En la tragedia educativa que vive nuestro país hay muchos actores, del presente y del pasado, que tienen una gran responsabilidad. También en los avances alcanzados, que no son pocos, aunque aún estemos lejos de la meta deseada: tener resultados similares a los mejores del mundo en los indicadores de educación.
Al Gobierno hay que exigirle siempre, para eso está.
A los sindicatos hay que exigirles que no vean sólo por los líderes, sino que se dediquen al estudio, promoción y defensa de los agremiados, para que todo ello ayude a tener mejores docentes.
A los Docentes hay que exigirles que cada día se actualicen, se preparen, para dotar de herramientas a las niñas, niños y jóvenes, pero hemos de contribuir a que su función sea reconocida y valorada.
A los Gremios y Organizaciones hay que exigirles que, con datos duros, formulen planteamientos alcanzables, reconozcan lo logrado, propongan cómo mejorar y señalen cuando se deba reclamar.
Somos un país milagrero. No hablo de fe, sino de milagrería. Esperamos pasar el examen sin estudiar; conseguir la chamba, ingresar a la carrera que elegimos o ser promovidos no tanto por los méritos, sino por las relaciones. Las “palancas”, pues.
La fe auténtica actúa como si todo dependiera de nosotros, mientras pedimos como si todo dependiera de Dios. Esperamos que la Virgencita o el Gobierno realicen las tareas que no siempre les corresponde, sino que nos tocan a nosotros, pero nos permite evitar la parte que nos toca en lo comunitario y tenemos siempre a quien culpar por lo que no funciona.
A Dios rogando y con el mazo dando, dice la sabiduría popular. El mazo, en este caso, se llama PARTICIPACIÓN.
Exijamos, claro, a quien tenga responsabilidad en la tarea educativa. Pero hoy quiero invitar a la reflexión de lo que nos toca a todos: Participar.
Es increíble la casi nula intervención de los papás en la vida de la Comunidad Escolar. Muchas personas y organizaciones hemos luchado desde tiempo inmemorial porque se reconozca el derecho de los padres de familia a formar parte del proceso educativo.
Cuando finalmente los Consejos Escolares se introdujeron como figura jurídica en la Ley, en 1992, quedó como letra muerta que cobraba vida sólo donde los padres exigían existencia. Ninguna autoridad los promovió. El marasmo se llevó casi al olvido el resto del logro en materia legal.
Durante el primer decenio de este siglo se tomaron medidas desde la autoridad para dar vida a la participación de los papás, esfuerzo que se ha mantenido y fortalecido hasta el presente, como un cambio cultural.
Hoy, tenemos programas como el de la Reforma Educativa, que para aplicarse requiere de la decisión de los padres y directivos de la Escuela, para definir las prioridades en las que se ha de gastar el dinero.
Los Consejos de Participación Escolar son ya una figura jurídica que va cobrando vida y se van asentando como parte de la rutina de las escuelas. También organizaciones de la Sociedad Civil como la Unión Nacional de Padres de Familia, cobran importancia en esta incidencia.
Sin embargo, el reverso de la moneda es dramático. Aún con estos espacios nos encontramos con la apatía y la desidia de muchos padres y madres de familia que creen que la escuela es una guardería y no una comunidad de la que ellos son parte sustantiva.
Los maestros que saben de la importancia del papel de los padres se quejan de que, en el mejor de los casos, acude un 20 por ciento a las juntas en las que se busca involucrarlos.
Todas las experiencias exitosas de mejora en la educación incluyen el involucramiento de los padres en el Comunidad Escolar. No sólo en el ejercicio del dinero, sino en el proceso educativo de manera integral.
Casi no hay políticos que se quieran “echar el tiro” de reclamar la falta de participación social. Creen que sólo se ganan votos ofreciendo mejoras, sin exigir a la ciudadanía que también ponga de su parte.
Ojalá tuviéramos un pueblo que exigiera a los funcionarios tomar medidas arriesgadas en pro de la educación, porque son muy pocos los que lo haces hoy.
Es mucho lo que le toca al Gobierno, pero no es todo. Nos toca participar activa y responsablemente. Nadie ha medido aún el costo de esta ausencia, la ausencia de la Participación.
Presidenta Ejecutiva de Suma por la Educación
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