La lectura fascina, fastidia o preocupa. Fascina a quienes le encuentran valor, belleza, entretenimiento y ansiedad por saber; fastidia a quienes la encuentran aburrida—los mexicanos leemos una hora (en su mayoría lectura chatarra) por cada diez horas que vemos televisión (en su mayoría televisión chatarra). Simplemente comparemos las visitas al cine comparadas con las visitas a las bibliotecas, o museos. Y preocupa a las autoridades educativas (quienes muy probablemente tampoco lean), por los bajos niveles de lectura de la población en general, incluida la escolar (alumnos, maestros y padres de familia).
¿Qué hacer? Con quienes que leen, poco, regular o mucho: nada; ellos y ellas, solitos, encontrarán la motivación para la lectura.
Leer no cambia. Observemos las dos imágenes siguientes: Una, la pintura de Corot de 1869: Una Mujer Leyendo
Y otra la que yo intitulo Un hombre leyendo, foto tomada por mi, camino a la biblioteca, (Enero 17, 2014; 12 horas; calles de la Ciudad deNueva York).
Ambas fotos son muy poderosas; por su arte o por su significado. Pero no importa qué, el tiempo, el espacio, los recursos, la lectura es una fascinación; es descubrimiento, es pasión, es conocimiento, es refugio, es vida.
Con muchos recursos, o pocos recursos, la lectura transporta a los escenarios de la vida, el conocimiento y la imaginación.
Aún así, la lectura no lo es todo; el cerebro aprende y desaprende de muchas maneras. Los hay quienes ven en la lectura un medio de aburrimiento. No todos nacimos o crecimos para leer. No todos encuentran la felicidad en la lectura. Por tanto, no debemos imponer la lectura. Hay quienes prefieren recibir conocimiento, vida e imaginación a través de otros medios: correr, pintar, cantar, bailar, esculpir, saltar, en fin, vivir. Por supuesto que leer y bailar no se excluyen mutuamente.
Lo importante es no forzar a todo el mundo a leer, más allá de lo básico para romper la barrera de ignorancia. Lo importante no es leer más rápido un número de palabras; ni siquiera entenderlas mejor. Lo realmente importante, es abrir el abanico de opciones entre niños, jóvenes y adultos, para aprender más y mejor cada vez; ya sea con lectura, con música, con deportes, con artes, con manualidades, con videos, con amistades desafiantes e inteligentes.
Si tu hijo no quiere leer; no es motivo de angustia; si no quiere hacer nada, preocúpate.
El verdadero enemigo no es la falta de lectura, sino el exceso de flojera.