Rogelio Javier Alonso Ruiz
En un video difundido a través de sus redes sociales, el excandidato presidencial, Ricardo Anaya, aseveró con evidente enojo e indignación que en los próximos libros de texto gratuito del nivel primaria hay un profundo desprecio por las Matemáticas: sólo hay 13 “paginitas” para esta asignatura en el material titulado Nuestros saberes (la imagen presentada en el video hace suponer que se refiere al texto de primer grado).
Acusaciones como las anteriores, en torno al supuesto debilitamiento de las matemáticas, parece que se sostienen en una lógica muy endeble: si los contenidos no se observan, explícitamente, en los libros de texto, entonces no existen. Así pues, el interés por las Matemáticas habría de medirse en función de la cantidad de páginas de un libro de texto. Supone este limitado planteamiento que todas las experiencias de aprendizaje en las aulas y sus contenidos tienen que pasar necesariamente por los libros de texto, como si fuera el único recurso didáctico del que se dispone y como si las actividades que se proponen fueran un manual que, cual operadores, deben seguir maestros y alumnos.
¿Por qué buscar en el libro de texto y no en los programas de estudio el supuesto déficit de contenidos? ¿Por qué esperar que sea el libro de texto el que marque los propósitos en relación a esta asignatura y cada actividad que se realice al respecto?
Con los nuevos programas de estudio, el horizonte de logros matemáticos en la educación primaria prácticamente sigue siendo el mismo que hasta hoy. No hay un retroceso. Lo anterior se constata al revisar los aprendizajes esperados (programa 2018) y los procesos de desarrollo de aprendizaje (versión preliminar del programa 2022) del último grado de primaria. Por ejemplo, en relación al estudio de números, seguirán leyendo, escribiendo y ordenando números naturales de más de nueve cifras. En cuanto a análisis de datos continuarán leyendo e interpretando gráficas circulares, además de determinar la moda, la media aritmética y el rango. Sobre proporcionalidad, se sigue esperando que los niños comparen razones y resuelvan problemas de cálculo de porcentajes. Y así, en los otros ejes y temas matemáticos, las similitudes son inmensamente superiores a las diferencias respecto a lo que se quiere alcanzar en éstos y en los próximos programas de estudio.
En algunas críticas se ha llegado a afirmar que en primer grado de primaria hay una disminución del 90% en los contenidos de Matemáticas. Aunque es necesario precisar que contenido y aprendizaje no significan lo mismo, es posible observar que los siete aprendizajes esperados generales del plan de estudios vigente para este grado escolar se trasladan, no textualmente pero sí esencialmente, a los procesos de desarrollo de aprendizaje de la versión preliminar del programa 2022. La similitud de los aprendizajes hace suponer que los contenidos también deberán estar en sintonía entre un programa y otro. Sin embargo, la escandalosa estimación pareciera contrastar el volumen -y no los contenidos- del libro utilizado hasta hoy, con las “paginitas” que se utilizarán en los próximos materiales. Queda la duda si esta confusión es involuntaria.
Aunque los propósitos matemáticos prácticamente no tienen modificaciones, debe mejorarse la relación entre el listado de procesos de desarrollo de aprendizaje (enunciado en el programa de estudio) y el libro de consulta Nuestros Saberes. Fue imposible identificar en el material información referente a algunos aprendizajes a alcanzarse en sexto grado de primaria: los sistemas de numeración maya y romano, las características del cilindro y el cono, los planos y el cálculo de perímetros de polígonos y el círculo. Si bien los libros de texto de Matemáticas llevados hasta hoy estaban mayormente enfocados en la resolución de problemas y no en la consulta de, la falta de información señalada ejemplifica el desequilibrio del texto mencionado.
Debe mencionarse el riesgo que existe de que la ausencia de un libro específico para Matemáticas pueda desencadenar dificultades en cuanto a la graduación y articulación de los contenidos. Los maestros, al no tener un referente prefabricado, tendrán que hacerlo por cuenta propia. Para evitar que el riesgo se concrete y se caiga en una selección aleatoria e irreflexiva de contenidos, resultará indispensable conocer detalladamente la progresión de los aprendizajes matemáticos a través del nivel, para así no extraviarse en el largo trayecto educativo. En ese sentido, los profesores tendrán que consultar ya no al libro de texto, sino a los programas de estudio. No es algo desconocido para algunos docentes: ya aligeran, posponen, complementan o refuerzan los contenidos de su clase.
Desde luego que el nuevo libro de texto implicará retos importantes para el magisterio, específicamente en Matemáticas, donde se le deberá dejar de considerar como referente central de la actividad pedagógica. Ya no habrá que esperar de ellos ejercicios específicos, tema a tema, por lo que éstos deberán ser diseñados y/o seleccionados por los docentes. Asimismo, los profesores deberán cuidar que metodologías situadas, como las prevalecientes en los nuevos textos, no impidan secuencias de aprendizaje específicas de ciertos contenidos, necesarias sobre todo en los de naturaleza como la matemática. Tareas como las anteriores implicarán, sin duda, un mayor ejercicio de la autonomía profesional.
No obstante el desafío, que implicará un gran cambio para muchos docentes, debe tenerse presente que la carga de aprendizajes matemáticos sigue siendo prácticamente la misma respecto al plan vigente, aun cuando ésta no se refleje explícitamente en los libros de texto, con sus ejercicios específicos, como se acostumbró por décadas. El camino hacia esas metas ha cambiado y, entre esos cambios, se encuentra el papel del libro de texto. No extraña que un candidato presidencial, con probables escasos conocimientos de didáctica, cometa desatinos tales como equiparar la cantidad de “paginitas” o lecciones de un libro con la importancia que se le da a una asignatura. Extraña que esta conclusión, de una construcción tan escueta, sea asumida también por quienes el debate público ha denominado expertos educativos
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