Sin entrar de lleno a un debate del que no pudiera rescatar nada importante de la serie de acontecimientos que observé en el año pasado en el escenario normalista; en esta ocasión, deseo compartir con usted mi estimado lector, algunas reflexiones en torno a una “reforma” que el mismo Secretario de Educación, Aurelio Nuño, ha anunciado con “bombos y platillos” entrará en vigor a partir del mes de febrero de este año; me referiré – como parece obvio – al caso concreto de las Escuelas Normales.
No, no pretendo tratar temas que de alguna manera fueron conocidos por usted en meses anteriores, como las directrices que el Instituto Nacional de Evaluación de la Educación (INEE) emitió con el propósito de mejorar la educación que se imparte en las normales; tampoco, sobre la respuesta que dio la Secretaría de Educación Pública (SEP) a través de la Subsecretaría de Educación Superior (SES), mediante la cual, marcó su línea de actuación sobre este nivel educativo; mucho menos, expresaré algunas de las problemáticas que son conocidas por quienes se encuentran en este subsistema o que conocen sobre el medio, por ejemplo: la notoria deficiencia que existe en cuanto a la infraestructura educativa se refiere, la falta de recursos financieros y materiales que les permita brindar mejores condiciones escolares a los futuros profesores, o bien, la nula capacidad de la autoridad educativa federal o estatal para diseñar programas de actualización y capacitación docente que les proporcione a los formadores de formadores, la oportunidad de generar conocimiento y aprendizaje en sus estudiantes.
Cierto, habrá quién me cuestione que al igual que las Universidades, las Normales cuentan con programas para la obtención de recursos para su fortalecimiento como el PEFEN, mismo que les da la oportunidad de diseñar un proyecto para hacerse de recursos económicos; sin embargo, a quienes formulen esa pregunta, les recuerdo que los encargados de realizar dichos proyectos son – muchas veces – maestros normalistas cuya función ha sido eminentemente pedagógica más no administrativa pero que, sin menoscabo alguno, han cumplido en tiempo y forma aunque los recursos que hayan obtenido son mínimos y con inmensas trabas fiscales que, al momento de liberarlos en cada una de las entidades federativas, signifique un verdadero calvario.
En fin. Volviendo al tema que me ocupa y preocupa, debo señalar varias cuestiones.
Una de ellas es la aplicación del Plan de Estudios 2012 a partir del 2011 en varias instituciones que en este entonces se conocieron como “escuelas normales piloto” que impartían las licenciaturas en educación preescolar y primaria. Pues bien, dicho plan arrancó con una serie de inconsistencias a más no poder, responsabilidad directa de la Dirección General de Educación Superior para Profesionales de la Educación (DGESPE) – se acababa el sexenio, supongo –. Los cursos o espacios curriculares que integraban la “nueva” malla curricular no estaban terminados, tenían faltas de ortografía y gramaticales, los materiales de apoyo no se encontraban y jamás se enviaron, etcétera, etcétera, etcétera. Esto, aunado a que también por esos años la dirigencia nacional del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) hizo lo suyo para hacerse notar en este proceso y que pusiera como pretexto para trabar la implementación del plan señalado el que la carrera tuviera una duración de cuatro y no cinco años como la SEP lo proponía, la cosa se complicó aún más.
Con este escenario, de implementación y no implementación, de disputas y “pleitos de cantina”, en el 2012 entró en vigor en todas las escuelas normales del país el Plan de estudios “reestructurado”. Escasa capacitación hubo al respecto –debo reconocerlo–, así como también, el que la malla curricular, los cursos que se proponían y las modalidades de titulación sugeridas, propiciaran un desasosiego en los docentes nunca antes visto. Intensos y álgidos debates se dieron en los colegiados y academias entorno a dicho Plan; como todo en la vida, algunos maestros estaban a favor de éste, otros – los de la vieja guardia – en contra, en todo caso y para acabar pronto: el estudiante fue olvidado y en el peor de los casos, pagó las consecuencias de la “trifulca” entre las “tradiciones normalistas” y las políticas educativas “innovadoras”.
Tres años han pasado de este hecho y créame mi estimado lector, que hasta la fecha se siguen dando esos intensos y acalorados debates en muchas de las escuelas normales del país. Muchos directivos y docentes, han buscado las instancias que les apoyen con “personal calificado” para que les expliquen, por ejemplo, las modalidades de titulación y cómo abordarlas con los estudiantes. Al parecer, la conformación de un portafolio de evidencias de aprendizaje, el informe de prácticas profesionales o la misma elaboración de una tesis, ha causado y causará, enormes dificultades en su interpretación y asesoramiento. De la “toma de acuerdos” entre los maestros en los colegiados de asesores sobre la Investigación- Acción o la formulación de una hipótesis o el planteamiento de un problema, mejor ni hablamos por el momento; porque seguro estoy, que quiénes han pagado y pagarán “los platos rotos” de nueva cuenta serán los estudiantes.
¿Culpa de quién ha sido todo esto?, ¿de la SEP?, ¿del SNTE?, ¿de la DGESPE?, ¿de las escuelas normales y los maestros que las conforman?, ¿del sistema? Con lo arriba argumentado, considero que no se trata de tirar culpas “al aire” porque, como hemos visto en este efímero recuento de hechos, algo ha fallado y cada uno de los actores mencionados tiene un grado de responsabilidad en la formación de los estudiantes: los futuros maestros. Es como una “escalera de responsabilidades” que al igual que sube, baja, sin embargo, no estaría nada mal poner en el centro de atención en todo ello a los alumnos y las formas de aprendizaje que pueden generarse.
Es cierto que el Plan de Estudio 2012 para las licenciaturas en educación preescolar y primaria centra su atención en el aprendizaje y pretende desarrollarlo a través de las 6 competencias genéricas y las 9 profesionales pero ¿acaso se nos ha olvidado que en la formación de docentes enseñar y cómo hacerlo supone no sólo la reproducción, sino la integración y generación de conocimiento?, ¿se nos ha olvidado que en la docencia se requiere de un conocimiento no formulado, no sistematizado, ni explícito como tal, pero no por ello ausente?, ¿se nos ha olvidado que la práctica docente requiere de la incorporación de conocimientos de muy diverso origen, apropiados por los sujetos que lo ejercen, lo cual implica el ensayo y la construcción de soluciones a los problemas que el trabajo mismo plantea en las condiciones específicas en que se presenta?, ¿se nos ha olvidado que el ejercicio docente requiere de una reflexión continua en, para y sobre los saberes que se encuentran integrados a la práctica cotidiana? (Mercado, 1988). ¿Todo ello se nos ha olvidado?
No, no se trata de concurso de “vencidas” para saber quién es el más fuerte. Ni los gritos y sombrerazos que ha lanzado Nuño en días pasados para lograr que se entienda la importancia de la evaluación en la educación, ni las resistencias que también a gritos y sombrerazos han pretendido fijar su postura para seguir gozando de sus prebendas y canonjías en los estados de Guerrero, Chiapas y Oaxaca, harán que el sistema cambie. No se trata de nada de eso.
Recuperar varias de las propuestas que en los foros regionales surgieron en meses pasados para mejorar la educación normal en mi México querido, es un buen paso. Si no mal recuerdo, una de las acciones que se proponían era de la de diversificar aún más las licenciaturas que hasta el momento se impartían para la formación de docentes dada la complejidad de problemas que actualmente se observan en los centros escolares, ¿por qué la SEP las ha mandado al diablo y ahora fija su atención en dos carreras, la de educación y docencia y la de educación inclusiva? Eso es precisamente lo que no se entiende en todo este asunto y aún con ello, se anuncia con “bombos y platillos” una “reforma” que mejorará la educación en su conjunto. Tiempo al tiempo.
Referencias:
Mercado, Ruth y Elisie Rocwell. La práctica docente y la formación de maestros, en Investigación en la Escuela, No. 4, 1988. Depto. de investigaciones educativas, México, D.F.
Docente en Escuelas Normales en Tlaxcala.
Twitter: @Lalocoche