La educación es lo que menos importa a los candidatos. Lo importante ahorita es ganar las elecciones. La elección es la flor imperial del póquer político. Para ganarla los políticos harán lo que sea. Desde campañas manipuladoras en sus mensajes públicos hasta arreglos abiertos o subrepticios. En el mundo de las elecciones todos los políticos son realistas. En este sentido es preciso recordar la esencia del pensamiento de Maquiavelo contenida en el capítulo 15 de su obra máxima “El Príncipe”. Ahí, Maquiavelo dice, en esencia, que el príncipe que quiera mantenerse como tal debe aprender a no hacer lo debido, correcto o bueno de acuerdo con las circunstancias. Así que todavía faltan muchas cosas que ver y no ver en la Alta Política, antes de saber lo que pasará con la educación en la Baja Política.
La lucha por la silla presidencial será cruenta como son todos los juegos de suma cero. Lo que uno gana el otro lo pierde. En la democracia, a diferencia de formas impuestas de poder, la única herramienta válida es la persuasión. Otras herramientas de naturaleza sinuosa serán utilizadas por los candidatos bajo la máxima de Maquiavelo, pero ocultadas detrás de un velo de virtud y democracia.
Estos príncipes o candidatos a príncipes son astutos y saben que la democracia se mezcla con la ignorancia a través de un elemento que facilita la solubilidad, este es, la mercadotecnia. Es decir, la envoltura es más importante que el regalo. Hasta el día de hoy, lo único que tenemos de los tres candidatos más sobresalientes, son envolturas.
En la democracia, el antídoto para la simulación de la envoltura es lo contrario a la ignorancia, es decir, conocimiento, no necesariamente educación. Un elector conocedor sabe distinguir entre la envoltura y lo envuelto; sabe leer entre líneas.
Los tres candidatos más conspicuos han envuelto a la educación. Anaya ha mencionado que revisará la reforma educativa, López Obrador que la anulará para realizar una verdadera o auténtica reforma educativa y ha dicho que designará a Estaban Moctezuma como titular de la SEP, y Meade que la consolidará. Ninguno de los tres ha dado los detalles de su revisión, abrogación o consolidación.
En todo caso, la discusión sustancial en materia educativa surgirá en el período que ocurre entre la designación del presidente electo y la toma de posesión en diciembre de 2018.
Sin afán de hacer predicciones, “especialmente cuando se trata del futuro”, y asumiendo que ningún ganador decida un modelo educativo drásticamente diferente a lo que marca la ciencia y la práctica educativa internacional, ¿qué es lo que el candidato una vez electo, podría cambiar?
Para responder lo anterior dividiré a la reforma educativa en dos grandes capítulos, las instituciones y la pedagogía. En las instituciones se ubican las reglas o arreglos que definen el sistema centralizado o descentralizado, la evaluación educativa y magisterial y el financiamiento a la educación. En la pedagogía ubicaría a los currículos y ambientes de aprendizaje. La reforma educativa actual es centralizadora en lo institucional y está orientada al aprendizaje en lo pedagógico, al menos en la retórica. La centralización podría cambiarse; la orientación al aprendizaje es imposible de cambiar, porque no sólo responde a hallazgos de investigación, sino que va de la mano con las formas naturales y socio-ambientales del aprendizaje de niños y jóvenes.
Regresar a una pedagogía centrada en la enseñanza sería retroceder 100 años. Por tanto, lo que el cambio más radical haría en la educación es descentralizar la política y evaluación educativas. Estos cambios no trastornarían a la pedagogía en el aula y en el hogar. Los maestros y padres de familia podrían seguir aplicando el mismo enfoque de aprendizaje con una SEP nacional o 32 SEP estatales; con un INEE nacional o 32 estatales. Quizá, en mi opinión, es tiempo de cambiar los arreglos centralizadores centenarios por un andamiaje mucho más descentralizado, con escuelas y libros de texto menos estandarizados, con un esquema completamente nuevo de atracción y formación magisterial y con un desarrollo educativo y escolar mucho más contextual. Por supuesto que para cambiar los resultados educativos antes o en tándem deben resolverse otros problemas estructurales como pobreza, desigualdad y corrupción.