*Dra. Gloria Esther Trigos Reynoso
El Dr. Ying Cheong Cheng, Presidente de World Education Research Asocciation (WERA) en un Congreso de Investigación Educativa (2013) planteó la siguiente pregunta: ¿podemos sacar implicaciones para la educación, de la tercera ola de investigación educativa? La respuesta fue: Sí, pues les estamos dando la bienvenida a alumnos de alta calidad.
Cabe señalar que la citada Asociación se formó en el año 2009 estableciendo como objetivo, promover el uso y aplicación de la investigación educativa en el mundo y su preocupación es definir hacia dónde se debe posicionar la agenda de la investigación y qué debemos hacer como investigadores en los siguientes diez años.
El Dr. Cheong, describió la tendencia en educación en tres grandes olas o momentos:
La primera ola tiene que ver con el concepto de eficacia en la educación. Si los maestros son eficaces o no; si los alumnos aprenden de manera eficaz o no. La educación se define como la entrega de conocimiento al estudiante.
La segunda ola tiene que ver con el concepto de calidad de la educación. Cómo puede el desempeño de la docencia y los resultados del aprendizaje responder a las necesidades y expectativas de los diferentes actores.
La tercera ola tiene que ver con el concepto de relevancia para el futuro. Es trabajar en el desarrollo de habilidades y conocimientos asociados al futuro. Cambia el concepto de calidad al de relevancia para los nuevos desarrollos del mundo. El alumno es considerado como multipersona, saben cómo utilizar sus recursos, son políticos, son sociales, se preocupan por otros. La escuela contribuye al desarrollo múltiple de inteligencias. La educación facilita desarrollos múltiples de los alumnos, docentes y comunidad. El aprendizaje es un proceso de desarrollo múltiple de inteligencias para el desarrollo sustentable en el futuro.
La tercera ola tiene que ver también con la transferencia del conocimiento y la creatividad; la idea es que el estudiante pueda cambiar de un cuadro a otro con éxito; es aplicar las inteligencias múltiples en tres ámbitos: global, local e individual, a diferencia de la primera y segunda ola que se limitaban solamente, al sitio en que se enseñaba.
Estas grandes tendencias en educación, nos invitan a cuestionarnos sobre cómo se podría transitar de la eficacia a la relevancia, pasando por el concepto de calidad, en lo que se refiere a evaluación y continuidad de los programas becarios.
Una forma de contestar a esto es recordar y reflexionar acerca de la finalidad de la investigación que indiscutiblemente se asocia a la producción de nuevo conocimiento: útil, significativo y que contribuya tanto a la solución de problemas como a la toma de decisiones.
Entonces, ¿qué se tendría que considerar en la agenda de investigación educativa para poder incidir en la continuidad o no de los programas becarios?
Actualmente, estos programas se analizan a la luz de los números por las cantidades que representan en cuanto a total de becas otorgadas y su respectivo monto en pesos. No obstante, si preocupa informar de alguna manera a la sociedad sobre la forma en que se pretende atender este rubro diciendo a cuántos alumnos se les otorga la beca, ¿por qué no imprimirle un rasgo más humano a esta información complementándola con el conocimiento del tipo de alumnos que se apoya y la forma en que durante sus estudios, universitarios o no, se les atiende para lograr que con ese estímulo se contribuya realmente, al desarrollo social tan anhelado por todos?
¿Acaso la beca por sí misma genera un cambio social o son las instituciones educativas quienes deben incorporar acciones complementarias en el proceso de formación del becario, para fortalecer esta intervención del gobierno federal?
¿Las instituciones educativas en cumplimiento de su responsabilidad social, no deberían poner su mirada en temas más allá de la realidad aparente? Eso sería mover los límites de la costumbre y profundizar un poco en los cuestionamientos fundamentales de las mismas, para poder mejorar.
¿Se debe seguir brindando atención del mismo tipo o uniforme a la población becaria, sin considerar sus características individuales? ¿Se está brindando la formación de acuerdo a los requerimientos de desarrollo y con ello contribuyendo a reducir la brecha educativa entre los niveles educativos y el mercado laboral? ¿Estamos formando alumnos polivalentes?
Dar respuesta a estas interrogantes, seguramente nos llevará en primer término, a darle claridad y concreción a los conceptos de equidad y de justicia social. Considero que no podemos hablar de ellos sin hacer referencia a la diversidad. Porque, mal haríamos en pensar que poseemos y ejercemos tales virtudes, si seguimos tratando de brindar soluciones homogéneas a grupos, cuyos integrantes tienen características diferentes. Y, en segundo lugar, de esta forma podríamos abonar a la consolidación de estas iniciativas federales para que en un momento determinado transiten de ser consideradas políticas gubernamentales a políticas de estado, como es el caso del Programa PROSPERA (antes Oportunidades).
Trabajar de esta manera, contribuiría a darle cuerpo y sentido a la agenda de investigación educativa en las instituciones educativas, a potenciar los beneficios de dichas iniciativas y, además, a brindar resultados concretos a la sociedad, que es quien finalmente, mediante el pago de sus impuestos, hace posible la existencia de estos programas sociales.
*Dirección de Sistemas Administrativos. Universidad Autónoma de Tamaulipas gtrigos@uat.edu.mx