pública, laica y gratuita.
El nuevo fascismo es depredador en términos económicos y ambientales, se sostiene en el capitalismo salvaje, en la preeminencia del poder norteamericano. Es además fuertemente discriminador con los mexicanos y en general con los latinoamericanos.
Frente al ascenso del nuevo fascismo es necesario un enorme trabajo ideológico y cultural para desmontar sus preceptos y concepciones, para refutar sus ideas. Al mismo tiempo es necesario profundizar en el conocimiento y comprensión de la coyuntura internacional que vivimos. Es prioritario que los universitarios nos convirtamos en la primera línea de defensa de los valores de la ciencia y la democracia; y que al mismo tiempo seamos capaces de diseñar una estrategia emergente para recibir a los estudiantes expulsados de Estados Unidos.
No será la primera vez que los universitarios mexicanos tengamos que defender la libertad del conocimiento y la valoración de la ciencia: desde mediados del siglo XIX los mexicanos hemos defendido el laicismo y una educación libre de fanatismos. En nuestra Constitución están consagradas la libertad de cátedra, de examen, de investigación y de discusión de las ideas. En México confiamos en la veracidad de la ciencia y compartimos sus valores. Al negar las evidencias sobre el cambio climático, al despreciar los avances científicos y al imponer criterios racistas a las comunidades académicas Trump amenaza la libertad y la ciencia.
Los universitarios tenemos bajo nuestra responsabilidad encabezar la lucha contra el racismo y la discriminación, y ser los primeros en la defensa de los derechos humanos. Nada atenta más contra los valores del pluralismo científico que el racismo y la discriminación, que se sostienen en el prejuicio y el fanatismo. Contra el racismo y la discriminación en México tenemos educación pública y gratuita, porque la consideramos herramienta del mejoramiento del pueblo y espacio de igualación de las oportunidades sociales. Nos reconocemos como una nación multicultural y como tal nuestro proyecto educativo rechaza cualquier tipo de discriminación. Desde las universidades hemos sido pioneros en la defensa de los derechos humanos; frente al autoritarismo del nuevo presidente norteamericano nos corresponde cultivar, difundir y defender los derechos humanos a escala global, pues son derechos de todos los humanos.
En las instituciones de educación superior mexicana ha sido ardua la batalla por la igualdad de género, en contra de las representaciones sociales que justifican la dominación masculina y los valores de la misoginia. El gobierno de Trump representa una grave regresión en materia de la igualdad de género, de tolerancia y de libertad sexual. Los universitarios mexicanos debemos defender lo que somos y lo que hemos alcanzado en nuestras instituciones: igualdad de género, feminización de la matrícula y de las comunidades académicas, desarrollo paritario y equitativo entre estudiantes y profesionistas sin distinción de género.
Los universitarios, que integramos el sistema de educación superior, debemos estar atentos y luchar contra la deportación masiva de estudiantes mexicanos y tener un plan de recepción para jóvenes universitarios expulsados de Estados Unidos en cada área de conocimiento. Debemos ampliar las redes y el intercambio de información con los mexicanos que estudian en el extranjero, los consulados deben actuar en su defensa y desde nuestras instituciones ser solidarios contra las redadas y deportaciones.
Los valores de la ciencia y la creación artística se sostienen en la libertad, en la libre circulación de las ideas y los avances científicos. A los universitarios nos ofende y nos estorba el muro y el hipernacionalismo que lo sostiene. Lejos de responder con la misma moneda, los universitarios no podemos refugiarnos en un falso nacionalismo; por el contrario debemos radicalmente luchar por la libertad, por la defensa del internacionalismo y las fronteras abiertas a las personas, al conocimiento, a las ideas.