El PSE compromete a la Secretaría de Educación Pública y otras autoridades a formar docentes con el fin de hacer frente a retos derivados de las políticas vigentes (las de la 4T), prácticas educativas emergentes (como las que genera la pandemia) y los cambios sociales
Carlos Ornelas
En discusiones sobre los maestros en México y América Latina —y en otras partes del mundo— se tiende a conceptuarlos en términos polares, héroes o villanos, como apunta Beatrice Dávalos, o como víctimas o culpables, según registró el bien recordado Juan Carlos Tedesco.
El Programa Sectorial de Educación 2020-2024, con diferentes términos, retoma esa disputa. El texto asegura que los docentes fueron maltratados y hostigados en el gobierno de Enrique Peña Nieto, el Servicio Profesional Docente era un instrumento punitivo. En cambio, el gobierno de la Cuarta Transformación los contempla como agentes fundamentales del proceso educativo (Objetivo prioritario 6.3); agrega que gozan de plenos derechos a partir de tres atributos, dos instrumentales: desarrollo profesional y mejora continua; y uno existencial: vocación de servicio.
La imagen clave para separarse —aunque no tanto, ni aun en el uso de palabras— de la Reforma Educativa del gobierno anterior es “revalorizar a las maestras y maestros”; transmutarlos de villanos a héroes. Para ello, el PSE compromete a la Secretaría de Educación Pública y otras autoridades a formar docentes con el fin de hacer frente a retos derivados de las políticas vigentes (las de la 4T), prácticas educativas emergentes (como las que genera la pandemia) y los cambios sociales.
Para el desarrollo profesional y la mejora continua, el PSE critica al pasado. “La oferta de cursos no atiende, de manera pertinente y suficiente, las necesidades del personal docente, directivo, de supervisión y de asesoría técnica pedagógica”. Pero no ofrece alternativas. La transformación de las normales es una tarea pendiente, asevera el texto —y parece que así seguirá—, pues con todo y que propone acciones puntuales, no les pone plazos ni les asigna recursos.
Además, no es seguro que se revalorice a los maestros si se apuntala la formación inicial del magisterio y se adecua el crecimiento de las escuelas normales. Ni será suficiente que se mejoren las condiciones de su personal docente y directivo, se les otorgue —si es que alguna vez llegase a suceder— autonomía de gestión y emprendan proyectos de mejora continua, innovación, investigación, extensión. Tampoco si se integran en los planes curriculares contenidos y prácticas educativas para adquirir estilos de vida saludables, perspectiva de género, interculturalidad y cultura de la paz. Pero, si no se asignan recursos a las propuestas —al contrario, se avecinan recortes— se quedarán en eso, en meras promesas.
En cuanto a la vocación, parece que el PSE olvida que esa es una cualidad intrínseca de cada persona, ni el Estado ni la sociedad pueden modularla, menos reglamentarla. Ésa no necesita revalorarse, sólo existir en la práctica de cada docente.
En la retórica del PSE los maestros son héroes, pero si no hay fondos para poner en práctica los objetivos, ellos seguirán considerándose víctimas y quizás otros aún los verán como villanos.