Hace una semana sostuvimos aquí en Campus que las Redes Sociales (RS) representaban una oportunidad para el aprendizaje más que un riesgo. Esta valoración fue compartida por algunos de los lectores, sin embargo, no concedieron y con buen tino, nos cuestionaron sobre los límites de estos medios de comunicación. En atención a su lectura crítica, en este ocasión abordaremos algunas desventajas de las RS.
En primer lugar, valdría la pena recordar que la llegada de cualquier recurso tecnológico que atrae el tiempo y la atención de las personas es, en principio, satanizado. Así le pasó a la televisión en su momento. Se decía que la TV iba a tener un impacto negativo en el plano social y psicológico. Pero el recurso tecnológico, por sí solo, no genera trastornos. Es el uso que se le da a ese recurso el que puede llegar tanto a afectar como a entretener.
Un riesgo más real relacionado con las RS es la pérdida de la privacidad y la sobreexposición mediática de los individuos. En este caso, vale la pena decir que el uso de las RS implican una ineludible responsabilidad individual y social. Lo que publiquemos en Facebook, compartamos en Twitter e intercambiemos depende de cada uno de nosotros. ¿Cuento con la información necesaria para saber qué consecuencias tiene entrar de lleno a las RS? ¿Estoy dispuesto a sacrificar parte de mi privacidad para ser parte de estos espacios virtuales? ¿Las RS son sólo para adultos? ¿Confiamos en los jóvenes como seres responsables o sólo los vemos como seres incapacitados de discernir qué vale o no la pena? ¿Qué posición tiene la Secretaría de Educación Pública (SEP) al respecto?
En el tema de la privacidad, reconocemos que existen graves riesgos a pesar de que muchas compañías y grupos propietarios de las RS han afianzado sus cláusulas de seguridad. Es difícil saber a ciencia cierta quién está “del otro lado” y esto puede causar una desventaja real, el cual, puede prevenirse a través de diversas acciones. ¿Qué acciones? Habrá que establecer algunos límites a la sobreexposición mediática de las personas. Como padres de familia, docentes y sociedad, se pueden establecer normas o acuerdos sobre la información que se publica, la frecuencia con la que se dan a conocer estos datos y el riesgo de publicar contenidos que comprometan la integridad física. El simple hecho de publicar selfies (autorretratos) de manera indiscriminada puede ser interpretado como una falta de autoestima, lo cual puede ser aprovechado para tratar de manipular a las personas y torcer la utilidad de las RS.
Otro riesgo que advertimos es el mal uso y abuso en la utilización de estos recursos tecnológicos. Pero esto debe verse desde dos ángulos. Desde el ámbito personal —el joven que utiliza en clase su smart phone para conectarse a feis o hacer memes— y desde el ámbito gubernamental. No pocos políticos asumen que la “innovación educativa” significa hacer todo con laps, pizarrones electrónicos y la Internet. En materia educativa, éste es quizás el riesgo mayor: anteponer las RS a los actores y por encima de los fines educativos. En corto: poner los “bueyes detrás de la carreta”.
Asimismo, las RS no pueden suplir la labor del docente, aunque sí la transforman radicalmente. Cuando no se contaba con tantos recursos informáticos, el maestro y el libro de texto gratuito eran las fuentes casi únicas de información, ahora ya no, y esto se debe a la creatividad y multiplicidad de recursos que tanto el docente como el estudiante tendrán que conocer y examinar para asignarle un valor en términos de aprendizaje y desarrollo intelectual. En este sentido, podríamos recordar el caso de la adolescente Paloma Noyola —la mal llamada, Niña Steve Jobs— cuyo destacado aprovechamiento escolar se debió a que su maestro, Sergio Juárez, buscó nuevas técnicas para aprender matemáticas y las encontró en las propuestas del profesor Sugata Mitra, profesor de tecnología educativa de la Universidad de Newcastle en Inglaterra. ¿Hubiera podido el maestro Juárez tener acceso a los aportes de Mitra sin la Internet?
Para terminar, quisiéramos señalar que pese a los riesgos aquí descritos, la prohibición del uso de las RS no parece ser la mejor decisión. Censurar el acceso a estos recursos informáticos podría llevar, paradójicamente, a la clandestinidad y entonces si, los peligros que advertimos podrían incrementarse en perjuicio mayor de los más jóvenes. Falta mucho por decirse sobre las Redes Sociales. Los riesgos que hemos mencionado difícilmente serán los únicos. Ante lo cambiante de estos espacios y las “mutaciones sociales” que constantemente producen, es seguro que surgirán nuevas áreas de conflicto y todos —padres, docentes y autoridades educativas— debemos estar atentos para reaccionar y aprovechar su potencial educativo y social. Tenemos, ante el inminente riesgo, la oportunidad de tender puentes con las generaciones más jóvenes y aprender de manera colectiva.
Publicado en Campus milenio