Preguntarse acerca de las razones de la existencia de las escuelas privadas en nuestro país o en cualquier otro pudiera parecer, en el mejor de los casos, ocioso. Vale la pena hacerse la pregunta, sin embargo, por varios motivos. Primero, porque no solemos hacérnosla y valdría la pena hacerlo para vernos obligados a explicitar las razones que justifican su existencia. Ello, a fin de, una vez enunciadas esas razones (por ejemplo, porque son mejores, para que las familias cuenten con opciones escolares para sus hijos afines a sus valores y creencias religiosas, etc.) resulte posible examinar qué tanto son válidas normativa y/o empíricamente. Segundo, porque como certeramente argumentaba Albert Hirshman en su libro clásico Exit, Voice and Loyalty, ofrecer opciones educativas privadas suele dejar a las escuelas públicas sin las voces y las demandas de los padres de familia con mayores recursos y mayor potencial para exigir, desde dentro del sistema público, una educación pública de alta calidad.
Uno de los motivos más importantes por los que los padres de familia, en México y muchos otros países, dicen enviar a sus hijos a escuelas privadas es porque son “mejores”. Veamos ahora que nos dicen los datos.
En la mayor parte de los países y regiones que participaron en PISA 2012, el puntaje promedio simple en matemáticas de los alumnos de escuelas privadas fue, en efecto, mayor que el de los matriculados en escuelas públicas. México fue uno de esos países, con 43 puntos más (aproximadamente un año de escolaridad) de los estudiantes de privadas frente a los de públicas. Una vez controlamos por el nivel de ingreso del alumno y del centro escolar, sin embargo, observamos que el resultado promedio de las escuelas públicas es 18 puntos superior al de las escuelas privadas para el caso mexicano. En suma, si eliminamos las diferencias socio-económicas, lo que pudiéramos denominar “valor agregado educativo de la escuela”, es decir la parte del logro educativo atribuible a la escuela y no al hogar, resulta que en nuestro país las escuelas públicas son mejores que las privadas.
En el mismo sentido apuntan las diferencias entre los puntajes promedio de los alumnos de escuelas públicas y privadas mexicanas con respecto a los puntajes promedio de los países DE LA Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en esos dos tipos de establecimientos escolares. Tenemos así, que para las tres competencias que evalúa PISA –lectura, matemáticas y ciencias- los puntajes de ambos tipos de escuela en México, si bien menores que sus homologas en la OCDE, son más bajos para las privadas mexicanas vis a vis las privadas OCDE que para las escuelas públicas del país frente al promedio de las públicas OCDE.
Los datos anteriores pudieran atribuirse a particularidades mexicanísimas, pero no parece ser así. Un análisis correlacional sencillo entre porcentaje de escuelas privadas y puntajes promedio en matemáticas para todos los países y regiones participantes en la prueba PISA 2012 indica que la correlación es negativa y significativa estadísticamente. Dicho más claramente: a mayor porcentaje de escuelas privadas (aquellas que reciben menos de 50% de financiamiento público) en un país, menor el puntaje promedio en matemáticas de sus alumnos.
Si las escuelas privadas no son -en general y en particular si controlamos por nivel de ingreso- mejores que las privadas, ¿cómo justificar su existencia? ¿Será que, al menos en el caso mexicano, sirven no para obtener una mejor educación sino para certificar el origen de clase o para acceder a un estrato socio-económico superior vía el acceso y cercanía a personas de iguales ingresos altos o de mayores ingresos? ¿Es esa una razón válida para justificar su existencia?