Abelardo Carro Nava
Hace unos días tuve la oportunidad de leer un “tuit” que llamó mi atención; palabras más palabras menos, una especialista en el área de matemáticas, en entrevista con algún periodista de Así Las Cosas W, recomendaba a los maestros que usaran los libros de texto gratuito del año pasado porque los actuales no servían para nada, refiriéndose a los de la Nueva Escuela Mexicana (NEM) que han comenzado a circular en las redes sociales, pero también a llegar a varios estados de nuestra República Mexicana. Desde luego, de entrada, pienso que ésta fue una afirmación desafortunada y lanzada al calor de la polémica y la inmediatez con la que circula la información en distintos medios de comunicación y entre las personas que, tal vez, no comparten o coinciden con los materiales educativos que la Secretaría de Educación Pública (SEP) ha propuesto para el siguiente ciclo escolar, justo cuando entrará en vigor el Plan de Estudio 2022.
También pienso que fue desafortunada porque, por ejemplo, como docente frente a grupo, he intentado que mis alumnas y alumnos no obtengan conclusiones apresuradas sobre tal o cual hecho o fenómeno hasta no haber realizado una investigación o estudio, lo más completo posible y siguiendo una metodología o procedimiento que, precisamente, nos lleve a formular un posible juicio, basado en esa indagación y el conocimiento que de ésta se obtiene.
Es cierto, la preparación académica y profesional es, y será, un elemento fundamental para que, posiblemente, se puedan adelantar juicos sobre algunos aspectos que, desde luego, se relacionan con la disciplina que se domina, esto es importantísimo subrayarlo, sin embargo, considero que como académicos y/o especialistas en determinados campos de estudio, se debe reconocer que lo que se puede observar en los Libros de Texto Gratuito (LTG) de la NEM no siempre es lo que se va a enseñar en las aulas, por tanto, lo que aparece en cualquier libro de texto, de cualquier periodo o sexenio, nunca es lo que se enseña o va a enseñar en las escuelas, puede ser parte de ese enseñanza pero nunca la enseñanza misma; entonces, recurrir a una revisión un tanto más completa sobre estos materiales podría llevar, tal vez, a replantear las impresiones a priori que se lanzan, insisto, al calor de la inmediatez.
Es cierto, hay estudios que han evidenciado que, por ejemplo, los LTG son empleados por los docentes en las aulas y en las escuelas, pero, me parece que hay una diferencia importante entre emplear y enseñar; el primero, podría entenderse a partir de concebir a éstos como una herramienta con la que la maestra, maestro, estudiantes y hasta padres de familia, cuentan para complementar un proceso formativo; el segundo, creo no es necesario explicarlo ampliamente, responde a la pedagogía y a la didáctica que, en sentido estricto, fundamenta el quehacer del docente.
En consecuencia, si hasta hace algunos días los LTG de algunos grados y fases habían comenzado a circular en las redes sociales, pero también a llegar a las entidades federativas, dicha especialista en el área de matemáticas ¿ya había tendido en sus manos todos los libros de todos los grados y fases como para lanzar una afirmación de esta naturaleza? Si la respuesta fuera afirmativa, ¿no sería prudente y pertinente que compartiera los hallazgos de su investigación, o investigaciones para que pudiéramos conocerlas y, desde luego, formar un punto de vista sobre éstos?
No niego, como lo he escrito en varios artículos, que dichos LTG tienen la posibilidad de ser mejorados a partir de la participación de diversos actores, por ejemplo, en el tan conocido tema de la lección de los mangos o la abstracción que tienen algunos contenidos; sin embargo, asegurar que no tienen que emplearse porque todo está mal o porque no sirven para nada, desde mi perspectiva: es absurdo.
En este mismo sentido, no niego, como lo he escrito en varios, pero en varios artículos, la pésima gestión en la SEP para que su proyecto, denominado NEM, tenga y haga sentido en el magisterio; sencillamente su estrategia de comunicación ha sido un total y absoluto fracaso, pero también, la capacidad de generar propuestas de formación que coadyuven al trabajo que vienen realizando los docentes en los Consejos Técnicos Escolares. En este mismo tenor, no niego lo pendenciero y la verborrea constante de un funcionario público de la SEP, cuya área precisamente tiene la enorme responsabilidad de entregar los LTG; ¿quién le habrá dicho que las maestras y los maestros necesitan de un “salvador” o “iluminado” que los defienda? Finalmente, no niego, tal y como lo he escrito en múltiples artículos que, tanto el Plan de Estudio 2022 como los Programas Sintéticos, entre otras cuestiones que medianamente ha dado a conocer la SEP, tienen varias áreas de oportunidad para ser atendidas y/o mejoradas; sin embargo, también he señalado que dicha propuesta tiene elementos importantes que intentan superar los anteriores modelos educativos a partir de, por ejemplo, acercarle la autonomía a los docentes para el reconocimiento de las problemáticas y, consecuentemente, construir un programa analítico. Sí, nada de esto niego, pero insisto, de ahí a que yo pueda asegurar que nada de esto sirve y, por tanto, tendríamos que emplear lo de años pasados me parece una afirmación grave porque, cada maestra, cada maestro, cada persona que tiene la maravillosa oportunidad de reflexionar y formarse un juicio, podría justamente hacer eso, formarse un juicio después de haber tenido en sus manos, por ejemplo, estos materiales o ¿acaso se piensa que los seres humanos no conocemos el significado de libre albedrío?
Ahora bien, en medio de este asunto se nos olvida algo importante, la participación de varias maestras y maestros a lo largo y ancho de la República Mexicana; un ejercicio que, por donde quiera que se mire resulta ser enriquecedor y digno de reconocerse. Obviamente, muchas de las críticas que se han venido formulando en diversos medios de comunicación olvidan por completo que muchas maestras y maestros frente a grupo fueron los que participaron en este proceso; repito, fueron muchos y ello me consta. Será entonces ¿que la misma ultra derecha, derecha, ultra conservadores, conservadores, grupos afines, entre otros, que hasta hace pocos años pensaban que privatizar la educación era un estupendo negocio y por ello antepusieron la evaluación punitiva como un mecanismo sancionador más que formador, no se han cansado de denostar al magisterio mexicano?, ¿no acaso lo más valioso para una sociedad tendría que ser una maestra y un maestro?, ¿por qué no reconocer su participación, tiempo, esfuerzo, experiencia o conocimiento en este proyecto?, ¿por qué en aras de denostar un régimen o a un funcionario público pendenciero no se dan la oportunidad de observar que no todo está mal como se afirma y que sí tiene aspectos relevantes como en el libro denominado Nuestros Saberes? En fin, ¿por qué no confiar en las maestras y maestros?
Dudo mucho que el total de docentes que participaron en la construcción de los LTG coincidan con el régimen que hoy gobierna, ¿acaso no podría pensarse que muchos de ellos fueron participes por iniciativa propia porque desearon aportar un granito de arena en estos materiales que el día de mañana los tendrán en sus manos para trabajarlos con sus alumnos?, ¿acaso no tendrían que ser ellos nuestros grandes intelectuales?
Al tiempo.
Con negritas:
Vaya negocio ha resultado el vacío que ha dejado la SEP por su fallida estrategia de comunicación; hoy, quienes hasta hace unos meses criticaban el Plan de Estudio 2022, venden manuales para la construcción del programa analítico, así como formatos para la construcción del plano didáctico. ¿Entonces no estaba tan mal dicho plan o sí? ¡Vaya negocio!