Para muchos es una incógnita si existe o no la depresión infantil y de ser así, quién o quiénes son los especialistas que pueden atender al menor. Si bien, se trata de un tema poco explorado, la pandemia por COVID-19 trajo consigo consecuencias emocionales en los más pequeños de casa. El encierro, la sobreexposición a información, la posible exposición a violencia intrafamiliar, el temor a perder a un familiar cercano se vio reflejado en un incremento de miedo, ansiedad y depresión, tanto en adultos como en los infantes.
De acuerdo con la Guía de Práctica Clínica, la depresión es un trastorno del estado de ánimo constituido por un conjunto de síntomas, entre los que predominan los de tipo afectivo acompañados de síntomas de tipo cognitivo, volitivo y físicos, explicó la Mtra. América García.
Dicho trastorno puede manifestarse en los infantes en actitudes o emociones como estar ansiosos, malhumorados, fingir presentar alguna enfermedad, negarse a ir a la escuela o a realizar sus actividades habituales, aferrarse a sus padres o preocuparse por la pérdida de algún ser querido.
Es fundamental detectar a tiempo la depresión en la infancia, pues un diagnóstico oportuno hace posible brindar a los menores la ayuda y el tratamiento necesario para enfrentar esta condición. La depresión puede causar síntomas graves que afectan cómo se siente, piensa y coordina actividades diarias como dormir, comer o trabajar, detalló la académica.
Si bien, se han descrito factores de vulnerabilidad, de activación y de protección en la depresión infanto-juvenil, la coordinadora detalló que hay factores de protección que pueden implementar los padres de familia y/o la red de apoyo del menor, que reducen la probabilidad de que sufra depresión como:
- Mantener buenas habilidades sociales o relaciones de amistad
- Generar relaciones estrechas con uno o más miembros de la familia
- Alcanzar logros personales valorados socialmente
- Practicar algún deporte o realizar actividad física
- Participación en clubes escolares/sociales o en voluntariado
“Si cree que su hijo puede estar en riesgo no dude en buscar ayuda profesional. Un psicólogo y un paidopsiquiatra pueden guiarlos en el mejor tratamiento para él”, finalizó la experta.