Lo ocurrido el pasado fin de semana en Nochixtlán, Oax., entre los integrantes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y policías federales y estatales, dejó entrever la lucha desmedida por el poder que, en los últimos días, ha arreciado en las más altas esferas de la política mexicana; de manera particular, entre los futuros “presidenciables” del partido tricolor: Osorio Chong, Videgaray y Nuño Mayer. Obviamente, Manlio Fabio Beltrones, los descartamos por el momento, dada su renuncia a la dirigencia nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI) que hizo pública el pasado lunes. Explico por qué, de buenas a primeras, afirmo esto.
El tema de la educación, desde la llegada de Enrique Peña Nieto a Los Pinos, causó revuelo, al igual que la detención de la profesora Gordillo, ex líder vitalicia del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), el más grande de América Latina. La inminente implementación de la reforma educativa, a través del Pacto por México, llevo a los integrantes de las Cámaras de Diputados y Senadores, aprobar un “proyecto” que, a decir del Presidente y de ellos mismos, mejoraría la educación en un país tan vapuleado como el nuestro.
Se dijo, por esos días, que la detención de La Maestra se debió a su franca oposición a dicha reforma, de ahí que “sorpresivamente” se haya puesto al descubierto la malversación de fondos de los trabajadores de la educación adheridos a su organización sindical, motivo por el cual, fue aprehendida en pleno aeropuerto.
Con este cuadro, un personaje que inteligentemente guardó su distancia fue el ex Secretario de Educación, Emilio Chuayffet. La bronca que mantuvo con la CNTE fue mesurada, ¿acaso sabía el costo político que le traería si aplicaba la ley recién aprobada a rajatabla? Imagino que sí, tan es así, que a mitad del sexenio, y por razones no tan claras, fue removido de su cargo para dar paso a un completo desconocido, Aurelio Nuño Mayer, jefe de la oficina de la Presidencia cuyo mentor, Luis Videgaray, lo empujó en su carrera política.
Y es precisamente en este momento o a partir de esta designación que el juego de ajedrez se tornó interesante; la llegada de un personaje cercano al Presidente agitó el enjambre. Y no me refiero precisamente al educativo, al de la reforma, al de la Coordinadora o al del Sindicato, sino a aquel en el que varios políticos vieron en Nuño, una amenaza seria rumbo al 2018. De ahí que pueda entenderse los jaloneos, dimes y diretes, encuentros y desencuentros, en fin, todos aquellos momentos en los que la educación, cual pelota en un partido de tenis, ha ido de un lado a otro –de una Secretaría a otra–, sin que alguien les haya puesto un alto pensando en los millones de niños, jóvenes y adultos que así lo requieren.
Es claro que la Secretaría de Gobernación (SG) –dentro de su marco normativo y organizacional– debe cumplir con ciertas funciones; es clarísimo lo que la Secretaría de Educación Pública (SEP) tiene que hacer en esta materia; y bueno, es más claro lo que la Secretaria de Hacienda y Crédito Público (SHCP) tiene que realizar para que el país camine, hacia el desarrollo y el crecimiento.
No obstante esta afirmación, ha sido evidente que los titulares de las Secretarías que he referido, principalmente las de Gobernación y Educación, han jugado un papel preponderante, pero perverso, en la implementación de esta famosísima “reforma educativa”. Y es que mire usted, por una parte, Aurelio Nuño, cuando así le ha convenido, ha manifestado que esta reforma, aunque tiene fines políticos, su esencia es eminentemente educativa; sin embargo, y como se ha visto, nada de educativa ha tenido pero si mucho de laboral y, por ello, la oposición magisterial y social ha ido en aumento en buena parte del país. Ojo, no estamos hablando de una oposición al modelo educativo, ni a los contenidos curriculares, ni a las formas de gestión y planeación educativa, el meollo de este asunto se encuentra en una Ley que ha violentado los derechos laborales de los trabajadores a partir de una evaluación punitiva, formas de despido y descuentos injustificados, además de la contratación irregular que acontece en varios estados de la República Mexicana – solo por citar algunos ejemplos –.
En este sentido, es claro que el Secretario de Gobernación tiene que entrar al quite para dialogar con los profesores sobre temas eminentemente políticos, no educativos, al final de cuentas, su obligación es atender la política interna del país pero no la educativa. Por su parte, es claro que Nuño no quiere dialogar sobre el tema educativo, a ojos vistos, es un tema que desconoce porque lo confunde con el político, pero que no quiere dejar porque tiene la mira puesta en la silla presidencial.
En suma, y dados los recientes acontecimientos que ha vivido el país, ¿cómo podemos llamarle a la postura del Secretario de Educación y “futuro” presidenciable: arrogancia, prepotencia y cerrazón? Desde mi perspectiva, él tiene claro que hasta el momento ha ganado puntos y ha arrancado algunos aplausos de gente que ha visto con buenos ojos sus acciones pero, esta misma razón lo ha cegado, la mayoría de los mexicanos no lo considera ni lo ha considerado así, muchos, me incluyo, nos hemos preguntado ¿por qué no quiere dialogar con los maestros? Contradictorio es que en discurso mencione que está dispuesto al diálogo con todos los actores educativos pero en los hechos no sucede de esta manera. En fin.
Si los lamentables eventos ocurridos el pasado fin de semana en Nochixtlán son un asunto político y éstos serán atendidos por Gobernación, propongo que el de Educación deje de meter las manos en temas políticos y se aboque al educativo, al “supuesto modelo educativo” que desde hace meses seguimos esperando los mexicanos pero, como esto no sucederá, quiero pensar que la educación seguirá siendo, como lo ha sido, un botín eminentemente político más que un beneficio para el pueblo de México.
Por cierto, ¿usted imagina quién ganará la partida en este juego de ajedrez o tenis y se quedará con el triunfo que lo llevará a contender por la Presidencia de la República?