Cuando hablamos de las “grandes universidades públicas” del país, la mayoría de nosotros seguimos pensando en la UNAM y en el Instituto Politécnico Nacional. Quizá por ello, me sorprendieron tanto algunos de los resultados de una investigación en curso sobre educación superior y empleo en México que estamos realizando Alberto Serdán y yo dentro de la nueva área de investigación sobre política educativa en el CIDE.
El proyecto de investigación en cuestión involucra, entre otros asuntos y siguiendo el trabajo pionero al respecto de David Lorey, la compilación de series históricas sobre número de egresados y titulados de instituciones de educación superior mexicanas, así como sobre la evolución del número de empleos para profesionistas en el país. Las cifras que tanto me llamaron la atención son las siguientes.
De acuerdo a datos de la ANUIES, en el año 1959, 49 por ciento del total de la matrícula de las instituciones de educación superior mexicanas correspondía a los alumnos de la UNAM y 12 por ciento a los del IPN. Para 2012, la participación de esas universidades en la matrícula total se había reducido a 6.0 por ciento para la UNAM y a 3.0 por ciento para el IPN. En poco más de 50 años, un cambio verdaderamente mayúsculo, pues de representar, en conjunto 61 por ciento del total de estudiantes inscritos en programas universitarios en 1959, los estudiantes del IPN y de la UNAM pasaron a representar solamente 9.0 por ciento del total de la matrícula de educación superior en el país en el año 2012.
La evolución del número de egresados arroja, entendiblemente, resultados similares. En 1967, los egresados de licenciatura de la UNAM representaban 37 por ciento del egreso de todas las universidades mexicanas y los del IPN 7.0 por ciento. Para 2012 esos porcentajes habían caído a 9.0 y 4.0 por ciento, respectivamente. La caída del porcentaje de egresados de la UNAM resulta especialmente llamativa. La reducción en la participación de los egresados del IPN sobre el total ha sido también, sin embargo, muy importante. Particularmente, si comparamos su 19 por ciento del año 1970 -máximo histórico en términos de porcentaje de egresados sobre el total- con el 7.0 por ciento de 2012.
Si bien el número absoluto de alumnos y egresados universitarios ha crecido mucho en las últimas décadas, los datos anteriores revelan que la participación de nuestras dos máximas casas de estudio en el universo total de universitarios ya no es lo que alguna vez fue. La posición preponderante que ambas instituciones mantienen en la educación superior del país se explica por diversas razones. Destacan: su persistente predominio en materia de investigación científica, la calidad de su planta docente y una parte importante de su alumnado, así como su claro dominio en ciencias duras, ingenierías y todas las otras áreas altamente intensivas en conocimiento. La condición del IPN y la UNAM como mayoritarias absolutas en términos de alumnos y egresados de educación superior es, sin embargo, cosa del pasado.
Las razones de la caída tan pronunciada en la participación de la UNAM y el del IPN en la matrícula y el egreso totales de las instituciones de educación superior tienen que ver, en primer término, con el crecimiento acelerado del número de universidades públicas y privadas a lo largo de las últimas décadas. Cabría, con todo, preguntarse hasta qué punto la reducción de la participación relativa de esas dos instituciones en la matrícula total de educación superior tiene también que ver con su dificultad para mantener o incluso incrementar su capacidad para atraer más y mejores alumnos. Y preguntarse, asimismo, qué han hecho, están haciendo o piensan hacer para detener esa caída.
Publicado en El Financiero