Veo con mucho agrado que en este tiempo se han dado a conocer algunas acciones para incorporar a diferentes segmentos de la población a un proyecto de nación con base en la educación y en la capacitación para el trabajo, a través de una beca.
Leyendo los comentarios externados en redes sociales respecto de estas acciones, específicamente al Programa “Jóvenes Construyendo el Futuro” dado a conocer por la Secretaría del Trabajo, encuentro que, como con muchas iniciativas, hay reacciones encontradas: unas en apoyo, otras en contra y, hasta diversas manifestaciones de duda o prejuicios.
De alguna manera resulta comprensible este tipo de respuestas. Cada quien opina desde una perspectiva y experiencia distinta. Es decir, hay quienes le dan el plus, que un apoyo de esta naturaleza requiere para que realmente sea efectivo, quienes lo utilizan sólo para cambiar o mejorar momentáneamente su situación sin ir más allá del tiempo que dure esa ayuda y, hasta quienes sin participar de ella, se dan cuenta que no tiene el impacto deseado y esperado por la sociedad.
Pueden ser éstas y muchas más, las reacciones que se obtengan a una iniciativa determinada; sin embargo, si nos detenemos a reflexionar un poco en este sentido, podemos reconocer que si las cosas han sido así por costumbre, no necesariamente deben continuar de la misma manera.
Los apoyos que, en este caso, el gobierno federal, ofrece a la sociedad surgen de la serie de necesidades que identifican en los diferentes sectores de la misma y están encaminados a resolver y, hasta desaparecer, esas necesidades. No obstante, con base en análisis y evaluaciones efectuadas a algunos programas becarios (PRONABES, (hoy Manutención, Verano de la Investigación Científica y, Oportunidades (hoy PROSPERA), se han detectado algunos aspectos que se consideran necesarios para poder lograr un impacto real en la población objetivo y por ende, en la sociedad.
En relación a lo anterior, cabe mencionar el cuidado de, por lo menos, los siguientes:
- Existencia de Reglas de Operación.
- Capacitación de equipos técnicos para implementar la o las iniciativas.
- Identificación de características de la población beneficiaria (visibilizar la diversidad existente) para brindarle apoyo específico durante la vigencia del programa, a efectos de lograr que lo concluya y se logre el objetivo del mismo, es decir, evitar deserción del programa.
- Vigilar celosamente el perfil de los aspirantes a beca, al momento de la asignación.
- Seguimiento y evaluación, en tiempo real, de los beneficiarios del programa.
- Cuidar la cobertura y permeabilidad de la iniciativa. Es decir, que la información de los apoyos llegue a todos los potenciales beneficiarios priorizando la atención a los que más lo requieran.
Algo parecido sucede en torno a las becas para personas que tienen algún tipo de discapacidad, considero que es algo nuevo pero, relativamente bueno. Me explico:
Hay muchos casos de discapacidad registrados, según datos del INEGI; no obstante, dependiendo tanto del tipo de discapacidad como de la edad de quienes la portan, sería la atención que requieren desde diversas instituciones. Ubicándonos, por ejemplo, en personas con algún tipo de discapacidad que son susceptibles de estudiar y que están en edad de ingresar a alguna licenciatura, tal vez la beca les puede ser útil para su traslado, alimentación y compra de útiles, pero si la institución a la que se inscriben no cuenta con la infraestructura y recurso humano especializado para atender su situación (que es el caso de muchas instituciones educativas), ese beneficio se ve limitado en su propósito de ayudarlos a ser independientes. Entonces, la iniciativa sin una acción complementaria, queda sólo en un buen intento de cambiar las condiciones y calidad de vida de este grupo de personas.
Lo mismo se presenta con personas cuya lengua materna es indígena; se les recibe en las instituciones más no se les atiende de acuerdo a sus necesidades dado que no hay recurso humano debidamente preparado para hacerlo. En consecuencia, contar con una beca, no es garantía suficiente para un cambio cualitativo.
En otro orden de ideas, pero también en una acción de tipo social, se ha observado, en cuanto a la pensión del adulto mayor, que al adquirir el carácter de universal, lógicamente a toda persona que cumpla con el requisito de edad, que son 68 años, le otorga el derecho de aspirar a ella. Sin embargo, en las filas para solicitarlas, se alcanza a ver, en primer lugar, a personas que tal vez no necesiten tanto este apoyo ya que cuentan con alguna pensión u otro tipo de ingreso y después, a pocas personas que se percibe que sí lo requieren.
Es bueno que la pensión sea universal pues creo que todo mexicano necesita un “cariñito”, un estímulo de parte de su gobierno, algo así como “sentirse tomado en cuenta”; no obstante, bajo una práctica masiva para ejercer ese derecho, es muy posible que se sigan quedando al final, los que más lo necesitan y eso es, porque no están debidamente informados. Por ello, la conveniencia de asegurar que permeé la información y se priorice la asignación.
De la forma en que se está iniciando, prevalece el criterio de igualdad sobre el de equidad que es, con mucho, el que más se requiere aplicar para lograr un desarrollo más justo.
En resumen, retomando el comentario inicial respecto a la diversidad de opiniones en torno a distintos tipos de ayudas, considero que es importante señalar que, más que subestimar o denostar el enfoque de estas acciones, es tiempo de unir esfuerzos, de darnos la oportunidad de aprovechar al máximo los apoyos que nos sean brindados, de darles el uso planteado en sus objetivos. De esa manera, se estará contribuyendo a un mejoramiento y transformación gradual de la sociedad, al asumir la responsabilidad que tenemos como personas, como instituciones y como gobierno en sus distintos niveles.
Ninguna iniciativa será suficientemente buena si no hay acciones complementarias para lograrla y, una primera acción, es la toma de conciencia individual y colectiva, del beneficio que podemos lograr al hacer lo que nos corresponde y hacerlo bien desde un principio y en el día a día.
Transformando la forma de percibir estos apoyos, de verlos como un fin en sí mismo, como comúnmente se les ha entendido, a asumirlos como un medio para la superación, depende en gran medida el impacto que se logre ya que ese cambio fortalecería la cultura del subsidio sobre la del asistencialismo, poniendo en juego el desarrollo de las capacidades y habilidades de cada persona en beneficio del bien común.
Este es un propósito intrínseco de los programas sociales, que no siempre se asume en su real dimensión, sólo se acepta, cómodamente, su beneficio inmediato. Práctica, por demás lamentable, que las instituciones podrían contribuir a ir cambiando.
Lograrlo… es tarea de todos.
Dra. Gloria Esther Trigos Reynoso
Dirección de Sistemas Administrativos
Universidad Autónoma de Tamaulipas