El cronista más interesante del momento en cuanto a la ciudadanía en nuestra cultura digital es Jason B. Ohler. Dedica un capítulo de su reciente libro Comunidad Digital, Ciudadano Digital (Digital Community, Digital Citizen) a los miedos que diariamente nos inspira la tecnología. Todos le tenemos miedo a la tecnología, sin embargo, no hay otra opción más que convivir con ella soportando emociones encontradas.
Según Ohler, la tecnología inspira miedo porque es ubicua, invasiva, indesconectable, efímera, permanente, agobiante, amplificador, reductor y deforma la realidad. Nos causa vulnerabilidad, deshumanización, obsolescencia, y falta de soberanía en nuestras vidas. “Son palabras complejas que representan sentimientos rudimentarios”.
No podemos desconectarnos de nuestro ecosistema tecnológico, y somos vulnerables ya que nuestros datos son recolectados e integrados a bases de datos que no controlamos para servir no sabemos cuáles propósitos. Y una vez grabada en el ciberespacio, nuestra información no desaparece ni se puede rescatar. No tenemos otra opción que confiar en las compañías que custodian nuestros datos. Sin embargo, realmente no sabemos cuan confiables sean, o si por lo menos se comprometen, como Google, a “no hacer el mal”.
La tecnología tanto amplifica como reduce nuestras acciones. Con un clic o un oprimir de botón se puede desencadenar consecuencias desastrosas, a la vez que se reduce nuestra importancia en un sistema de alta complejidad que finalmente no controlamos. Sospechamos que ya hemos rendido nuestra soberanía a la tecnología, y que el día no tarda en que las maquinas tomen el control completo del sistema en que vivimos.
Diariamente vemos cantidades abrumadoras de información de dudosa veracidad en las redes, la cual a menudo no tenemos tiempo de verificar. Y si quisiéramos informarnos de problemas actuales de crítica importancia, hay tanta información que es difícil sortearla. Para muestra, solo hay que hacer búsqueda Google de “Calentamiento Global” para ver varios millones de referencias. Se encuentran informaciones apoyando a cualquier punto de vista, y para contradecir todo lo que nuestros padres nos enseñaron. Así que vivimos en un estado aprensivo constante, queriendo actuar sobre las informaciones confiables pero inseguros respecto a cómo discriminar. Información y plataformas digitales que vemos un día, al otro ya desaparecieron para dar paso a la nueva generación de aparatos y datos que quieren vendernos.
Para los maestros, el miedo más grande que inspira la tecnología es de quedar obsoletos. El avance de la tecnología, los alumnos, y los docentes más jóvenes nos pudieran dejar atrás. Ohler aconseja tranquilidad. “La realidad es que mientras más tecnológicos nos volvemos, mas importantes son los maestros. Las maquinas no enseñan la ciudadanía, lo hacen los humanos. Los profesores piensan que necesitan ser técnicos avanzados para ser eficaces en el aula hoy en día. No es cierto. Lo que es importante es que los maestros sean gerentes avanzados de los talentos, el tiempo, las investigaciones y la productividad de sus alumnos. Tienen que poder articular estándares de calidad y proveer retroalimentación que los estudiantes pueden usar para poder alcanzar a esos estándares…. Más que nunca necesitan la voz clara de un/a profesor/a que los puede ayudar a desarrollar las perspectivas que les serán importantes para una vida como ciudadanos locales, globales y digitales. Ahora más que nunca los jóvenes necesitan profesores que pueden ayudarles a sortear sus decisiones, aplicar la tecnología con sabiduría, y contar sus historias con humanidad y claridad. ¿Mis consejos a los maestros preocupados con la posibilidad de quedar obsoletos? Mantener el enfoque en la ciudadanía en primer lugar, y la tecnología después. Así todo quedará en su lugar correcto.”
¿Cómo enseñar la ciudadanía local, global y digital? A Ohler le parece que navegamos en la tecnología como los peces en el agua. “Los peces no ven el agua”. Hay que aprender a verla con claridad y saber usarla de manera consciente y apropiada para nuestros propósitos y el bien común.