A mi padre, con cariño.
En mi niñez, incontables fueron las ocasiones en que mi padre nos narraba infinidad de historias de la escuela en la que se formó para maestro: la Normal de Tenería “Lázaro Cárdenas” ubicada en el Estado de México. Recuerdo muy bien las charlas que, sobremesa, nos regalaba con relación a lo que hoy sé, fue una de las etapas más importantes de su existencia.
La primera vez que estuvo en esa escuela, los directivos, los maestros, la educación que recibieron, la convivencia entre compañeros, las parcelas, la siembra, las cosechas, las escapadas que ocasionalmente se daban por la noche al centro de la Ciudad de México, en fin, varias y muy diversas historias se desprendían de quien, hasta la fecha, sigue siendo mi ejemplo.
Ciertamente los tiempos han cambiado y, afortunado soy, al tener con vida a quien aún con sus años encima, sigue compartiéndome cada uno de esos deliciosos momentos que disfrutó en su querida escuela. Y es que mire usted, ¿cuántos de nosotros no tenemos una historia que contar de lo que a diario vivimos? Sin duda, las más significativas permanecen en nuestra memoria, vivas, cual retrato, de esos que fueron creados por grandes artistas.
Muchos de los hombres y mujeres que se formaron en estos centros de enseñanza y que hoy día se encuentran insertos en el Sistema Educativo Mexicano (SME), con certeza, sabrán de lo que estoy hablando. Cierto es, que las condiciones que prevalecían en el país en ese entonces, son totalmente diferentes a las que se viven en nuestros días. Sin embargo, seguro estoy, que la esencia del normalismo sigue intacta.
Quienes hemos tenido la oportunidad de laborar en este Subsistema, podremos coincidir, en que la atmósfera que envuelve a las normales – sean estas urbanas, rurales o privadas –, es única e inigualable. El humanismo sigue presente, la pedagogía y didáctica ni se diga, la formas y esquemas organizacionales que desde hace tiempo implementaron grandes maestros, continúan en un medio, escasamente comprendido y, lamentablemente, agredido en los últimos años.
¡Es que en esas escuelas normales se forman guerrilleros! – escuché decir a alguien hace unas semanas. ¡Qué desatinado comentario! – dije para mis adentros.
Como seguramente usted sabe, la educación que reciben los alumnos o alumnas en las normales, está relacionada con la formación de los seres humanos. Por ello, es que se tienen que abordar diferentes momentos históricos de la humanidad. Analizar la educación socialista que tuvo vigencia en México y en el mundo; conocer los diferentes sistemas educativos del orbe para compararlos con el nuestro, comprender la pedagogía de Paulo Freire o las teorías de Piaget, Chomsky o Vygotsky, son cuestiones que propician el análisis y reflexión sobre los distintos problemas por los que atraviesa el ser humano y la educación que el mismo ha creado. ¿Los alumnos son guerrilleros por criticar con fundamento las políticas de un gobierno desde un enfoque freiriano?, ¿son delincuentes los estudiantes por analizar la educación desde un enfoque marxista o leninista?, ¿son ladrones estos alumnos por el simple hecho de pensar, analizar y criticar tal o cual cosa?
Creo, si no me equivoco, que la incomprensión sobre este Subsistema, ha propiciado expresiones como la que líneas atrás refería. Ciertamente, y debemos reconocerlo, hay cuestiones que deben mejorarse en estas escuelas pero, ¿cómo hacerlo si la mayoría de las autoridades educativas desconocen el medio? La complicidad, en muchos de los asuntos que tienen sumidas en el abandono a las normales, ha sido entre dos actores que hoy, más que nunca, se jactan de entenderlas y apoyarlas: la SEP y el SNTE. ¿Será que estas instituciones formadoras de maestros representan un botín político para el Secretario de Educación o del Sindicato en turno dado que impide o fortalece sus aspiraciones político-personales?
Tengo claro que todos perseguimos un propósito, sea de vida o profesional – aunque el segundo se encuentra implícito en el primero –, pero, reitero, hoy más que nunca se tiene que hacer algo para mejorar las condiciones de estas escuelas, sobre todo, de los alumnos que ahí se forman.
Triste ha sido, es y será, la desaparición de los 43 estudiantes normalistas que cursaban alguno de los semestres en la Escuela Normal “Isidro Burgos” de Ayotzinapa, Gro. A dos años de este terrible suceso, nada se sabe de ellos. Investigaciones han ido y venido, encargados del caso, como el ex procurador Murillo Karam, han pasado sin pena ni gloria… y nada, absolutamente nada se sabe de ellos.
En los últimos días, las autoridades judiciales hablan de la utilización de nueva tecnología para localizar otras fosas clandestinas en Iguala, Gro. La idea, es dar con el paradero de los estudiantes pero, triste y desafortunadamente, volvemos y volveremos a lo mismo: nulos resultados y unos padres desesperados.
Por cierto… ¿y qué ha pasado con los paterfamilias de estos jóvenes desparecidos? Siguen buscando a sus hijos. A ellos, como padre de familia, los comprendo. Ya me imagino lo que yo haría si pasara por lo mismo.
En resumidas cuentas, desconozco si la verdad sobre este caso llegará a saberse algún día. De lo que estoy seguro, es que este miope gobierno, encabezado por Peña Nieto, pasará a la historia como el más inhumano, insensible y torpe de todos los que lo han antecedido, rebasando desde luego, a Díaz Ordaz y los lamentables hechos que conocemos.
Termino estas ideas con un profundo dolor en el alma. No sé si usted las comparta, pero en mí, sigue abierta la herida.
No obstante esta pesadumbre, ya sea en éste u otros medios, seguiré pugnando porque se haga justicia y se esclarezcan los hechos.
Sin duda, los mexicanos lo merecemos. Los padres de familia de los 43 estudiantes de Ayotzinapa necesitan saberlo.
Y yo… me quedo pensando en los grandes hombres, como mí padre, que se formaron en estas escuelas mexicanas, cuya labor, cuéstele lo que cueste a Nuño, son por excelencia, formadoras de maestros.