Recuerdo una plática que hace algunos años sostuve con la maestra Raquel; una reconocida, admirada y respetada profesora de educación primaria en el Estado de Tlaxcala.
El trabajo que realizaba en su escuela y con sus pequeños, siempre había llamado mi atención. Empleaba cualquier recurso y/o material que tuviera a la mano para lograr que sus alumnos aprendieran, ya sea una hoja de papel, un rompecabezas, unas piedritas, una corcholata, unos palitos de madera, unos cubitos de hielo, trozos de papel de colores, algún recorte de alguna revista, en fin, todo o, casi todo, era de utilidad para ella
Decía: “todo era útil siempre y cuando la intención didáctica no se perdiera”; y es cierto. Muy pocas veces, quienes nos encontramos inmersos en la docencia reflexionamos sobre ello. Pareciera ser que, el cúmulo de actividades plasmadas en las guías para el maestro, en los propios libros de texto o, peor aún, en los acuerdos que emanan de los Consejos Técnicos, definen la intención didáctica de cualquier contenido, y esto no es cierto. Se nos olvida que, si bien es cierto que el contenido es relevante para la generación de aprendizajes, la intención didáctica, es fundamental para favorecer los mismos, puesto que ésta se desprende de la habilidad del profesor o profesora al momento en que desarrolla su clase para que su alumno aprenda lo que ese contenido persigue.
Consecuentemente pregustarse: de qué manera se puede favorecer esa intención didáctica para que los alumnos logren los aprendizajes, qué recursos o materiales puedo emplear para que esa intención didáctica sea consistente y congruente con mis métodos de enseñanza, cómo es que el maestro o maestra hacen uso de esa habilidad para lograr que su alumno aprenda; es tan válido como pertinente; y es aquí donde precisamente entra el tema que me ocupa en esta ocasión puesto que, como sabemos en días pasados, se generó una polémica bastante interesante con respecto a los “libros de texto” que, supuestamente, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), implementará en varias escuelas del país en el ciclo escolar 2019-2020 (https://plumasatomicas.com/noticias/4t/revolucion-cubana-primaria-cnte/?fbclid=IwAR1r1S9meuN_3XFdzZfzC48r-m0ILsfrnfO9tcplxI1FC0QwevHPMyfBIIM) .
Tanto revuelo causó este asunto, que la misma Secretaría de Educación Pública (SEP), emitió un comunicado en el que especificaba, palabras más palabras menos, que los únicos libros de texto que se trabajarían en cada una de las escuelas del país, serían los autorizados por las instancias correspondientes (https://www.publimetro.com.mx/mx/noticias/2019/08/02/nadie-puede-sustituir-libros-de-texto-gratuitos-sep.html). ¿Tanta fuerza ha alcanzado la CNTE para que la propia SEP haya salido a desmentir lo que en las redes sociales circuló por varios días? – Me pregunté una y otra vez –. No obstante, quitado ese peso ideológico a la pregunta, surgió otra que me pareció más interesante: ¿qué tipo de libros de texto está elaborando la SEP?; porque si el problema se encuentra en la “ideología” que permea los libros de la CNTE, entonces, ¿cuál es la ideología que se encuentra inmersa en los que elabora la SEP?
Como sabemos, cada gobierno imprime su sello ideológico a los programas educativos que “diseña” e implementa, para el caso de México, cada sexenio (de esto ya he dado cuenta en este y otros espacios). Sin embargo, tal parece que la derecha y grupos afines al neoliberalismo, siguen presentes en la política educativa del Presidente López Obrador, claro, más por su Secretario de Educación, Esteban Moctezuma que por él mismo, pero bueno. Habría que preguntarle a este último, si conoce todos los “materiales”, guías y/o libros que se piden en varias escuelas (públicas y privadas) en varios estados del país con el propósito de que los alumnos aprendan o refuercen esos aprendizajes, ¿esos sí estarán permitidos?
Es cierto, constitucionalmente, el Estado está facultado para elaborar todos los planes y programas para la Educación Básica y Normal, así como también, los libros de texto (ver la Ley General de Educación vigente); sin embargo, incorporar temas como la Revolución Cubana o la Francesa, por ejemplo, significaría ¿un avance o un retroceso en pleno Siglo XXI cuando la información fluye a raudales a través de diversos canales? Vaya, ¿no se trata de que el alumno aprenda mediante la reflexión, el análisis y la comprensión? Entonces, ¿por qué no hablar de Ernesto “Che” Guevara, de Fidel Castro, de Vladimir Putín o de otros personajes afines al socialismo?
Recuerdo muy bien que en los planes de estudios para las escuelas normales para las Licenciaturas en Educación Primaria (1997), en alguna de las asignaturas que se impartían durante el primer o segundo semestre, se hacía un análisis de los Sistemas Educativos de diversos países pero, desafortunadamente, el de México no se incluía. Recuerdo también que, para que se lograra hacer un comparativo entre esos Sistemas y el nuestro sugería a mis estudiantes, consultar algunos temas del texto de Carlos Ornelas “El Sistema Educativo Mexicano. La transición de fin de siglo”, situación que nos permitía tener un panorama más amplio sobre la educación en diversos países de orbe y el nuestro. En fin.
Volviendo al tema que me ocupa, si no mal recuerdo, en el periodo de Vicente Fox en la presidencia de la República, se destinaron varios millones de pesos para la emisión de ciertos libros que, palabras más palabras menos, solo cumplieron el capricho de ciertos actores como los de la fundación Vamos México cuya presidenta era la esposa del presidente y, con seguridad, muy poco contribuyeron a la educación de los individuos (http://www.cronica.com.mx/notas/2002/19952.html?fbclid=IwAR0cUUi82pzngicDLcS79LXSkc0k87Rs66N5cZw7Q0O5fmzGAm55bHUQTYI). En consecuencia, pensar y repensar qué tipo de materiales y/o recursos emplean los maestros para el logro de los propósitos educativos, no es mala idea. Por el contrario, diseñar esquemas de trabajo que favorezcan no sólo leer el texto sino comprenderlo a partir de sus referentes iniciales propios del contexto en el que ha nacido, por ejemplo, es harto interesante, sobre todo, por el refuerzo que podría dársele a esa intención didáctica que todo docente imprime al dar sus clases. Entonces, ¿por qué quedarse con la idea de un solo libro de texto y un mismo material y/o recurso educativo?
Ojalá en la SEP se den tiempo para ello; a quienes, por cierto, no estaría nada mal informarles que la CNTE no elabora “libros de texto”; han elaborado desde hace mucho tiempo materiales didácticos que coadyuvan a la generación de aprendizajes en sus alumnos.
Ciertamente, habrá quienes me digan que muchos de ellos tienen áreas de oportunidad que deben atenderse, y es cierto; sin embargo, me quedo con la idea que la maestra Raquel me compartía hace tiempo: mientras no se pierda la intención didáctica para abordar el contenido propuesto, cualquier material y/o recurso es bienvenido; yo agregaría: si el principio es que nuestro alumno reflexione, analice y comprenda, diversos materiales y/o recursos, también son bienvenidos.
¿Por qué no hacerlo?
Referencias:
Arellano, S. (11/07/2002). La SEP financió 1.5 millones de libros de la fundación Vamos México. Crónica.com.mx.
Recuperado de: http://www.cronica.com.mx/notas/2002/19952.html?fbclid=IwAR0cUUi82pzngicDLcS79LXSkc0k87Rs66N5cZw7Q0O5fmzGAm55bHUQTYI
Michel. (6/08/2019). Se enseñará en primarias sobre la Revolución Cubana en próximo ciclo escolar. Plumas Atómicas.
Redacción. (02/08/2019). Nadie puede sustituir libros gratuitos: SEP. Notimex.
Recuperado de: https://www.publimetro.com.mx/mx/noticias/2019/08/02/nadie-puede-sustituir-libros-de-texto-gratuitos-sep.html