Miguel Ángel Pérez Reynoso
Nos ha tocado vivir en una sociedad permeada por profundos cambios, algunos ellos planeados y otros inesperados. El cambio turbulento ha sido la constante en los años que van de este siglo XXI, cambios en las distintas esferas del desarrollo, sobre todo el tecnológico y el de las comunicaciones.
Hoy en día la sociedad está concentrada en encontrar respuesta a través de una vacuna que contrarreste los riesgos de contagio por el coronavirus. Algunos gobiernos, la industria farmacéutica, los científicos vinculados con la generación de conocimientos en el campo de la bioquímica han iniciado desde hace meses la carrera por llegar primero a encontrar una solución global para responder a lo que ha sido la primera pandemia del tercer milenio.
Pero del otro lado, el debate en el terreno educativo ha quedado relegado a un segundo plano, los modelos, las propuestas y las tendencias educativas a nivel mundial han cedido el paso a las prioridades del desarrollo biomédico.
Bajo este orden de ideas, las propuestas educativas dieron un giro inesperado al flexibilizar las formas de atención y tener que depender de los avances tecnológicos, de la conexión a internet o del uso en la trasmisión de la señales televisivas.
Nunca como ahora el uso de la tecnología había cobrado tanto protagonismo, de tal manera que es posible hablar ahora del modelo tecnológico en educación el cual se coloca por encima de todos los modelos surgidos con anterioridad.
A partir de un rápido recuento de la historia de la pedagogía, tenemos al menos cuatro etapas anteriores al momento actual:
- La transmisión cultural a partir de la costumbre y la necesidad de preservar los saberes comunitarios y los significados socialmente construidos en la organización tribal.
- El surgimiento de la institución escolar y con mayor peso en el trabajo docente, de manera sistemática y con reglas establecidas.
- La revolución pedagógica a partir de un esquema paidocéntrico.
- La organización pedagógica, total en donde los sujetos se educan tanto dentro como fuera de las instituciones. Y se rescatan los avances previos, la formación de educadores, la creación de un ámbito especializado para recibir atención educativa, la organización de sistemas educativo nacionales o multinacionales, la homologación de contenidos de estudio y la creación de ciclos escolares ligados a las edades o etapas de desarrollo con perfiles de egreso por cada ciclo, grado o nivel educativo cursado, etc.
Hoy aparece el componente tecnológico que va más allá de ser un medio para la enseñanza para convertirse en el aglutinador de toda la tarea. Es es decir, cada dispositivo tecnológico empleado se convierte en docente, alumno, método de enseñanza, libro de texto, en la definición de la tarea, en el currículum global, etc.
El debate entre constructivismos, humanismos, enfoques centrados en el desarrollo de competencias y habilidades, desarrollo humano etc., deben pasar obligadamente por la matriz tecnológica.
Y aquí es donde nos detenemos, la pandemia ha contribuido a reconfigurar todos los componentes del sistema y nos ha obligado a vivir un trayecto incierto e impredecible.
Así las cosas el debate en torno a los modelos educativos que están por venir deben flexibilizarse, para pensarse de una manera diferente, de acuerdo a las exigencias que han surgido de manera galopante por el contexto actual. El modelo educativo para la sociedad post pandémica apenas ha comenzado a diseñarse.