El tres de diciembre próximo, dentro de ocho días, se publicarán los resultados de PISA 2012. Con ello veremos, el mismo tres y cuatro de diciembre, encabezados periodísticos sobre los resultados de la educación mundial y el ranking o posición de los países en una lista de 34 miembros de la OCDE y 65-66 países o economías o regiones, que incluye a los 34 anteriores más otros a los que se les denomina asociados.
No necesitamos los resultados oficiales para saber que los países del lejano oriente, Japón, Corea del Sur, algunas regiones de China Continental como Shanghai o Hong Kong, además de Taiwán y Singapur, encabezarán la lista. No hay duda al respecto.
En los lugares más avanzados de occidente se ubicarán, Finlandia, Suiza, quizá los Países Bajos, Flandes, y algún otro país de la Europa nórdica. Aunque existen expectativas razonables de que Finlandia y Flandes bajen en sus resultados. Canadá y Nueva Zelanda probablemente se cuelen en este grupo; Australia no estará lejos. Seguidos de ellos vendrán otros países europeos, como Suecia, Escocia, Inglaterra, Irlanda, Islandia, Francia, Alemania, que ha venido subiendo a partir de la fuerte impresión de quedar por debajo de la media en el año 2000.
Luego vendrá otro grupo con países del ex-bloque soviético como Hungría, la República Checa, Eslovaquia. Estonia se colará en el segundo grupo. Es un país pequeño con grandes ambiciones y expectativas, y con programas muy agresivos de habilidades tecnológicas, como enseñar a los niños a escribir nuevos programas (“software”) en lugar de usar los existentes. Este es un tema debatido pero muy pocos países han adoptado este enfoque riguroso. Después vendrá otro grupo de países que se ubicará en la media o cercanos a la media de la OCDE, donde estarán, Estados Unidos, algunos países del ex-bloque soviético, otros países de Europa como España, Italia, Grecia y Portugal.
Finalmente vendrán otros países de la OCDE con los resultados más bajos, como Chile, Turquía y México; seguidos o acompañados de países asociados como Brasil, Argentina, Uruguay, Tailandia, etc. Países más pobres no miembros de la OCDE se ubicarán en el último renglón; ahí se ubicarán países como Indonesia, India, Perú. Chile y Uruguay quizá despeguen un poco de este grupo de bajo desempeño.
¿Qué hace que PISA reciba tanta atención de los responsables de política pública? Existen otras pruebas más viejas que PISA, y por tanto con más experiencia, sobre evaluación internacional estandarizada. Tal es el caso de las pruebas conocidas como TIMSS y PIRLS, elaboradas por la Asociación Internacional de Evaluación con sede en Ámsterdam.
Parte de la explicación de esta desmesurada atención se deriva de que la prueba PISA es elaborada en el seno de la OCDE, una organización gubernamental internacional, donde los ministros de educación y otras áreas se reúnen con mucha frecuencia para analizar resultados y proponer estudios. Otra razón puede ser que la prueba PISA ha sido a veces señalada como la prueba del siglo XXI, al medir más las habilidades que los conocimientos. Es decir, qué tanto pueden hacer los jóvenes entre 15 y 16 años de edad con lo que supone deben saber después de una educación escolarizada para enfrentar los problemas o desafíos del siglo XXI. Y, finalmente, porque la prueba PISA recibe mucha atención de los medios escritos y electrónicos. Y los políticos y administradores públicos son muy sensibles, es decir, elásticamente muy sensibles, a los mensajes mediáticos porque alcanzan a un número muy amplio de personas.
La prueba PISA no goza de tanto prestigio ni en los escritorios académicos, ni en los corredores de las escuelas en el mundo. Es más, esta prueba estandarizada no recibe tanta atención ahí como lo he podido comprobar en mi reciente visita a escuelas de alto desempeño y con ambientes novedosos de aprendizaje en países como Finlandia, Flandes, Los Países Bajos y Suiza. Los directores y maestros están más ocupados en enseñar y aprender que en competir por ser el primer lugar en el ranking. El lenguaje de los administradores públicos y políticos es medir, comparar, rendir y castigar o premiar. El lenguaje de los expertos y maestros en el mundo escolar es: enseñar mejor; aprender; disfrutar y desarrollarse holísticamente.
En México, estamos muy lejos de este último lenguaje porque nuestras autoridades saltan sin reflexión a un tren de medición y comparación a ultranza. Hay que medir, por supuesto, hay que rendir, por supuesto; pero medir y rendir en una fábrica o una empresa de productos o servicios estandarizados y estandarizables, no es lo mismo que medir y rendir en una organización cuya producción es el desarrollo sano e integral de niños y jóvenes con todo y sus cerebros y mentes, que no son ni estandarizadas ni estandarizables. Eso es bastante complejo y complicado, como para medirlos, resolverlo y diseñarlo con una prueba estandarizadas de dos horas de duración.
El autor es escritor y analista. Profesor investigador visitante de la Universidad de Nueva York, e investigador honorario del ITAM.